Lo único que Nebraska tenía cercano a la nieve, eran los recuerdos. Su color, el dolor que te ocasionaba al tomarla, la forma en que podías transformarla en lo que quieras, todo de la nieve volvía loca a Nebraska. Hace unos meses ella vivía a unos minutos de la nieve, incluso al abrir su ventana la podía ver a lo lejos. Sin embargo, cuando se trasladó a una casa de acogida en Australia, lo único que obtenía era un fuerte sol y regaños de mujeres desconocidas.
Su vida nunca fue la mejor, ni mucho menos la que esperaba, pero con sólo tener a sus pocos familiares o amigos cerca, todo mejoraba. No sentía rencor alguno hacia sus padres, ni aunque fueran ellos quien la enviaron a aquel lugar, separando todos los lazos. Nebraska los seguía queriendo, seguía imaginando que ellos llegarían al hogar de acogida para llevarla a su antiguo hogar, donde comerían como una familia una vez más.
Aquellas esperanzas se rompieron cuando cumplió dieciséis, ya que fue ahí cuando entendió el objetivo de todo. Sus padres querían educarla y, al ser primerizos, no encontraron mejor manera que enviarla al hogar de acogida, llamado "Haisence". Ahí, más que educarla, la ayudarían a ella y otras chicas a ser alguien importante en la vida. Ella definitivamente no quería eso.
Sus ojos color avellana recorrían una y otra vez el reloj puesto en la pared. Ese día era lunes, eso significaba que las dueñas del lugar vendrían a cenar. Para Nebraska, era una cena más de las miles que tenían a la semana. Aveces pensaba que estaba trabajando de empleada en un hotel, más que ser una hospedante en el sitio.
La puerta sonó y ella la ignoró. Sin siquiera escuchar alguna voz o imagen proveniente de la puerta, supo quien era. Alyssa, la coordinadora del lugar, o cómo ella la llamaba, señorita pingüin. Su cuerpo era tan alto y encorvado, que le hacía recordar a un pingüino. Con lentitud, se aproximó a la puerta de madera y la abrió, viendo como los ojos celestes de la ajena la miraban con furia.
━¿Sabes qué hora es, Vivien? ━preguntó. Nebraska odiaba que la llamaran por su apellido, esa era una de las cosas que no le gustaba sobre el lugar; el respeto excesivo.
━Sí, señorita Alyssa.
━¿Entonces qué haces vestida así? Ve y ponte el vestido que te hemos dejado, rápido. ━luego de hablar, abandonó la habitación.
Cerró sus ojos con fuerzas y soltó un enorme suspiro. Nebraska no odiaba usar vestidos, pero al mismo tiempo no era lo que más le gustaba. La principal razón era sus inseguridades hacia su físico. No era la más delgada ni la más voluptuosa. Nebraska era el tipo de chica que discutía lo indiscutible. Y así mismo era con su cuerpo.
Sus labios formaron una gran "o" al notar que el vestido no era tan malo. Era de color turquesa, llegaba a las rodillas y no tenía diseño alguno, sólo la textura de la tela. Sin problema alguno se lo puso en segundos, junto a una sombra negra y su suéter encima. Una mirada más al espejo bastó para que se largara de ahí y bajará al comedor.
Una de las cosas que le agradaba, era el diseño del hogar. Totalmente rustico, justamente como su casa en el campo. Una sonrisa se formó en sus labios al notar como el cocinero del lugar la saludaba. Él le recordaba a su abuelo. Ambos contaban unas historias emocionantes, además de que cocinaban como dioses. Otra mirada que captó, fue la de Margaret, la encargada de la enfermería. Y por último estaba Alyssa, quien la miraba con una desaprobación gigante.
Nebraska giró y se puso en la fila, junto a las demás chicas. Una canción clásica sonó, mientras que tres mujeres de, más o menos, cincuenta años entraron al lugar. Lucían preciosas; vestidos totalmente elegantes y peinados gloriosos. Nebraska prestó su atención en el largo vestido blanco que una de las mujeres usaba. Era tan lindo y relajador como la nieve.
La ceremonia empezó y todas las chicas corrieron a la barra de comida, incluyendo a Nebraska. Ella tomó un pequeño pedazo de pastel de naranja. Desvió su mirada avellana a la misma mujer de antes y, sin pensarlo dos veces, caminó hacia su mesa.
La mayor miró sorprendida a Nebraska cuando se sentó en la silla desocupada. Sin embargo, su sonrisa seguía siendo igual de suave que al principio.
Con rapidez Nebraska comió un bocado del pastel, mientras sus ojos seguían mirando a los adversos. ━Su vestido es muy bonito. Me recuerda a la nieve, ¿ha ido a la nieve?
━Me encanta la nieve, por eso he traído este vestido. No sabía que habían chicas que lo notarían. ━su tono era dulce y bajo, cómo si susurrara todo el tiempo. ━Mi nombre es Sarah, ¿cuál es el tuyo, jovencita?
━Nebraska. ━con su mano izquierda, la chica ordenó el mechón de cabello que caía por su mejilla derecha. Luego, formó una cálida sonrisa. ━Me gusta mucho la nieve. Yo vivía ahí, o bueno, cerca. Luego me mudé y quedé aquí, donde la nieve parece un mito.
━¿Y por qué estás aquí en este lugar tan aburrido, si la hermosa nieve y libertad te esperan afuera?
Nebraska abrió sus ojos con sorpresa ante la pregunta recién hecha. Siendo una de las fundadoras del lugar, pensó que sólo hablaría de lo bueno y educativo que es el lugar, no de lo aburrido que ciertamente es. Fueron unos cortos segundos que parecieron horas en los que Nebraska analizó la pregunta. Finalmente, respondió; ━Lo bueno siempre se acaba. No quiero estar todo el tiempo allá afuera, donde sé que seré sumamente feliz. Porque también sé, que acabará en algún momento, quizás años, días, horas o minutos. Por eso prefiero escaparme, vivirlo de a poco, por mi cuenta.
━Eso es algo muy sabio, Nebraska. Es hora del baile, pero te diré algo antes. Me encanta tu suéter, te queda perfecto.
Nebraska rió unos segundos y se dio cuenta que esa conversación había sido una de las más interesantes que tuvo en la semana. Ahora ella sabía dos cosas importantes y buenas.
La primera, es que no era la única que pensaba así.
Y la segunda, es que mañana será martes. Martes de fuga.
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Nebraska.
Teen FictionNebraska era simplemente Nebraska. ** Créditos de la portada a TJ Harries.