Cualquiera diría que era idiota por llevar parte de la mañana buscando a dos mujeres mayores, y que aún no les hubiera dado alcance.
Verdaderamente era ridículo, pensó soltando el aire con cierta frustración en medio de un mar de flores color amatista.
Dios, con tanto paseo arriba y abajo, comenzaba a necesitar una ducha. Aquel día el sol estaba apretando bastante.
Volvió a mirar una vez más a su alrededor, para cerrar por un segundo los ojos y alzar el rostro al cielo, dejándose acariciar por la suave brisa que pasaba en aquel momento, con cierto olor a mar.
Allí, es donde debería de estar y no en la búsqueda perdida de la sabia loca de la familia. Tumbada bajo los cálidos rayos del sol, para recuperar energía y de paso, coger un bonito tono de piel. Aparte de poder lucir el atrevido traje de baño que había adquirido, en un loco impulso en una conocida boutique.
Pero por el momento no lo veía posible. Algo estaba ocurriendo en aquella isla, que solo le afectaba a ella. Y quien podía darle más pistas y advertirle si era algo peligroso, era la vieja bruja de Simone.
Pero por algo que se escapaba a toda lógica, no lograba darle caza.
Salió hacia el camino de grava, para dirigirse hacia una parte del jardín que ya conocía y que tal vez, podía hallar allí a la mujer. Pues fue donde ocurrió la charla el día anterior, que para los ojos de los demás no había tenido lugar.
Recordaba como le había aconsejado que se abandonara a todo. Y al hacerlo, ella había descubierto un arco con unas escaleras de piedra que te conducían a una cala pequeña. Donde había sentido por su cuerpo la necesidad de bailarle a la luna, desnudándose y sentir de ese modo la conexión con la naturaleza y todo su alrededor.
Como no, recordó con una divertida sonrisa, al único testigo de su baile desenfrenado. Alguien que sabía que no tendrían en cuenta por su inocencia, si se le ocurría describir lo que había visto.
¿Y sí, aquel era el único lugar en donde tal vez podía captar las respuestas a lo sucedido?
Apremiando sus pasos, redujo el recorrido en apenas unos minutos. Pudiendo comprobar que volvía a ser la única que caminaba por allí.Suponía que la gente se hallaría repartida por las demás playas y mercadillos artesanales para los turistas.
Con paso más relajado, se acercó al muro de piedra cubierto por los arbustos y con mirada de lince, buscó el arco oculto por miles de flores.
Diez minutos después, caminaba hacia el centro de la cala con paso relajado, deteniéndose en el mismo lugar que lo hizo la otra noche. Llevándose la sorpresa, de que nuevamente no era la única que se hallaba en aquella solitaria cala.
A sus pies, había unas chanclas de color rojo y negro, con el logotipo famoso de una casa de surferos.
De forma veloz, volteó los ojos hacia el agua y con mirada escrutadora, intentó saber donde se hallaba el dueño de las chanclas.
¡Y lo vio! Pero no como esperaba.
El surfista se hallaba boca abajo cerca de la orilla, junto a su tabla colorida. Obvio, que aquella postura indicaba que se hallaba inconsciente a causa de algún accidente.
Soltando sus propios zapatos, corrió adentrándose en la fresca agua, para intentar socorrerlo mientras rezaba porque no fuera demasiado tarde. Teniendo la suerte, de hacer cómodamente pie en el agua, para poder agarrarlo y arrastrarlo de forma cómoda y rápida a la orilla.
Una vez allí, con falta de aliento lo volteó hacia arriba, comprobando que se trataba de un joven que no pasaría de los dieciséis años.
Su primer fallo, fue no detenerse a comprobar si tenía pulsaciones. Si lo hubiera hecho, se habría evitado cierto bochorno, cuando sus labios hicieron contacto con los fríos y salados del joven, quien ante el contacto abrió sus ojos con gran estupefacción.
Solo supo soltar una ahogada exclamación, al tiempo que reculaba unos centímetros hacia atrás, para quedarse observando detenidamente al chico.
Qué extraño, tenía la vaga sensación de conocerlo.
-Entonces no fue un sueño... -Balbuceó el chico sin apartar los ojos de ella, tras haberse incorporado en la arena-. Vuelvo a toparme contigo...
Rosalie frunció el ceño, comprendiendo que aquello no era normal.
-¿No me recuerdas? –Se puso de rodillas dejando apenas un palmo entre ellos.
Aún se sentía rara por lo ocurrido, como para poder procesar de forma correcta, en donde lo había conocido. No saliendo de su incredulidad, al notar la personalidad y aspecto difíciles de olvidar que dominaban al joven.
Ya se veía cuan atractivo iba a resultar de mayor y con la seguridad que se movería por la vida, al verse tan seguro y relajado.
¿Entonces, por qué demonios no lo recordaba?
-Llevo muchos años diciéndome que lo que vi aquella noche, no fue fruto de mi imaginación.
Allí, ya se puso tensa y se levantó de sopetón a causa de aquellas palabras.
-No has cambiado nada... -Siguió hablando, alzándose también y quedando a la altura de su barbilla-. ¿Eres una ninfa del mar?
¡No!
Exclamó en silencio, al tiempo que su respiración se hacía más continua y acelerada. Sin poder evitar, el que su mirada pudiera compararse con las de una lechuza.
Imposible, delante de sí tenía al chico que la vio bailar.
Pero, pero... Era un niño. Y ahora, era un chaval adolescente.
¿Qué demonios ocurría allí? ¿Y por qué con él? Tenía que hallar a Simone.
-Debo irme, yo... -No sabía que decir. Solo se sentía asustada y con ganas de salir corriendo.
-Espera...
Pero no lo hizo. Sin coger sus zapatos se alejó a grandes zancadas, escuchando como el joven iba tras ella intentando darle alcance. Con un último impulso, apretó más el paso al llegar a las escaleras y pudo poner algo más de distancia entre ellos. Sintiendo la necesidad de cuando piso el último escalón, girarse a mirarlo para poder observar como de pronto éste se desvanecía en el aire cuando llegaba también al mismo sitio que ella.
***
Jason se hallaba sentado en la sala de reuniones esperando a que llegara su cita en compañía de su amigo. Cuando comenzó a estornudar varias veces de forma exagerada y de pronto, un pinchazo en la sien, le hizo quedarse quieto en el lugar. Ahora tenia un nuevo recuerdo en la mente, que no recordaba haberlo tenido antes.
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Mágia Y Amor
RomanceNada puede salir bien, cuando tienes una abuela o bisabuela, según la parte que te toque y ésta, resulte tener cierto sexto sentido para la vida. Hasta aquí, medio bien... Pero cuando resulta, que es la indicada en encaminarte hacia los caminos de...