|Pieza musical número cinco|

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|Estaciones|

«The hopelessly romantic notion that two people can meet and instantly fall in love, an escape story where love is the highest law and conquers all against the odd, 'Robbers'.»
—Matthew Timothy Healy

Se estaban preparando.
El tren avanzaba a paso lento, como pulsos delicados.
Justo como sus corazones lo hacían en esos momentos.

Marcaban los números negros de su calendario impreso, mientras tomaban con dulzura, una taza de café.

Faltaba una semana para cumplir su enlace.

Con las esperanzas a flote, en sus sueños veían aquellos anillos blancos en los dedos de sus manos, como si fueran a tocarlos. Cerraban sus ojos, y él la veía caminar con un ramo de rosas rojas a la par de la música nupcial.
Y aunque ella estuviera a su lado, aún la sentía ausente, distante, pero presente.

Ella, recargó su cabellos dorados a causa de los rayos de sol, sobre su hombro y durmió como nunca lo había hecho antes. Cerró su libro, guardando su pluma y poniendo la marca de papel en la página número 102.

Él, marchaba hacia su próximo concierto en Roma. Su último concierto, antes de cumplir su mayor ilusión.

Del aquel tren, salía humo, como de la boca de él. Se desprendían sueños, sueños locos, que te llevaban y te regresaban en un viaje efímero.
Los bocadillos, y ese sonido correspondido al avanzar, te hacían creer que estabas en otra vida. Y es que, ellos sentían esa sensación de deseo y anhelo al estar juntos.

Sus respiraciones marcaban un ritmo desigual.
Ella, veía las páginas de su libro, cambiaba con sútil delicadeza cada hoja, y pasaba a la siguiente, anotaba.
Él, manchaba sus dedos con tinta negra, y escribía sonidos y silencios con un compás inspirado en la chica que estaba sentada a su lado.

El humo sesó en segundos, y una Roma fresca los invadió en minutos. Ambos sonrieron, como queriendo saber más.
Mientras tomaban su equipaje, esperaron a un vehículo que los llevaría a un hotel cerca del centro de la ciudad, y los alojaría justo a cinco cuadras de aquel gran teatro en el que tocaría Matthew Healy esa misma noche.

Recorrieron la ciudad con pasos rápidos. Tomaron tazas con chocolate y una pizza bien caliente.

Él, estaba sumamente nervioso, «¿le agradará?», pensaba, sumido en sus pensamientos, tratando de preparar a sus manos para lo que ya venía.

Salieron de la ciudad, y él tomó rumbo hacia el teatro para hacer su soundcheck un par de horas antes del concierto.
Por otra parte, mientras él afinaba partituras y medía las variaciones de sonido, ella optó por dar un paseo más largo por esa Roma y escribir un poco acerca de lo que veía. Después de todo, justo a las ocho de esa misma noche, visitaría otro de sus conciertos, justo como la primera vez que se conocieron.
Hizo algunas fotografías con esa cámara antigua que tanto adoraba y las imprimió para poder sumarlas a los recuerdos de sus viajes por algunas partes del mundo. Estaba lista.

Se posó justo enfrente del teatro con un vestido de seda largo, entregando su boleta hacia la primera fila. Vio a Healy de lejos, justo atrás del telón rojo; su smokin había sido arruinado por ese moño chueco en la parte inferior de su cuello. Rió al notar aquello, ella siempre lo acomodaba, ya que él, siempre lo llevaba de un lado u otro.
Esta vez, no podía acercarse más, ya que, era parte de esa pequeña sección del público especial.
Dejó de mirarlo por un momento, y abrió su bolsillo para poder sacar su libro preferido. Cruzó dos de sus dedos y comenzó a leer aquel libro.

«Elysian» ||M.H|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora