El concilio sagrado

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Chandra corría por las calles de Ravnica, apresurada. Llegaba tarde, como siempre, y eso la hacía sentirse furiosa. Si se encontraba con alguien, lo cual era habitual, solía prenderle fuego sin querer, ya que solía estar enfadada. Esta vez no había visto a nadie todavía. Había vislumbrado a Sarkhan Vol en una esquina hablando con otro hombre, pero a nadie más. De repente se encontró con un ladrón de las sombras que empuñaba una espada, y le lanzó una descarga flamígera que lo convirtió en cenizas. No tenía tiempo de andar perdiendo el tiempo. Jace, el Planeswalker de agua, tenía ventaja: podía parar el tiempo lanzando un hechizo, aunque esto le debilitaba. Chandra llegó a un edificio blanco y dorado, con ventanas completamente transparentes, y abrió la puerta.

- Como siempre, llegando tarde - dijo Gideon, sonriendo. Era siempre muy puntual, lo que lo hacía un excelente gobernador. Estaba sentado junto con Jace y Nissa, la diosa de los bosques.

- Esos malditos ladrones oscuros, siempre te hacen perder el tiempo. La próxima vez invocaré un dragón volcánico. A propósito, ¿dónde está Sorin?

Jace se levantó y dijo serio:

- Esta mañana había una nube de humo rojo y negro en el cielo, que provenía de los páramos de Uzumi. Me encaminé hacia allí y me di cuenta de que la montaña de Karn estaba ardiendo. Subí la escalinata y entré en el faro, pero no encontré a Karn. Sin embargo, me di cuenta de una cosa muy importante: clavada en el suelo se encontraba la daga ígnea de Sorin, que había provocado todo el fuego. Salí de allí lo más rápido que pude mientras el faro se desmoronaba. Estoy casi seguro de que si encontramos a Karn averiguaremos qué había pasado en la montaña y podamos saber también el paradero de Sorin.

- ¿Y qué deberíamos hacer hasta entonces? - preguntó Nissa, preocupada. - No podemos arriesgarnos a ir nosotros todavía.

- Estoy seguro de que mi búho Azur logrará pasar desapercibido y encontrar a Karn - dijo Gideon. - Es muy fiel y muy rápido, y seguramente volverá en cuatro o cinco días como mucho.

Mientras Gideon le escribía estoy un mensaje en un pergamino para atárselo a su pata, Nissa se dio cuenta de una cosa:

- ¡A lo mejor Karn ha ido a consultar a Magosi, la esfinge de las montañas azules! No tenemos otras opciones, se lo enviaremos también a ella.

- Eso espero, porque mientras no tengamos noticias de nada, Sorin puede hacerse muy fuerte y poderoso, hasta el punto de poder llegar a controlarnos - dijo Chandra. Sorin y ella siempre se llevaron muy mal, y ella había manipulado la suerte con un hechizo para que a Sorin le tocase el reino de los muertos.

- No te preocupes, Chandra. Llegado el momento tu ira flamígera nos vendrá muy bien. De momento, calma. Sorin es muy irascible, y si se enterase de que le estamos espiando podríamos tener serios problemas - dijo Gideon, y Azur levantó el vuelo. Lo vieron volar hacia el este, hasta que desapareció en el horizonte.

II. Al borde del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora