Capítulo 4: El desván.

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Después de la dolorosa muerte de Marcos, decidimos recorrer la azotea, para comprobar que no había ningún Caminante y para buscar una salida segura. No sabíamos lo mal que estaban ahí afuera las cosas, así que nos impresionó un montón lo que vimos: Edificios en llamas, Caminantes por todos los rincones de la ciudad, cadáveres por cada acera y carretera.. Fue muy impactante ver que las calles y edificios que hacía varias horas estaban en perfecto estado, ahora estuviesen completamente en ruinas. 

Decidimos correr hacia una esquina de la azotea, que tenía otras escaleras de emergencia. Bajamos rápidamente por ellas y llegamos al suelo del patio interior. Velozmente corrimos hacia una puerta y nos agachamos, para que los monstruos no nos viesen. Abrimos muy despacio la puerta, pero esta, como era vieja, chirrió. Todos nos quedamos paralizados, ya que todos los Zombies empezaron a mirar y a desplazarse hacia la ubicación donde estábamos nosotros:

-¡CORRED! -Grito Amalia.

-No puedo, estoy agotada.- Dijo sin esperanzas Angélica.

-¡Un esfuerzo más!- Animé a Angélica.

Empezamos a correr, matando a los Zombies que se nos ponían de por medio. Y al fin, conseguimos salir del maldito Instituto, aunque no sé que fue mejor, si salir o estar dentro encerrados, porque las calles estaban llena de Ellos. Así que, seguimos corriendo hasta llegar a una casa cercana. Aparentemente estaba completamente vacía (de muertos y personas vivas). Era una casa nueva, con la fachada de color blanco y amplios ventanales en cada pared. Era muy luminosa. Entramos rompiendo la puerta e inspeccionamos bien, en busca de provisiones y armas para defendernos mejor. Encontramos varios Rifles y pistolas de gran calibre, espadas y machetes. Nos venía de perlas. 

Cuando por fin nos acomodamos, escuchamos un gran ruido que provenía del desván. Alba, Álvaro y yo subimos con cuidado, para investigar que era ese escalofriante sonido:

-¿Qué puede ser? -Dijo Alba en tono asustadizo.

-Será el viento o algo parecido.-Comenté para tranquilizarla.

-O Caminantes en busca de comida. -Dijo Álvaro excitado.

-¡Si son Caminantes, te los cargas tu!

-Pues claro, debo entrenar, como deberías hacer tú, Alba. -Dijo burlándose de ella.

-Estúpido. -Le dijo mientras le golpeaba el brazo.

Llegamos al desván y tranquilamente lo abrí, mientras que Álvaro y Alba me cubrían, por si eran Ellos y se me abalanzaban. Todo estaba muy oscuro y hacía frió en su interior. Le pedí a Alba que me diese una linterna para poder entrar. En el momento en que la tuve, me introduje en la húmeda habitación. Cuando estaba buscando pruebas del sonido que escuchamos, se me apagó la luz de la linterna. Se me aceleró el corazón. Intentaba encontrar la salida para volver, y palpé algo. Era membranoso y olía fatal. 

Alguien me agarro del brazo y algo me lamió.

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