Aquella pequeña tan familiar

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No sabía cuanto tiempo había pasado desde aquel incidente ¿Cinco, seis años? Era incierto el tiempo para él desde que huyera de la ciudadela. No podía verse al espejo a pesar de tanto tiempo. Pensar que lo ocurrido no había sido un sueño le atormentaba.
Asesinar a una persona inocente, y todo porque aquella alma que se encontraba en sus adentros consiguiera convencerle.
Anker desde ese día no volvió a saber nada de Ganon, por suerte para él, aunque igualmente asesinar a una joven no le sentó bien. Pensaba estar recuperado, pero descubrió ese mismo día que no era así.

Desde ese día, se instaló en un pueblo a las afueras de Hyrule, un lugar donde ya había estado. Allí todo era paz y armonía, y nadie le preguntó una vez viviendo ahí por qué huyera. Ordon era un buen lugar para vivir.
Hacía mucho también desde la última vez que viera a Zelda. Era para él un recuerdo pasado, ya que la ultima vez que sus ojos admiraron a la joven fuera el día que prometió a Link no entrometerse más.
Absorto en sus pensamientos, una cabra le golpeó por las espaldas. Se habían vuelto a escapar, y el que debía capturarlas era él.
-parece que te la han vuelto a jugar- dijo una joven a su lado- Creo que los animales te odian.
-No solo los animales.
Ella se rió.
-Los hombres de por aquí solo te envidian. Digamos que odian que tengas ese torso sin trabajar duramente.
"Si ella supiera", pensó.
-por lo demás creo que solo eres diferente en ese poblado. El único Hylian de por aquí.
-Ya.
La joven entrecerró los ojos.
-¿Por qué eres tan arisco?-preguntó, molesta- Me recuerdas a mi gato. Conocido de hace tiempo, mas me ignora.
No contestó, solo quedó en silencio durante unos segundos y después comenzó a caminar.
-Disculpa pero tengo que ir a buscar la cabra. Si tardo más llegará a Lanayru.
Acto seguido, se dio cuenta que eso podría ser una buena razón para volver a la Ciudadela, volver a ver, o por lo menos saber de Zelda, y de Link. Algo en el decía que debía ir y descubrir si seguían con vida.
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La ciudadela seguía como la recordaba. Gente ajetreada por todos lados, con bolsas cargadas y deprisa. La fuente seguía teniendo el mismo esplendor, con agua tan cristalina donde se distinguían todas las rupias que gente había tirado pidiendo su deseo más anhelado.
Junto a ella, una niña lloraba desconsolada. Llevaba un vestido caro color malva y una trenza que le sujetaba su trigueño pelo. Se acercó por curiosidad y pena, y arrodillándose ante ella, le preguntó.
-¿Qué te pasa, niña?
La pequeña miró hacia él, asustada, y volvió a llorar. La expresión de Anker, seria y de pocos amigos, no ayudaba.
Él le pasó un pañuelo de tela que tenía guardado en su bolsillo y entonces fue cuando le contestó. Sus ojos azules enrojecidos mostraban miedo.
- Mi padre me dejó atrás- dijo, limpiándose como podía -. Vi unos niños jugando aquí y me uní, pero luego el no estaba.
La gente que pasaba no prestaba atención, y si lo hacían, miraban con mala cara a Anker, pero eso a él no le importaba. Lo único que pensaba es que ese rostro le resultaba familiar.
- ¿Cuánto llevas aquí?
- Mucho, creo. Mis amigos se fueron hace un rato.
-Vale. Vamos a hacer una cosa, ¿bien? Te voy a ayudar a buscar a tu padre y si no aparece vamos a tu casa. ¿Sabes donde es?
-Creo que sí.
-Pues eso está muy bien. Así seguro que vuelves- intentó sonreír, siendo amable. Era algo nuevo para él, pero la niña le daba tanta lástima que debía ayudarla, por lo menos para sentirse mejor en la ciudadela ya que la ultima historia allí debía ser limpiada- ¿Cómo es tu padre?
-Alto, y... Protector. Tiene ropa gris. Y ojos como los míos.
- ¿Y a dónde dijo tu padre que ibais?
- A pasear. Es la primera vez que salgo. Tengo hambre. Cómprame algo.
El joven peliazul sacó una manzana de su bolsa.
-Es lo único que tengo.
Rápida y hábil, la niña se la quitó de las manos.
-Me llamo Shere- dijo, antes de sentarse. Parecía más calmada y sus ojos volvían a ser cristalinos- ¿Sabes que soy una princesa?
Anker sonrió por el comentario.
- Claro.
-Mi papá es el rey, por eso no puedo salir nunca. Mamá suele pasearme por los jardines pero no es lo mismo.
Él comprendió entonces por qué ese rostro le resultaba tan familiar. Se dio cuenta que aunque sus intenciones fueran buenas, no podía presentarse ante Link o Zelda sin ser asesinado nuevamente. Y esa vez no tendría garantía de volver a resucitar.
-Vamos, Shere. Tenemos que buscarlo.
Ella se levantó despacio y agarró a Anker por la pernera del pantalón.
-Cuando lo veas, avísame.
- ¿Conoces a papá?
- Un poco.
-Cuando esté con él le diré que me ayudaste.
Comenzó a sudar. No podía decirle el nombre a la niña, y menos acercarse a saludar cuando encontraran al padre. Se sentía en una encrucijada. Si la ayudaba se arriesgraba a que Link lo viera, pero si no prestaba su ayuda, la niña seguiría sola. Lo único que podía hacer era llevarla a un soldado que no conociera para así devolverla al castillo.
- Te voy a dejar con un protector para que te lleve, ¿vale? Es que tengo que irme y parece que tu papá no aparece.
-¡No, no! ¿Y si es malo?
-No lo será. Tranquila. Tú confía en mí.
No sabía como pero ella así lo hizo. Agarró su mano para no perderse y lo siguió por todas las calles hasta llegar junto a la entrada del castillo. Allí, dos guardas vigilaban. Por suerte para Anker, ninguno le era familiar.
-Shere. ¿Tienes algo para demostrar que eres hija de los reyes?
- Tengo mi collar brillante.
"Nada útil", pensó él al ver que simplemente se trataba de una piedra reluciente atada a un cordel de plata. "Cualquier persona adinerada podría tenerlo". Así que cerró los ojos e imaginándose que tiraba una rupia a la fuente, pidió que por favor, a esos guardas le fuera familiar Shere.
-Disculpe. Esta niña se ha perdido y dice ser la princesa. Como no entrábamos a sus padres, la traje aquí para verificar su identidad y si podríais llevarla a palacio.
Justo cuando un guarda asistió, una voz conocida para Anker sonó a unos metros de él.
-¡Shere!
Link corrió hasta allí y finalmente abrazó a su hija. Llevaba buscándola por una hora y no aparecía por ningún lugar.
-¿Estás bien? ¿Te hicieron algo?
-El chico me ayudó...
Pero Anker no estaba ya. Cuando sitió esa voz, supo que debía correr.
-Menos mal. Te he dicho muchas veces que no debes separarte de mí y menos aún hablar con extraños. Vete despidiendo de volver a salir por mucho tiempo.
Se giró hacia los guardias.
- ¿Sabríais decirme quien era aquel hombre que ayudó a mi hija? Querría recompensarlo gratamente.
- Parecía que tenía prisa-contestó el de la derecha -. Era ancho de espalda. Tenía pelo azul, ojos amarillos...
- Y pecas- terminó el otro.
Link sonrió, pero no de alegría. Esa sonrisa era miedo, amargura. Esa descripción le recordaba a alguien que hacia mucho que no sabía de él.
- Papi ¿Cuando lo veamos le invitamos a comer?
-Claro que sí, cariño. Vamos.
El terror de volver a toparse estaba en los corazones de los dos. Por suerte, el destino no los volvió a cruzar en esa vida.

Trifuerza Corrupta: ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora