|Pieza musical número seis|

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|Infinidad
o El Secreto de Amar|

«...»

¿Has sentido agonía o desesperación? Esa impotencia que te hace llorar. No poder hacer nada. Quedarte quieta. Sin fuerzas.
Yo lo he sentido desde hace dos meses y dos semanas.

Sientes punzadas y deseas dormir para siempre, quieres romper todo a tu alrededor, quieres destrozarlo todo. Quieres que esa razón que te impulsa a ser así, no sea más como es. Quieres que sea libre, pero también la quieres para ti.

El sufrimiento es ahora lo que nos describe a los dos. También las lágrimas. Y la impotencia. Porque los dos sufrimos. Ese suplicio que nos llena a los dos, mata.
Mi mal es verlo sufrir. Su mal, es estar sufriendo.

Aunque también hay amor. Tal vez, es esa sensación, ese placer o esos anhelos los que nos mantienen despiertos.

Tengo una sola cosa en mi mente: disfrutar cada segundo al lado de Matthew. No importa si es para bien o mal. Para mí, tener a esa persona a tu lado, sin pensar en las circunstancias, es lo que realmente te hace ser una persona que ama.
Te convierte en un ser único. Que ama. Que disfruta.

Así han sido estos meses. Sufrimiento y amor mezclados. Sacrificios, pero también recompensas. Amor. Mucho amor.

Quiero más tiempo junto a él, quiero que se alargue su presencia junto a mí. Pero quiero que él descanse, que deje de sufrir.

[...]

Ella.
Puedo sentir su olor, su presencia, y su silueta encantadora.
Recuerdo el día en Roma. Pasamos aquel día vagando por las extensas calles de la ciudad, con abrazos, con nuestras manos.
Después continué con mi piano. Con mi voz hacia ella, y ella cáptandola con sus oídos. Era una conexión. Pero terminó, se rompió y nunca regresó.

Aún tengo en mi mente las escenas. Primero sucedió todo borroso, dejé de tocar y cantar, se volvió todo negro, y después la vi a ella. La vi con el vestido largo que traía consigo esa noche. La vi, como siempre preciosa. Tenía su anillo puesto.

Horas después, abrí mis ojos en un quirófano.
Oía voces, no sabía lo que pasaba y todo parecía confuso. Sólo lo relacioné con las migrañas que me asechaban a diario junto con la vista borrosa en algún tiempo del día. Nunca presté atención, hasta ese día.
Sabía que pasaba algo serio, y que no quedaría mucho tiempo.

Duré algunos segundos presente, pero me sentía débil, y sólo oía a mi subconsciente.

Tenía miedo. Miedo de no volverla a ver, de no sentir su cuerpo de nuevo, su alma, sus sentimientos.

Sentí que pasaron días, aunque fueran horas, y aún con mis ojos cerrados, podía sentirlo todo. Dolía.

Desperté en una habitación blanca, junto a ella.
Hablamos y le pedí que nos casáramos.
De inmediato.
Mi razón: no quedaba tiempo.
Sentía que un demonio me consumía por dentro hasta dejarme muerto.
Una semana antes de nuestra boda, caí en esta enfermedad.
Y es que, yo me resigné, quería luchar por ella, pero desde el primer día, justo en el quirófano, sabía que todo estaba perdido. Sentí a la enfermedad sobre mí.

Justo después, la abracé.
No quería soltarla, no quería perderla. La quería para siempre conmigo, y aunque yo estuviera cansado, su amor es el que me daría las fuerzas.

«Elysian» ||M.H|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora