La noche llegó tan rápido que Nebraska no se dio cuenta. No tenía a donde ir, su rumbo se había perdido desde que la tienda fue ocupada. En ese momento era sólo ella, una noche cálida y un poco de esperanza. Por dentro estaba adorando esos minutos en los que estaba sola. Sin el bulto de gente que había en el día, sin los gritos de Alyssa y su clan, y sin aquel chico que cambiaba todos sus planes en segundos.Cuando dejó a Colton atrás, Nebraska había aprovechado esos segundos de libertad para poder comer algo. Su cuerpo lo pedía, y no podía decirle que no. Unas cuantas galletas fueron justas y necesarias. A penas iba en el primer día, no podía comerse todo de una vez, ni tampoco gastarse todo el dinero. Que a por cierto, le quedaba poco.
Hubo un punto que Nebraska olvidó en el momento que se escapó de Haisence. Quizás fue su apuro, o simplemente su memoria le jugó una mala pasada. Pero de igual forma había olvidado su cepillo de dientes en los baños de su hogar. Ella podía pasar tres días sin bañarse, o más, depende la situación; pero cuando de su higiene bucal se trataba no era muy tolerante. Estaba estresada. ¿De dónde iba a sacar ese elemento? No es algo que le puedes pedir a alguien prestado así como así.
Miró a su alrededor perdida. Lo único que podía ver eran tiendas de comida y ropa, además de que la mayoría estaban cerradas. Al caminar unos metros más, logró ver un cartel que brillaba y decía "Vieux". Nebraska se aproximó a los sucios cristales que la tienda tenía y observó todo con detalle. No vendían ropa, ni mucho menos comida. Quizás ahí dentro encontraría lo que necesitaba.
Arregló su cabello y empujó la puerta. De inmediato se escuchó el ruido de una campana, la misma que estaba colgando sobre la cabeza de la femenina. Lucía bastante bonito. Tenía poca luz, objetos completamente limpios y un olor a lavanda constante. Frente a sus ojos pudo ver al vendedor del lugar. A pesar de que la campana había sonado, él seguía pegado a una libreta color marrón, escribiendo unas cuantas cosas.
Nebraska se acercó e hizo un sonido con su garganta. En ese justo momento fue cuando él levantó su mirada, sin expresión alguna.
— ¿Necesita algo? —él preguntó. Su voz era demasiado grave, aunque tenía una apariencia joven.
— Sí... — llevó una de sus manos hacia su cabello, desordenándolo. — ¿Tienen cepillos de dientes aquí? O pasta dental, ambas cosas me sirven.
Los ojos marrones del adverso se quedaron pegados en los de la chica. Ella sabía perfectamente porque era. Definitivamente en esa tienda no vendían cepillos de dientes, y de seguro había quedado humillada en cierto punto. Mordió su labio inferior y asintió, girando por completo. La tal tienda "Vieux" quedó totalmente descartada en las posibilidades de encontrar éxito.
— Espera. —debido a que no había ruido absoluto, la voz baja del masculino fue perfectamente escuchada por Nebraska. — ¿Por qué alguien a las... — miró el reloj. — diez y media de la noche, vendría a una tienda de antigüedades por un cepillo de dientes?
Un suspiro salió de los labios de Nebraska, procediendo a cruzar sus brazos. — Porque llevo un día completo escapando de mi casa de acogida, en donde dejé mi cepillo de dientes.
Lo que menos temía Nebraska en ese momento, o en todos, era contar su realidad. Su objetivo no era dar pena y conseguir cosas, simplemente si le preguntaban, tendrían la respuesta. El chico frunció su ceño y abrió sus labios, para así salir del lugar en el cual estaba parado. Aún tenía la libreta marrón en su mano izquierda, y en la derecha un bolígrafo negro. Caminó hasta una de las dos sillas que habían en una esquina. Éstas se veían bastante viejas.
— ¿Y por qué te escapas de una casa de acogida?
— No es lo mío estar veinticuatro horas bajo reglas de personas que no son, practicamente, nada mío. — cuando ella empezó a hablar, él anotaba algo en su libreta. Al notarlo, arrugó su nariz. — ¿Estás dibujandome o algo?
— Jamás tomé las clases de arte. Así que no lo creo. — negó, cruzando sus piernas. — Ven, toma asiento.
Apuntó a la silla que estaba su lado, dando unos pequeños golpes en la almohada de ésta. Inclusive si Nebraska no se fiaba muy rápido de algunas personas, ella procedió y se sentó a su lado, disfrutando de la delicadeza que la silla otorgaba. En ese momento exacto fue cuando se dio cuenta del contenido de la tienda. Sí, efectivamente era una tienda de antigüedades. Habían cuadros que lucían sumamente antiguos, bastante libros en un sector y una enorme variedad de muebles.
— Soy León. — estiró su mano, la cual fue correspondida por la femenina. — Y quiero escribir tu historia.
Demoró unos segundos en procesar la extraña propuesta. —¿Qué?
— Soy escritor, o algo parecido. — ladeó su rostro poco convencido. — Necesito una historia, y tú un cepillo de dientes. — Nebraska asintió. — Entonces, hagamos eso. Te doy un cepillo, nuevo, y me relatas tu historia.
La idea en sí no sonaba mal para ella. Daría todo por un cepillo de dientes. —Está bien, pero creo que mi historia cuesta más que un cepillo de dientes. —tratando de sonar seria, se acomodó mejor en la silla, de forma en que tuviera vista completa al chico. —Déjame quedarme aquí esta noche y mi historia es tuya.
— ¿No tienes donde quedarte? ¿Es esa otra parte de tu extraña historia?
— Quizás. ¿Es un sí?
León asintió y Nebraska soltó un suspiro de alivio. Lo que menos se imaginaba era que alguien quisiera escribir su historia. Para ella era aburrida, y poco original. Pero según había escuchado, los escritores llevan simples ideas a grandes obras, así que no temía por los resultados. Dejó su mochila a un lado y se levantó, ordenando su cabello una vez más. Cuando no tenía un suéter para morder, su cabello era la única medicina que tenía.
El masculino se levantó y con un movimiento de cabeza le indicó que le siguiera, cosa que ella hizo. Pasaron por un enorme pasillo con luces parecidas a las navideñas. Nebraska en cada momento se fijó en los pequeños detalles que tenía el sitio. A pesar de ser un lugar pequeño, lucía más acogedor que Haisence. Todo era mejor que Haisence.
De sus bolsillos León sacó unas llaves. Abrió la puerta gris que estaba frente a ellos, viendola bien parecía un tipo de bodega, pero si era así era una de las bodegas más lindas que jamás había visto. El masculino se adentró y movió unas cuantas cosas, muebles y cajas en perfecto estado. Se podía ver un colchón vacío junto a cojines hechos a mano.
— Aquí dormirás, y ahí me contarás todo. — mencionó, apuntando un perfecto rincón bajo una luz circular. —Suelo escribir en ese lugar, a veces duermo en el local cuando no tengo tiempo de ir a casa.
— ¿Esto es todo tuyo? ó sea, la tienda.
— Oh, no. Trabajo aquí para pagar mi universidad, le pertenece a mi tío. Él ahora mismo está en Nebraska.
La chica rió, la situación y contexto le dio algo de risa. — Yo me llamo Nebraska.
— ¿Ah, sí? — sonrió, tomando dos tazas que tenía junto a la cafetera. Sin duda parecía una habitación normal. — ¿Café? — Nebraska asintió. — Tomemos asiento.
En pocos segundos sirvió café en ambas tazas, dirigiéndose luego al rincón "del pensamiento", como él solía llamarlo. Se sentó ella, seguido por él. Ya estando frente a frente le otorgó la taza caliente a su acompañante. La calidez que le brindaba era justo lo que necesitaba Nebraska para estar más a gusto.
— Ahora sí, Nebraska. Cuéntame todo...
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Nebraska.
Teen FictionNebraska era simplemente Nebraska. ** Créditos de la portada a TJ Harries.