Amor Peligroso

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—Déjame ayudarte, Harry. Ve cómo estás, por Dios, casi te matan. —me acerqué a él para poner alcohol en sus golpes.

—Estoy bien, no seas exagerada. Son solo unos golpes, además el otro tipo quedo peor. —Presioné fuerte el algodón sobre su frente, por su estúpido comentario machista. —Joder, ten cuidado.

—No me interesa el otro tipo. ¿Puedes por una vez en tu vida dejar de comportarte como un animal?—le reclamé, pero solo conseguí que me empujara a un lado para poder pasar.

—Déjame en paz. No estoy para tus lloriqueos. Bien sabías como eran las cosas, y aún así decidiste estar conmigo, así que no me fastidies. No pienso cambiar por ti, ni por nadie.

Me dolió. Me dolieron sus palabras, pero más me dolió que sabía que tenía razón. Él no iba a cambiar y yo lo sabia. 

Lo miré a los ojos, y me acerqué a él. Mi mirada desafiando la suya. Él me miraba con intensidad, observando cada uno de mis movimientos.  Estaba cansada de su actitud, de que me tratara peor que a nada.

—Está bien, no te fastidio más. — le lancé el algodón que tenía en la mano directo a la cara, provocando que cerrara sus puños con fuerza hasta que sus nudillos se tornaran blancos. 

Ignorando por completo su presencia, me dirigí a la puerta de salida. Me puse mi chaqueta y tome mis llaves.

— ¿A dónde diablos vas?—no obtuvo respuesta de mi parte. —Andrea, te estoy hablando, joder— cerré la puerta, dejándolo con la palabra en la boca.

Me apresuré, para evitar que lograra alcanzarme. No quería discutir con él.

Decidí ir a caminar por el pequeño pueblo y olvidarme de todo, al menos por un rato. Paré en una cafetería, y compré un café, ya estaba por llegar el invierno y comenzaba a hacer frio a esta hora de la noche. Seguí mi caminata, hasta la plaza. 

Miré la hora: 11:43pm. A esta hora probablemente Harry se haya ido a tomar con sus amigos, como usualmente lo hacía. Esta situación debía terminar.

— ¿Puedo?— preguntó un chico por mi permiso para sentarse a mi lado en el banco. Yo asentí y le sonreí. — ¿Te molesta si te hago una pregunta?

—No, no hay problema, dime.

— ¿Puedo dibujarte?

— ¿Disculpa?—dije sin comprender.

—Eso, o sea, tus ojos. ¿Te molesta si lo hago? Pensarás que estoy loco pero, es que te vi llegar hace un momento, y realmente me encantaron tus ojos. Fue lo más llamativo de tu rostro, con todo el respeto que te mereces. Y bueno, soy artista, y me encantaría, si me das el consentimiento, poder dibujarlos.

—Nunca nadie me ha dibujado. Pero tranquilo, no me molesta. —reí un poco avergonzada. El chico me agradeció.

Pasé mis manos por mi rostro, para acomodar un poco mi cabello. Era un poco incómodo pero interesante el hecho de que quisiera dibujarme. Cuando el chico con libreta y lápiz en mano regresó su mirada a mí, rio un poco y soltó ambas cosas. Se acercó un poco y me miro, pidiéndome permiso para tocar mi rostro para poder quitar de este, eso que tanta gracia le causaba. Muy respetuoso y todo un caballero. Yo asentí más que avergonzada por la extraña situación. Cuando su mano toco mi fría piel, me dieron escalofríos. Lo miré a los ojos, unos ojos cafés muy cálidos en medio del frío. Estaba muy cerca de mí, pero su mirada jamás de cruzó con la mía. Yo aprovechaba la cercanía para observar cada detalle de su rostro. Justo cuando mi mirada iba a posarse en sus labios, una fuerza brusca, lo alejo de mí en menos de un segundo.

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