La Senda de los Elegidos.

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"El destino ya fue escrito, pero yo tengo mi líquido corrector"

- Anónimo.

Hola a todos mis lectores. Soy Renzo Montagna y soy parte de la Mafia Unità Condannato; es una de las mafias más grandes del mundo, y sí, hace ver la Cosa Nostra como un par de bebés hambrientos, pero no hablemos de esto aún. Sigamos con lo más importante: YO, pues yo soy el subjefe o el sottocapo, o lo era, o lo soy, ya no sé, el jefe acaba de morir; lo más probable es que todo se vaya por un tubo, comiencen las peleas, asesinatos y todo por llegar a la cima.

A mí nunca me llamó la atención ser jefe. Estar decidiendo quién vive, quién muere... a mí eso no me gusta, prefiero estar en mi cama con 3 o 4 prostitutas descansando. Quizás algunos espaguetis (Dios, qué racista acabo de ser, sólo por ser italiano no tengo que comer espaguetis), pero bueno, tengo 30 años y sí, soy relativamente joven y lleno de virilidad, ¿qué esperan? ¿Que pase mis noches viendo Señorita Laura o algo así? Pues no, me quiero divertir y creo que ya lo notaron. ¿Es tan joven y es el segundo al mando de una mafia? Bueno, yo soy de la calle.

Me topé con el gran Frank Laurenti; le decían el "enterrador" había destruido a la mitad de las mafias enemigas con tan solo 25 años y tenía el interesante gusto de enterrar a sus enemigos en un auto o en un pequeño contenedor, 12 horas de aire, el sufrimiento de saber que vas a morir, etc., la hacían la muerte perfecta. Claro; si quieres hacerte un nombre, yo por mi parte con un balazo en la sien y dos al corazón es suficiente, pero regresando al tema, Frank ya estaba en unos 45 cuando lo conocí. Yo tenía 11, y como era un huérfano hacía lo que un huérfano sabe hacer; robar.

Cuando vi al tipo de casi 2 metros con un saco negro que se veía que valía más de lo que yo podría llegar a tener, decidí sacar su cartera. Era rápido con las manos, ¿saben? Nunca me habían atrapado, pero esa ves fue diferente; pasé tranquilamente a su lado, noté que detrás suyo había muchos hombres vestidos como él, pero ninguno con su estilo. Metí la mano en el saco, y en el momento exacto, Frank tomó mi mano, que ya estaba saboreando la cartera, y me levantó. Y ahí estaba yo, colgando de mi propia mano. Me sentí como si fuera ropa en el armario. Frank me miró a los ojos; yo tenía mucho miedo, pero un ricachón no me iba a asustar tan fácil (si hubiera sabido quién era pues si me habría hecho en mis únicos calzoncillos...).

Con una voz tan profunda sacada del mismo infierno me dijo: "eres bastante bueno, si quieres ser algo más que un ladronzuelo, yo te enseñaré todo lo que necesitas saber". No sé porqué, pero su voz me daba tranquilidad y me sentía protegido, así que decidí permanecer junto a él.

Me enseñó a disparar un arma, a hacer las cuentas de la familia (como disolver un cuerpo en lejía), y lo más importante, a conquistar chicas.

Frank nunca tuvo hijos ni esposa, su asesor era su primo; siempre fueron muy unidos, hasta que Frank me nombró a los 20 el subjefe de la mafia. Entonces se distanciaron y el decidió viajar a Turquia a una mafia hermana. Ahí se transformó en el capo.

Pero Frank murió, y ahora debemos ir al consejo de la mafia, un grupo de ancianos que llevan las tradiciones de nuestra familia. Eso jamás me ha interesado. Supongo que querrán que yo sea el nuevo jefe, pero no muchos estarán de acuerdo, pues no soy hijo legítimo ni me gané el puesto con una hazaña como transformar en queso al jefe de la mafia albanes, así que tendré que esperar.

Mientras tanto, en el Vaticano, 4 ancianos se reunieron alrededor de un ataúd.

"No puede ser que se nos haya ido", dice ahogado en sollozos un anciano vestido con una gabardina negra.

"Mario, debes tranquilizarte. No es momento para llorar. Tenemos demasiado trabajo que hacer", dice una anciana con un vestido rosado completo.

"¿Cómo puedes hablar de tranquilizarme cuando nuestro jefe ha muerto? No hay líder, ¿qué haremos? ¿Ponemos al huerfanito?", interrumpe Carlos, el que al momento parecía ser el más serio de todos.

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