-De nuevo a vivir la adolescencia, menudo fastidio –Protestaba con gran hastío, mientras se inspeccionaba de forma minuciosa, comprobando que volvía a ser aquella chica insegura. Salvando que su mente, era la de una adulta... ¿O tenía los recuerdos de una vida adulta?-. Maldita sea
-¿Dónde ocultas tus alas? –Preguntó con gran curiosidad el joven, sacándola de sus pensamientos.
Rosalie, se giró echando chispas con los brazos en jarra, para atacar con cierto enfado al chico de sus pesadillas.
-¡No hagas que tenga que volver a explicarte que no soy ni un hada, duende, ni Lucifer! –Vociferó como un ogro, dándole toques en el pecho con su dedo índice mientras él, comenzaba a mostrar esa peculiar sonrisa que tenía el Jason de su vida presente, esa que la sacaba de quicio sin saber por qué.
-¡Hay otro encuentro que por lo visto yo no recuerdo! –Se apresuró a señalar sorprendido por sus palabras.
Se quedó por un momento sin palabras, insultándose por idiota.
-¡Diantres! –Gruñó comenzando a caminar sin rumbo alguno, seguida por Jason con sonrisa divertida-. Vas alguna vez ha dejarme de sonreír de esa manera.
-Explícame todo –Se alzó de hombros.
-¡Es que en realidad hay muy poco que explicar! –Detuvo sus pasos, para seguir hablándole con cierto enfado.
-No me lo creo –Sus ojos brillaban con emoción-. Es imposible, que tengas poco que contarme. Después de aquel segundo encuentro en la playa –Se calló un segundo frunciendo el ceño-. Acabo de darme cuenta, que siempre apareces en ésta fecha. Un día de celebración en la isla... ¿sólo puede ser ese día? ¿Y por qué no cada año? No sabes, el tiempo que llevo pensando en ti.
-No puedo responderte Jason –Dijo con sinceridad, y observando con detenimiento una faceta que desconocía en él-. Yo también busco esas respuestas.
-Creo que nunca te dije mi nombre –Indicó con cierta meditación-. Muy bien chica del tiempo...
-Rosalie –Soltó con un suspiro lleno de fastidio-. Prefiero no poner motes, en situaciones confusas.
Jason sonrió y asintió con la cabeza.
-Dime Rosalie –Volvió a comenzar-. ¿Cómo sabes mi nombre?
-Es muy largo y complicado de explicar –Hizo una mueca con sus labios.
-Soy joven –Chascó la lengua-, creo que voy sobrado de tiempo libre. Siempre y cuando, no vuelvas a desvanecerte.
-Eso, tampoco lo puedo controlar –Se hundió de hombros-. De verdad, que yo se más o menos lo mismo que tú –Empezó hablar con tono pausado, meditando como contar lo que ocurría-. Ciertamente, yo a ti te conozco, pero no solo de esos dos encuentros misteriosos.
-Creo, que sería mejor ir a un lugar más confortable –La interrumpió para cogerla de la mano con suavidad-. ¿Has cenado? –Rosalie negó con su cabeza-. Yo tampoco, y se me ocurre una muy buena idea, para la noche que es... -Dijo con tono picarón y un sensual guiño de ojos. Que volvió a recordarle al hombre de su presente, causando que asomara un leve sonrojo en sus mejillas, mientras observaba como la llevaba por un pasillo, hasta llegar a la zona de servicios. Allí, cogió rumbo a la cocina. Donde pudo observar como hablaba con uno de los cocineros y entre los dos, organizaban una especie de picnic siendo depositado en una bolsa rectangular de tela frigorífica.
A pesar de hallarse metida en un buen lío, al no saber cómo solventar su situación actual, se sentía bien. Tranquila... Gracias a que él, estaba allí.
Observó como volvió junto a ella, cargando con la bolsa para agarrarla con su otra mano libre, y volver a conducirla por los pasillos.
Unos diez minutos después, aún seguían en una parte que correspondía a la zona de servicios. Pero cuando subieron por unas escaleras, alumbradas de forma tenue, no pudo evitar de soltar un leve gemido de asombro.
Al llegar arriba, ante sus ojos, podía decirse que había aparecido la terraza perfecta para una mujer.
Se trataba de una pequeña habitación, de unos quince metros cuadrados aproximadamente, con un sofá de tres plazas color verde botella acompañado de una mesa de hierro forjado pequeñita, posicionados enfrente de una antigua chimenea de piedra. Envueltos por tres paredes repletas de estantes, en donde te encontrabas libros de todos los tamaños y cestas de mimbre, repletas de ovillos de lana. Pero la cuarta pared, la frontal, te llevaba a un lugar especial. Ésta, era totalmente de cristal. Dejándote apreciar la belleza de un precioso jardín en lo alto de un terrado.
-¿Te gusta? –Preguntó él con voz sensible.
-Es el lugar perfecto, para aislarte –Dijo con voz ensoñadora-. Solo le falta un telescopio, para poder ver las estrellas de cerca.
-Yo también lo creía así –Habló con voz pensativa-, pero acabo de saber, el porqué cuando mi padre le hizo éste rincón a mi madre, no se puso un telescopio... Ella era su estrella... -Siseó, mirando embobado a la joven, quien bajaba la mirada tímida al suelo, para caminar con paso dubitativo al exterior, a la noche envuelta de flores.
-¿Siguen vivos? –Se atrevió a preguntar.
-Sí –Sonrió-. Y tan enamorados como el primer día –Callaron unos segundos-. Se trata de magia, ahora lo comprendo... Siempre ha sido ella.
Rosalie, lo miró con el ceño fruncido.
-Descríbeme lo que quieres decir con tanta seguridad.
Fue cuando el chico volvió a sonreír de aquella manera, que le alteraba el sistema nervioso.
-Mí querida abuela –Dijo soltando un suspiro-. Ella, me explicaba siempre unas historias. Pero ahora veo, que no eran fábulas.
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Mágia Y Amor
RomansaNada puede salir bien, cuando tienes una abuela o bisabuela, según la parte que te toque y ésta, resulte tener cierto sexto sentido para la vida. Hasta aquí, medio bien... Pero cuando resulta, que es la indicada en encaminarte hacia los caminos de...