d i e c i s é i s

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Todo el domingo estuve bajo observación médica.

Mi ataque severo de asma me había provocado réplicas menos intensas pero los médicos, mi madre y Marina, se rehusaban a dejarme levantar de la camilla sin estar seguros de que me encontraba bien.

Lo único que quería era estar cerca de Jos.

Nadie había pasado a verlo y su situación no había empeorado. Seguía grave, pero estable y eso, en parte era bueno.

Alonso, por otro lado, mostraba mejorías. Aún no despertaba de su operación, pero estaba fuera de peligro.

Los pensamientos acerca de lo que pudo haber pasado no me dejaban tranquila y la información llegaba a mí a cuenta gotas. Sabía que una camioneta los había golpeado en el camino rumbo al hotel donde se hospedaban y una punzada de coraje me invadió al pensar que, quizás, habían bebido.

El coraje se disipó cuando Marina me dijo que los análisis de sangre habían salido completamente limpios. Ninguno de los dos había ingerido alcohol; el conductor de la otra camioneta, en cambio, había estado muy borracho y se encontraba grave en otro hospital.

Estaba desesperada por salir de aquellas cuatro paredes. Sabía que no iba a ser de mucha ayuda afuera, en los pasillos, pero no quería estar aquí cuando Jos despertara.

No fue hasta el martes que me dieron de alta y pude deambular por los pasillos del hospital junto con Liz y Mía.

La madrugada del miércoles, todos recibimos la fabulosa noticia de que Alonso había despertado.

Columba fue la primera en pasar a verlo, y yo me quedé con Liz intentando tranquilizarla. Estaba ansiosa por verlo. Una punzada de envidia cruzó mi pecho; daría lo que fuera por que Jos mejorara, sin embargo, estaba igual que antes. Lo acababan de ingresar a una sala para hacerle una tomografía y verificar que no hubiera daño cerebral que le impidiera despertar y Marina les contó de la inflamación en su lóbulo occipital, para que no se alarmaran.

Liz desapareció por el pasillo después de que Martino salió de la habitación de Alonso y suspiré con un poco de alivio al saber que, por fin, Alonso estaba bien y que alguien iba a contarnos lo sucedido.

Mía y yo nos habíamos vuelto más cercanas de lo que éramos y agradecía alguien con quien pasar el rato ahí dentro. No había ido a la universidad en todo lo que iba de la semana y no me importaba; quería estar ahí cuando Jos despertara.

- ¿Familiares del paciente José Miguel Canela? -dijo la voz del médico que atendía a Jos.

Mía, Marina y yo nos precipitamos con el médico. Columba y Martino también se acercaron de forma solidaria.

- ¿Pasa algo malo, doctor? -preguntó Marina con la voz entrecortada por la ansiedad.

Tomé su mano y la apreté con fuerza esperando la respuesta del médico.

-Todo lo contrario, señora. La tomografía de su hijo salió muy bien, venía a informarle que la inflamación de su lóbulo occipital ha disminuido considerablemente -dijo el médico.

Fruncí el ceño.

- ¿Cómo?, ¿Eso quiere decir que Jos recuperó la vista? -dijo Mía esperanzada.

-No. No es así de simple; sin embargo, quiere decir que la operación para que José Miguel recupere la vista es de menos riesgo y hay un setenta por ciento de probabilidades de que la operación sea exitosa -explicó el médico.

- ¡Eso no importa ahora, maldita sea! -espeté.

La rabia corría por mi cuerpo de forma vertiginosa. ¿Cómo podía preocuparse por la vista de Jos si ni siquiera estaba consciente?, su trabajo era mantenerlo con vida, hacerlo despertar, no husmear en su cerebro para ver si Jos volvería a ver.

Though I can't see you | Jos Canela a.u.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora