El oráculo de luz arcana

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Se sentía abatido, abandonado por todo aquel que le apreciaba. Se dirigía a las costas de Uzumi, donde él le esperaba, ansioso por conocer la verdad. Sorin caminaba por la llanura desolada, furioso, preparado para matar a aquel que se interpusiese en su camino. Un asesino gólem estaba escondido detrás de una piedra. Sólo bastó que asomase su cabeza para que esta acabase en el suelo. Sorin encontró entonces una grieta en el suelo y sacó un bastón negro azabache con el que pronunció las palabras:

- Karn rexar, Karn izem, uzumi exilum - y lo arrojó al suelo.

De repente, el paisaje empezó a cambiar. Lo que antaño fue una llanura ahora se convirtió en una montaña de color azul cristalino. En la punta se encontraba un faro que desprendía una luz azulada. Las paredes eran negras y tenían inscripciones rúnicas en color azul. Una escalinata fantasmal apareció por la que Sorin ascendió, sin mirar atrás. Al llegar a la cima un personaje apareció de la nada. Llevaba una capucha negra, al igual que su capa, pero su cinturón era azul y desprendía, al igual que el faro, una luz azulada. Se llamaba Karn y era el guardián del faro, un oráculo universal. Era un gólem, al igual que sus súbditos, y gobernaba aquel reino perdido.

- Malas noticias, como imaginaba. Me han cedido el reino de la muerte. No es un terreno por el que uno pueda caminar, así que no debería contar como tal. Nunca pensé que tendría que recurrir a estos métodos, pero no me quedan recursos - dijo Sorin.

- Has hecho bien al venir aquí, te puedo proporcionar protección, armas, soldados... ¡Todo lo que necesites! Cuento con muchas propiedades y no me importaría ofrecerte ayuda...

- Pero no un verdadero reino - le interrumpió Sorin.

Karn suspiró, abrió la puerta del faro y entró junto con Sorin a una cámara en la que se encontraba un reloj solar. Tenía runas escritas por él y un péndulo con un rubí colgaba del techo. Era el Reloj Arcano, con el que se podía retroceder en el tiempo y alterar el futuro.

- Quizá esto te ayude - dijo Karn. - Contiene polvo arcano recogido de las arcas de la esfinge Magosi, una amiga mía que vive no muy lejos de aquí.

- No de momento, pero me puede ser útil algún día - dijo Sorin, pensativo. - Lo que necesito es este faro. Es el centro del reino y desde aquí podría gobernar mis ejércitos. Tan solo necesito cinco días para convocar a los vampiros y entonces te trasladaríamos a otro sitio, quizás con Jace o Gideon.

- ¡De ninguna manera! - exclamó Karn. Era un gólem muy poderoso, pero le gustaba más la paz que la guerra. Siempre fue así, incluso durante la guerra de su país natal, Moai, cuando dejó de ser un Planeswalker al ser exiliado de esa región.

- No me dejas elección. - Sorin extendió sus brazos y dos tentáculos salieron de ellos, enrollándose alrededor de Karn. Se retorcía en un intento de salvar su vida. Afortunadamente los gólems son muy poderosos y consiguió liberarse y saltar por una ventana. Sorin se asomó y le vio escapando hacia el sur montado en un dragón plateado.

- ¡No huyas, cobarde!

Sabía adónde iba así que envió a un murciélago aliado para que le espiase, advirtiéndole que tenía que evitar ser visto. Mientras el murciélago alzaba el vuelo, Sorin se sentó en el trono arcano que se encontraba frente al reloj.

- Traidor - murmuró entre dientes, y lanzó una cuchilla al suelo.

II. Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora