c u a t r o

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-¿Jos? -dije abriendo los ojos como platos. El corazón comenzó a latirme fuertemente contra las costillas. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí?

Lucía diferente. Sus ojos lucían cansados, su cuerpo derrotado y sus manos movían nerviosamente el bastón blanco de un lado a otro pero aún así lucía terriblemente atractivo.

Llevaba unos vaqueros ajustados y un jersey de color azul marino. Su cabello estaba más alborotado de lo normal y sus ojos parecían más mieles que otros días. Quizás era porque no se encontraba en la penumbra de su habitación.

Me levanté del suelo lo más rápido que pude y me obligué a despertar de la ensoñación en la que me encontraba cuando lo veía y tartamudeé.

-¿Q-Qué haces aquí?

Él hizo una mueca de indecisión que me pareció extrañamente encantadora. ¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué no podía seguir horriblemente furiosa con él como lo estaba hacía unos días?

-¡______! -la voz de Marina, seguido de la campanilla de la entrada, me sobresaltaron casi tanto como la presencia de Jos en la tienda.

-Mi madre me trajo. -dijo Jos haciendo una mueca.

Una punzada de decepción me recorrió el cuerpo mientras fingía una sonrisa delante de Marina. Seguramente Marina venía a visitar a mi madre y había obligado a Jos a venir aquí.

-Oh... -articulé. -, mi mamá no está, Marina.

-Ella frunció el entrecejo confundida mientras decía -Sólo vine a dejar a Jos. Tiene que hablar contigo; vendré a recogerlo más tarde, ¿Está bien?

Alcé las cejas con sorpresa y asombro. Esperaba todo menos eso. ¿Sobre qué tendría Jos que hablar conmigo?

-C-Claro -tartamudeé.

Estaba segura que, probablemente, estaba más sonrojada que de costumbre. Rodeé la vitrina y me coloqué junto a Jos, insegura de tomarle la mano para guiarlo a la silla en la que yo me encontraba sentada hacía unos minutos, pero el buscó a tientas mi mano y yo se la di.

Marina me dirigió una sonrisa que no pude descifrar y salió del local haciendo sonar la campanilla. Lo dirigí hacia el otro lado de la vitrina y lo hice sentarse.

Nos quedamos en silencio unos instantes. Era realmente incómodo haber querido decirle tantas cosas éstos días, y no tener el valor de decir ni una sola de ellas ahora que lo tenía frente a mí. Los ojos de Jos bailaban de un lado a otro nerviosos. Sabía que no podia ver, pero su mirada lucía nerviosa.

Apretó el bastón entre los dedos y dijo en voz baja. -Tenía mucho tiempo sin salir de mi habitación.

Aquel comentario me tomó por sorpresa completamente. -¿De verdad? -pregunté frunciendo el ceño.

Jos sonrió tristemente. -Cuando tu vida cambia de forma tan radical, lo que menos quieres es que la gente que solía conocerte te vea. No quería que me preguntaran que me había pasado, así que decidí no salir más. -dijo encogiéndose de hombros intentando restarle importancia a su comentario pero podía escuchar el dolor escondido en su voz .

Fruncí el ceo. Sé que debí haber dicho algo alentador, pero lo único que salió de mis labios fue un cruel y estúpido comentario. -¡Qué inmaduro!

Me llevé una mano a la boca cubriéndola por haber dicho semejante estupidez, pero él no se molestó como creí que lo haría.

-Tengo diecinueve años. ______. No esperes que actúe con madurez. Nunca he sido maduro y me temo que nunca podré serlo. -dijo en voz baja.

-Una media sonrisa tiró de mis labios.

-La madurez no te la dan los años, sino las experiencias. -dije.

-A veces suelo comportarme como un niño de cinco años... -dijo sonriendo con diversión -, ya sabes. Suelo lanzar zapatos al aire y cosas así.

La sonrisa de mis labios se ensanchó.

-Las rabietas de un niño de cinco años no son lo mío. -admití.

-Pude notarlo -suspiró. -, escucha, ______. Lamento mucho haber sido un idiota. No era mi intención hablarte como lo hice pero, estaba molesto... -su mirada se tornó triste y un pequeño puchero, que me arrancó una sonrisa tierna, se formó en su boca -, creí que, por fin, podría hacer cosas por mi cuenta, como levantarme y prender el televisor, y..., caí. Volví a sentirme un verdadero inútil.

-No fue tu culpa -dije en voz baja.

-Tampoco la tuya -dijo alzando las cejas -, y sin embargo, te culpé.

Aquello me tomó por sorpresa completamente.

-¿M-Me culpaste? -tartamudeé asombrada. Él asintió.

-Te culpé por devolverme una fe que no debía tener. Te culpé por hacerme querer levantarme de la cama y hacer otra cosa que no fuera esperar a que cayera la noche para morir más pronto. -suspiró pesadamente.

Bajé la mirada un instante mientras meditaba sus palabras. -¿Crees en el destino? -pregunté en voz baja.

Jos inclinó la cabeza hacia un lado mientras fruncía el ceño con confusión. -¿A qué viene eso? -dijo.

-¿Crees o no en el destino, Jos? -pregunté nuevamente.

Él lo pensó un instante...

-Sí. -respondió al fin.

-Mi madre siempre me ha dicho que, las casualidades, no existen. Que la vida siempre te pone en el lugar correcto, a la hora correcta, por el motivo correcto. Quizás esto solo sea destino... -suspiré y añadí. -, el que tú y yo estemos aquí, quiero decir.

Jos sonrió tristemente.

-El destino puso en tu camino a un chico con muchos problemas. -dijo.

-El destino puso en tu camino a una chica que sabe afrontar los problemas con mucha destreza. -me mofé. Por primera vez en todo el tiempo que llevábamos hablando, una sonrisa se dibujo en su rostro. Una sincera. Aquella que marcaba los hoyuelos de sus mejillas y hacía brillar sus preciosos ojos.





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¡PERDÓN POR TARDAR TANTO EN SUBIR, DE VERDAD PERDON!

Tenía exámenes parciales y bue :(


Though I can't see you | Jos Canela a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora