See you later, Haisence.

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Una regla muy usada en el hogar Haisence es la limpieza, tanto personal como ajena. Nebraska sabía perfectamente que aquella regla se rompía después de cada celebración, cena o fiesta que hacían en el lugar. Peor aún, eran las chicas quienes debían limpiar y dejar todo como nuevo. Y nadie podía hacer nada al respecto.

Ambas manos de la chica se aferraron a la escoba, como si fuera un enorme caramelo. Nebraska debía barrer el sector de la comida, justamente donde todos habían dejado migas de pan u otros alimentos, al igual que en Hanzel y Gretel.

Cuando ella entró a Haisence tenía quince años, y ahora iba a cumplir los diecisiete. Sin embargo, el calor y cariño que una familia debería otorgar no lo sentía presente, y sabía que por mucho no lo haría.

Terminó con la primera parte, sintiendo derrepente que alguien opacaba la luz que le llegaba. Frente a ella estaba Marco, el cocinero. Nebraska paró de barrer y concentró su mirada en los ojos ajenos, dejando que de forma impulsiva una sonrisa se apoderara de su rostro.

—¿Alyssa de nuevo las a hecho limpiar? —la femenina asintió rápidamente. —Eso está mal. Ustedes deberían estar haciendo cosas para ustedes mismas.

—Creo que ya me he acostumbrado. De igual forma, si sacara mi voz para defenderme el único que me escucharía sería Cocoa.

Cocoa era un loro, el cual se había coronado como la mascota del lugar, algo que era ridículo, ya que sólo Alyssa podía verlo.

—Quizá si le hablas le repita todo a Alyssa y lo considere un poco. —bromeó Marco, acomodando sus gafas.

—No vale la pena, hoy es martes y eso me pone contenta. ¿Podrías prepararme tres sándwich, darme dos paquetes de galletas y cuatro botellas de agua?

Marco quedó sorprendido ante la petición de Nebraska, pero sin duda aceptaría sus ordenes. Él era el único que sabía sobre los secretos de la chica, y en esos se incluye los martes de fuga. Muchas veces se sentía mal por traicionar a su trabajo, pero él pensaba, que ya a sus cincuenta y ocho años, un poco de diversión no le hacía mal. Con un guiño de ojo le dejo entender a Nebraska que lo haría. Ella, con emoción, se lanzó a sus brazos, aspirando el aroma a pino que tenía.

— Marco eres el mejor. Esta vez si te traeré ese cucharón de cocina que querías la semana pasada.

—¿De que cucharón hablan? ¿Vivien, irás a alguna parte?

Alyssa habló, tomando a Nebraska y a Marco por sorpresa. Una de las cosas únicas de ese hogar, era la irresponsabilidad de algunas personas, especialmente las encargadas de cuidar a los habitantes. Hace tres semanas que Nebraska se estaba escapando, de martes a jueves, y aún así nadie lo notaba, además de Marco. Hubieron ocasiones en las que ella pensaba irse y no volver, de igual forma nadie notaría su ausencia, pero luego recordaba que cada domingo se hacía revisión personal; esto consistía en supervisar el cuidado de las habitaciones, vestuario y labores, pero también hacían cuentas de cuantas chicas vivían en el lugar. Lo que significaba que Nebraska no podría faltar, lo que menos quería era molestar a sus padres por una desaparición.

— ¿Me han escuchado? — preguntó de nuevo. Alyssa lucía aterradora. Tenía el cabello en una coleta, sus manos en su cintura y una postura de pingüino, pero de uno malo.

— A lo que se refería la joven Nebraska, era del cucharón que ayer perdí luego de cocinar la cena para las fundadoras del hogar. — Nebraska intentaba no reír por la voz dulce y tranquila que Marco trataba de poner.

— Exacto, señorita Alyssa, cómo aquí nadie ayuda en esas cosas me he ofrecido yo. Con su permiso, seguiré buscando.

Y como si nada, subió a su habitación.

Al entrar miró el reloj con rapidez, quedaban sólo treinta minutos para que el bus que ella tomaba partiera. Mordió su labio inferior con exageración, notando que la conversación que tuvo con Marco tomó más tiempo de lo requerido. Agarró su mochila, abrochó su suéter y se puso su capucha. Eran las una en punto, tiempo en el que Alyssa se encarga de cuidar a Cocoa, Margaret atiende a las chicas más grandes, y el resto del hogar descansa en sus habitaciones. Sin duda era le mejor hora para una fuga.

Nebraska bajó con lentitud, viendo con detalle si alguien aparecía. Luego de un minuto, al no ser así, corrió a la cocina, donde Marco le había dejado su pedido en una bolsa color lila. Sonrió agradecida y trató de buscarlo con la mirada, al menos para despedirse, pero eso no sirvió, Marco no estaba ahí. Con todo listo se aproximó a la puerta principal, abriendo ésta de la forma más silenciosa que pudo. El caluroso aire chocó contra su rostro, al igual que la luz del sol. Abultó sus labios y vio a lo lejos a Tony, el guardia de la entrada principal. Por suerte de ella, él era el chico más despistado de toda la vida.

Estando más cerca, tomó una piedra mediana, la cual aventó para llamar la atención de Tony. Su sonrisa se amplió viendo como el chico corría al lugar del sonido. De seguro pensaba que fue una rata intrusa; Hiasence no soportaba a los roedores. Nebraska, teniendo más ventaja, fue rápidamente al muro de cemente, el cual escaló en unos veinte segundos. Volteó por última vez a ver el hogar de acogida, mientras que por dentro sentía una enorme cantidad de adrenalina.

Cuando bajo, empezó a correr a la rapidez de la luz. Apenas tenía veinte minutos para llegar al bus. El viento hizo que su capucha se saliera y que su cabello danzara en el aire. Nebraska miraba unas cuantas veces hacía atrás; siempre pensó que algo o alguien podría venir persiguiéndola, por lo cual mirar la mantenía más tranquila.

Llegó justo a tiempo, sin ningún inconveniente. La estación estaba vacía, nadie solía tomar el bus ahí, era una de las últimas estaciones y todos se bajaban antes. Nebraska se sentó, recuperando el aire que perdió al correr aquella maratón. Alzó su cabeza al ver cómo el bus celeste venía. Con rapidez se levantó y estiró su brazo.

— Martes de fuga, no me decepciones ésta vez. —susurró, antes de subir al vehículo.

Nebraska.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora