Epílogo

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Estacioné el auto apenas vi una plaza libre frente a la tienda, media hora antes de lo acordado, pero no me molestaba tener que esperar

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Estacioné el auto apenas vi una plaza libre frente a la tienda, media hora antes de lo acordado, pero no me molestaba tener que esperar. De hecho me había asegurado de llegar antes por una razón.

Sonreí mientras valoraba mi buen aspecto en el espejo retrovisor. Mi cabello peinado de forma impecable, mi rostro tan perfecto como siempre. Asentí de forma aprobatoria y bajé del auto, mirando las calles casi llenas de Seúl un viernes por la tarde.

Las multitudes no me molestaban, estaba acostumbrado a ellas, aunque debía admitir que durante algún tiempo fueron de verdad odiosas. Sobre todo porque lo eran para él, tan poco acostumbrado a la vida en la ciudad. Me hacía feliz comprobar que ya no era así.

Empujé la puerta de la tienda de manga y entré, echándole un vistazo al mostrador apenas puse un pie dentro, pero ahí sólo estaba el gerente, el cual me saludó al pasar. Había ido las suficientes veces como para ser conocido ya.

Imaginé donde estaría él, así que me adentré al interior del local de tres largas zancadas, no tardando nada en encontrarle.

Estaba de rodillas con un par de cajas de cartón al lado, acomodando tomos nuevos por lo que veía. No pude dejar de reír interiormente al ver donde me hallaba. La sección del yaoi. Muy apropiado a decir verdad.

Y entonces me enfoqué en él. En mi dulce y hermoso novio. En su piel blanca que hacia un bello contraste con el uniforme naranja del negocio; en su esbeltez, en sus manos que eran capaces de generar emotivas melodías y en su cabello, teñido de un rubio pálido. Había sido idea de Soo Min por lo que él mismo me había contado, pero no me quejaba. Sung Jong ya era hermoso con su castaño natural, pero el llevar su cabellera dorada le hacia parecer un ángel. Una criatura demasiado perfecta y hermosa como para ser real. Y que, sin embargo, lo era. Y mejor aún, era mío. Mi dulce y hermoso novio.

Le miré en silencio mientras trabajaba, sin hacer el menor intento de descubrir mi presencia.

Habían pasado nueve meses desde aquella funesta noche en que la casa de los Lee había ardido hasta los cimientos. Los bomberos habían ido tan rápido como les era posible, pero eso no había cambiado los hechos.

Fruncí el ceño al recordar lo ocurrido posteriormente. La estadía en el hospital por parte de Soo Min y más tarde de Sung Kyu y Sung Jong, siendo ambos donadores de la gemela, la cual había perdido tal cantidad de sangre que los médicos estaban sorprendidos de que hubiese sobrevivido hasta llegar al hospital.

Habían sido días difíciles. Aún podía recordar a Woo Hyun discutiendo constantemente con Sung Kyu en su afán de cubrir la cuenta del hospital y de alojarlos a todos en su casa. Yo mismo lo propuse, pero los tres hermanos, Hoya y Sung Yeol se habían negado, argumentando que no eran ningunos aprovechados, que ellos podrían encargarse de todo. Y lo habían hecho. No iba a negarlo y desmeritar su valía. Claro que luchar contra las ganas que tenía de darle a Sung Jong cada cosa que tenía había sido en verdad difícil.

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