Capítulo 2.24

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Me siento a ahorcajadas sobre él, se ríe y me toma de la cadera para sentarse. Sus labios atacan los míos con impaciencia, paseo mis manos por su cabello y las arrojo detrás de su cuello, acariciando su espalda con la punta de mis dedos.

—Hace frío. —Arrugo la nariz.

Ross se separa solo un poco de mí, pestañea un par de veces y sé que está pidiendo permiso para seguir adelante o simplemente levantar las cosas y volver a casa. Sin hablar, agarro sus mejillas y lo atraigo hacia mí para besarlo una vez más.

—Te amo.

—Mi chico romántico —murmuro roncamente.

La risa de Ross me alegra por unos segundos y luego me besa tiernamente.

—Yo a ti, Rubio —digo en un murmuro casi inentendible por la dificultad de hablar con sus besos por encima.

Desnudos. Completamente desnudos y enredados. Somos todo nudo de piernas y brazos. Un abrazo compartido, una caricia lenta. Al pie del cielo y respirando el aire que la brisa del mar trae hacia nosotros. En silencio. No hacen falta las palabras, solo las caricias.

Ross pasa su dedo por mi columna una y otra, y otra vez, mientras yo muevo mis dedos formando figuras imaginarias sobre el suave vello de su abdomen.

—¿Tienes sueño? —Pregunta en un bostezo.

Asiento, solo por el simple hecho de que no tengo ganas ni fuerzas para hablar.

Ross acomoda la manta verde para que me cubra bien hasta los hombros y me besa la coronilla. Me quedo allí quieta, esperando a que siga acariciando mi espalda lentamente. Y lo hace. Vuelve a su tarea, en la cual le doy un sobresaliente. Cierro mis ojos y me dispongo a conciliar el sueño, pero Ross se remueve y me envuelve un poco más entre sus brazos.

Las caricias desaparecen.

—Sigue —murmuro.

Ross suelta una pequeña y cansada carcajada, pero retoma el camino de sus dedos por mi columna transportándome así a otra dimensión. Una dimensión oscura y pacífica.

Me remuevo al sentir el toque húmedo en mi cuello. Dos dedos descienden hacia mi cadera y vuelven a subir en repetidas ocasiones. No tengo ganas de abrir los ojos, pero estoy despierta, luchando entre la línea del sueño que me llama con euforia y la vida real, donde mi esposo riega mi piel con besos húmedos.

—Despierta —susurra.

Pronto siento su voz en mi oído, luego un beso y más tarde tira del lóbulo de mi oreja. Gruño e intento moverme, pero sus brazos me aprisionan y me colocan en su pecho.

—Tenemos que volver a la casa.

—No quiero.

Una risa ronca se escapa de sus labios.

—Voy a prepararte el desayuno y luego podemos volver a la cama.

Sonrío somnolienta. Me planta un beso en los labios.

—¿Si?¿Vamos?

El frío recorre mi cuerpo de arriba abajo cuando Lynch me despoja de las mantas. Gruño enojada e intento, en un acto fallido, buscar mantas para cubrirme. Mi pijama cae sobre mi rostro cuando Ross se ríe. En vano, sigo buscando mantas. Pero me rindo de inmediato sabiendo que mi esposo debe de reírse de lo ridícula que me veo desde otro plano.

—Maldito cabrón.

Me coloco el pijama a regañadientes mientras la poca claridad me sega los ojos.

—Vamos, ______. Mueve ese bien formado trasero.

El calor de la casa me inunda de inmediato. Afuera hace demasiado frío para ser verano. Ross tira las mantas a un costado de la puerta, entra a la cocina y yo me quedo adormilada contra la pared viendo qué es lo que hace.

—¿Aún tienes sueño?

Asiento lentamente y cierro los ojos.

—¿Cómo es que tú no tienes?

—Me desperté hace media hora.

Frunzo el ceño.

—¿Y eso por qué?

Se encoje de hombros.

—Me gusta verte dormir.

Sonrío, pero sé que no ha llegado la felicidad no ha llegado hasta mi mirada enternecida porque está cargada de sueño y cansancio. ¿Qué hora es? Alzo la mirada al microondas y este marca las 6 a.m, ¿qué carajos hago yo despierta a esta maldita hora?

Ross se mueve por la cocina como lo hace en nuestra casa. Pone café a hacerse en la cafetera y luego corta fruta. Yo sigo observándolo desde la puerta, sus ojos se dirigen de vez en cuando hacia mí para cerciorarse o que sigo ahí o si estoy despierta. Luego procedo a sentarme en una banqueta de la isla y lo observo más de cerca. Mis sentidos van cobrando vida y el sueño se quita lentamente de mi cuerpo. Se hace a un lado, yéndose muy de a poco.

Ross coloca el plato con trocitos de fruta y toma un pedazo de frutilla, se lo lleva a la boca y voltea a buscar el café.

—¿Mami?

Ashley se frota ambos ojos con las manos hechas un puño y nos contempla desde la puerta de la cocina. Ross sonríe y deja las dos tazas sobre la mesada para ir a por nuestra niña. La toma en brazos y besa su mejilla rosadita.

—¿Cómo dormiste, Ash?

—Ben. —Se acomoda sobre el hombro de Ross—. Teno hambe.

Ross la sienta a mí lado, ella se cruza de brazos y apoya su cabecita entre ellos. Le beso la mejilla, ella cierra los ojos y me sonríe.

—Hola, princesa.

—Hola, mami.

Ross coloca la taza de café humeante enfrente de mí, le doy las gracias y él me sonríe. Luego deja su taza a mí lado y voltea a tomar un tazón, busca la leche en la heladera y la deja frente a Ashley, coloca el tazón frente a ella y rodea la isla para sentarse a mí lado.

—Muy buen trabajo, señor Lynch —le digo sonriendo.

—Ya sabes, yo soy así. —Se encoje de hombros y sonríe divertido—. Lo que hago, lo hago perfecto.

—Eso me lo has demostrado anoche. —Desvío la mirada.

Ross se ríe.

—¿Papi? ¿Los cereales?

—No tan perfecto. —Me río y me pongo de pie.

Ross rueda los ojos soltando una carcajada.

—Aquí tienes, Ash.

Coloco la caja de cereales de colores frente a ella. Los tira dentro de su tazón y pide ayuda para echarles leche.

—¿Qué quieren hacer hoy?

Ashley toma un poco de cereal con su cuchara y voltea a ver a su papá.

—Playa, papi.

Ross concuerda con un asentimiento de cabeza.

La paz pronto se acaba cuando aparece Megan y luego Austin. Adiós al café caliente, nuevamente siendo una madre.


La Bella & La Bestia (Ross Lynch & Tú) ||1 y 2 Temporada|| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora