Prólogo

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Cualquier diccionario define a un 'romántico' como aquella persona que da importancia de más a los sentimientos y a la imaginación, un romántico es etiquetado como sensible, cariñoso, incluso meloso. Las personas a sí mismas llegan a etiquetarse de tal manera, a decirse románticos bajo estos significados, que solo son una superficie ligera del verdadero significado.

Un romántico no solo es amor y felicidad. No son sueños constantes, no es un mundo lleno de imaginación. No son arco-iris y unicornios. Conlleva una de las relaciones más fuertes entre sentimientos, peleas consigo mismo, confusiones que no le permiten decidir con seguridad, falta de confianza, un miedo intenso de no lograr lo que sueña, eso que desea más que su vida misma. Para el romántico cada momento es importante, porque su vida misma es eso... un momento. Y de esos momentos surgen los recuerdos más memorables, eso que la mente recordará con gran nostalgia, dejando al romántico con pavor de no volver a sentirse así.

El romántico no sueña con la pareja perfecta, es consciente de lo imposible y difícil que es el amor. Conoce el sufrimiento que implica, el dolor de los rechazos, la posibilidad de amar a la persona equivocada. Y a pesar de conocer esto, quiere sentirlo y dejarse llevar hasta por el más mínimo impulso de pasión. Al igual que todo, existe esa luz, existe uno de sus objetivos y sueños más grandes. Una vez enamorándose, dejándose llevar, entregándose, amando, es como encontrara a esa persona.

Aquella persona no será perfecta, tendrá defectos, cometerá errores, pero pase lo que pase siempre estará a su lado. Y eso, es lo que el romántico quiere, necesita de alguien sincero, alguien igual de entregado que él, una pieza con quien encaje, necesita un poco de orden en el estilo de vida que lleva, en el desorden mental y sentimental, necesita terminar su búsqueda. Cuando los demás buscan un 'para siempre', él sabe que su vida será corta porque así lo desea, y entonces solo quiere vivir un momento.

Y ese momento debe ser mágico.

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