Dulce sorpresa.

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Tomás estaba en la sacristía, revolviendo unos papeles sobre los fondos para el convento. A pesar de no ser sacerdote hace tiempo, seguía encargándose de eso. Estaba concentrado leyendo un documento cuando el repentino sonido de la puerta abriéndose lo hizo dar un brinco en la silla. Esperanza entró y cerró la puerta rápidamente, con movimientos torpes y atolondrados. Tomás alcanzó a parar la maldición antes de terminar de pronunciarla.

-Mi amor, un día de estos me vas a terminar dando un infarto si te me aparecés así -bromeó, sonriendo. Frunció el ceño al ver la expresión algo turbada de la chica- ¿Pasa algo?

-No... -balbuceo ella, con una leve sonrisa en la cara- ¡Digo, sí! Es que... tengo que contarte algo.

-¿Qué?

-Yo... Vos... O sea, vos y yo...

Tomás alzó las cejas, esperando.

-Ay, perdón, estoy... nerviosa.

-¿Nerviosa por qué, mi amor? Me asustás, ¿qué pasa?

-No, no es nada malo... creo. O sea, es algo lindo, pero...

-A ver, mi amor..., tranquilizate ¿querés?

-Sí, perdón.

-Bueno, respirá... -inhaló y exhaló profundamente, haciendo un gesto para que la chica lo imitara-. Muy bien. Ahora, contame antes de que me agarré una crisis nerviosa, ¿puede ser?

-Sí... Lo que pasa es que... vos... vas... vas a ser papá, Tomás... Estoy embarazada.

Tomás se paralizó. Su expresión se congeló, y se quedó aturdido, mirando a Esperanza con una expresión que ella no pudo determinar, lo que hizo que sus nervios aumentaran en un ochenta por ciento. Esperó a que él reaccionara, a que dijera algo, a que su rostro diera algún indicio de cómo había tomado la noticia. Pero no. Simplemente la miraba, shockeado.

-¿Tomás, me escuchaste? Estoy... embarazada. Vas a ser papá. ¿No... no me vas a decir nada? ¿No te pone contento, algo?

Él abrió levemente la boca, como si fuera a decir algo, pero ningún sonido escapó de sus labios. Esperanza estaba al borde del colapso, y el alma se le cayó a los pies. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Yo... No pensé que... te lo ibas a tomar así, yo... Ay, no te tendría que haber dicho nada, yo sabía que tenía que... yo... Pensé que te iba a... alegrar... Soy...

La voz se le rompió, y se dio la vuelta para irse, queriendo escaparse lo más lejos posible de ahí. Pero cuando tocó la manilla de la puerta, sintió una mano aferrando su brazo con poca fuerza, y fue obligada a voltearse de un tirón. Vio la expresión de Tomás al fin dar un indicio de emoción, vio sus ojos inundarse de lágrimas y una sonrisa comenzando a formarse en sus labios. Él soltó algo entre una risa y un sollozo antes de tomar el rostro de la chica entre sus manos y chocar sus labios con los de ella. Se besaron durante unos segundos, entre lágrimas saladas de ambos, y luego el hombre se separó.

-¿Cómo no me va a poner contento? -sollozó, acariciándole las mejillas.

-Ay, mi amor... Es que... No me decías nada y... No sabés el miedo que tenía, pensé que te ibas a enojar o...

-¿Cómo me voy a enojar? Yo... no lo puedo creer. Esperanza... vamos a tener un hijo. Vamos... vamos a ser papás. ¡Vamos a ser papás, mi amor, vos y yo, vamos a ser papás!

Ella sonrió por la emoción en las exclamaciones de su marido, sin dejar de llorar. Él la rodeó con los brazos y la alzó, girando sobre sí mismo para darle vueltas en el aire.

-Te amo, te amo, te amo, te amo -canturreaba entre beso y beso que le daba mientras giraba. La dejó en el piso, mirándola con adoración, y bajó su vista hasta su panza durante un momento antes de volver a mirarla a los ojos-. Los amo.

Se agachó, apenas pudiendo ver bien por las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y resbalaban sin parar por su cara, y levantó con las manos temblorosas la remera de la chica. Posó sus labios sobre su vientre, todavía plano, y los dejó ahí por unos segundos, para luego rozarlo con la punta de la nariz, sacudiendo la cabeza para proporcionar una leve caricia. La piel de Esperanza se erizó, mientras sonreía embobada. Cuando volvió a erguirse, ella lo besó con fuerza. Le rodeó el cuello con los brazos, y entrelazó los dedos en su pelo, tirando levemente de él. Cuando se separaron, solo gracias a la necesidad de respirar, el hombre se agachó levemente para apoyar su frente contra la de su esposa, mostrando una sonrisa enorme y deslumbrante.

-Sos lo mejor que me pasó en la vida -susurró, tomándole las manos.

-Vos también sos lo que me pasó en la vida.

Volvieron a besarse. Mientras sus labios y lenguas se entretenían entre sí, Tomás pasó sus manos por debajo de la remera de Esperanza otra vez, dejándolas apoyadas sobre su panza mientras la emoción lo invadía de vuelta y llenaba sus ojos de lágrimas una vez más.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2015 ⏰

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