¿Demasiado tarde?

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Esperanza llegó al aeropuerto corriendo, con la respiración agitada y el corazón latiéndole más rápido que nunca. Se dirigió de inmediato a la reja que separaba la pista de la calle. Todo le temblaba, y el pánico se apoderó de ella al escuchar el motor encendido del avión que se encontraba a varios metros de ella. Se subió a la reja metálica, apoyando los zapatos de plataforma en la barra más cercana al piso, levantándose unos cuantos centímetros del suelo. Necesitaba que la viera.

-¡Tomás! -gritó, sabiendo que sus esfuerzos eran en vano, sabiendo que era imposible que él la oyera, pero aun así siguió- ¡Tomás!

Y no, él no la oía. El ruido del motor opacaba cualquier sonido que estuviera en el exterior, mas no sus pensamientos, mucho menos su dolor. No quería esto. No quería irse, no quería. ¿Cómo fue que Esperanza logró convencerlo de ir solo? No entendía, ni tampoco el porqué de la chica para hacerlo. Suspiró, resignado, pero algo, no estuvo muy seguro de qué, le hizo girar la cabeza, su vista dando con la pequeña ventana que daba al exterior, y su corazón dejó de latir por un momento; apenas lo notaba, apenas lograba distinguir a la distancia la pequeña silueta de alguien, con algo de altura ganada gracias a que estaba encaramada sobre la reja. Se puso de pie, desabrochando el cinturón que le habían obligado a colocarse para el despegue, y se acercó más a la ventana para confirmarlo. Lograba ver la expresión de desesperación de Esperanza mientras movía la boca, como si gritara, y estaba tan centrado en ella que no prestó atención a la azafata que le decía que debía sentarse. Él negó, y no dio muchas más explicaciones antes de correr a la cabina.

Esperanza se sintió desfallecer cuando el avión empezó su marcha, ahogando por completo sus gritos. Y sus esperanzas. Bajó de la reja, observando cómo sus ruedas se despegaban del suelo y se escondían, y en cosa de segundos ya se encontraba a varios metros del piso. Las lágrimas le nublaban la vista por completo, y cuando ya directamente dejó de ser capaz de ver por completo, se dejó caer en la orilla de la vereda. Abrazó sus rodillas, mientras apoyaba la frente sobre ellas, comenzando un llanto ruidoso y desconsolado, donde sollozos horribles se escapaban de su boca y le sacudían el cuerpo violentamente. Sentía una dolorosa opresión en el pecho, un vacío en su interior que la destrozaba. Había llegado tarde. No solo lo había impulsado a irse, a alejarse cuando él quería permanecer a su lado, sino que ni siquiera fue capaz de llegar a tiempo para detenerlo. Estúpida, estúpida, estúpida, se repetía, una y otra vez. Estaba demasiado centrada como para oír los pasos rápidos que se acercaban a ella, por lo que pegó un salto cuando escuchó a alguien gritar su nombre. Levantó la cabeza con sorpresa, y no demoró más de dos segundos en sentir unas manos sobre su rostro mientras Tomás la observaba con preocupación.

-Mi amor... -susurró él, secándole las lágrimas.

-Tomás... -sollozó ella, sin poder creerlo.

Se puso de pie y se lanzó contra él, llorando con más desesperación, mientras sentía sus brazos rodearla con fuerza.

-Pero... el avión... yo...

-Nunca quise esto, Esperanza. Nunca lo quise. No puedo alejarme de vos, mi amor, no puedo. Yo sé que pensás que eso era mi sueño, pero no es así. Mi sueño sos vos, es estar con vos, ser feliz con vos. Y verte acá me hizo... convencerme por completo de eso.

-Yo... entendí... que no puedo vivir sin vos. Clara me hizo darme cuenta de que esto... es real. Que te amo demasiado como para... dejarte ir por... miedos pelotudos que tengo.

-¿De verdad hacía falta que otra persona te lo dijera para entenderlo?

Ella rió, todavía con lágrimas cayéndole por las mejillas.

-Te amo tanto, Tomás... -susurró, separándose y tomando su rostro entre sus manos.

-Yo también te amo. Demasiado te amo.

Y no dudó en unir sus labios. Ahí, en medio de la vereda, se besaron, un beso apasionado, lleno de amor, que les daba la certeza de que estaban haciendo lo correcto.

Cortos TomanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora