El extraño paciente (parte 2)

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Todo estaba vacío, absolutamente todo. Algo apareció en esa sala blanca infinita. El trono real estaba ocupado por una persona a la que no conocía.

Pieles oscuras y ropas de desierto. Sentado cómodamente, con algo en la mano que desde lejos no pudo distinguir.

¿Era un sueño en primera persona? Algo dentro de él le decía lo contrario.

-Vaya, bienvenido-. Sonrió- Acércate. Llevo queriendo hablar contigo desde que despertaste, pero parece que no tengo tanta influencia como pensé.

- ¿Dónde estoy?

-Esto es tu subconsciente. Permíteme presentarme. Soy Ganondorf, gobernante Gerudo.

- ¿Eres tú el que me despertó?

Siguió acercándose hacia el desconocido cuya voz recordaba.

-Las diosas son caprichosas por lo que la trifuerza debe serlo, ¿no crees? Parece que me quería a mí de nuevo, pero también te quería a ti. Como había un cuerpo, las dos vidas entraron.

-Eso no tiene coherencia.

-¿Y el que hayas resucitado sí? Piensa un poco. Estás vivo gracias a mí.

- Yo no pedí volver a la vida. Todo lo que he vivido no tiene ningún significado. Muerto hacía más que vivo.

- Veo que al tenerme a mí como otra alma, debes de estar un poco más consciente de tus actos ya que ahora no todo tu ser desea conseguir la aprobación de tu ser querido. Por eso piensas algo diferente.

-La rabia sigue dentro.

-Eso es porque los dos tenemos un objetivo común. Matar al cabrón que acabó con nuestras vidas.

El objeto que tenía en la mano comenzó a crecer, tomando forma de cabeza humana. Zelda, en su palma, decapitada.

-Los sentimientos hacen débil al hombre. Suprímelos, como hice yo hace mucho tiempo- cerrando el puño, la cabeza se rompió en mil pedazos que fueron desapareciendo a medida que tocaban el suelo.

La rabia fue lo que impulsó a Anker a atacar. La rabia fue la que hizo que se echase sobre aquel hombre y comenzase a arrancar parte de la piel de su cara oscura. A pesar de ello, el hombre sonreía burlonamente.

Se despertó con respiración entrecortada. El corazón se sentía oprimido, como si el pecho estuviera apretando hasta un punto en el que no pudiera bombear sangre. Anker lloró, a la vez que reía. No entendía que pasaba, si eran demonios internos o simplemente su imaginación de psicópata con problemas mentales. Simplemente sabía que se había despertado furioso, deseando volver a ver a aquella persona que le había quitado la vida.

Cogió su ropa y se vistió lo más rápido que pudo. Aún estaba débil, no era capaz de moverse libremente, pero quería ir allí. Quizás solo quería saludar o dar un susto, a lo "No te lo esperabas, ¿verdad? Ni muerto te libras de mí", o algo así.

La puerta se abrió antes que pudiera salir fuera. Una joven que le resultaba familiar estaba ahí, mirándolo.


-Veo que estás despierto.

La abrazó con toda la fuerza que pudo.

- Zelda.

- ¿Qué? Creo que necesitas dormir. Soy la hija del doctor. Me ha mandado a ver por si seguías con vida.

La vista de Anker consiguió diferenciar a la persona que estaba abrazando. No era Zelda. No se parecían siquiera.

-Lo siento. Pensé que eras otra persona.

Se sentó en una silla que había frente a la cama donde él antes estaba durmiendo.

-Quedo de guarda. No se te ve completamente bien.

Anker no se levantó del sitio. Permaneció encorvado, con las manos entre las piernas.

-No hace falta, de veras.

-Por tu seguridad y orden de mi padre.

-Pero... Quiero estar un rato solo.

- ¿Por?

-Problemas de hombre. Me emocioné pensando que eras otra persona.

-¿Y?

-Que estoy...Bueno, no sé como decirlo suavemente.

- Erecto.

-Sí.

- ¿Y?

-Que quiero apaciguar mi deseo y contigo delante no se puede.

- ¿Qué?

-Masturbación.

Se sonrojó y se fue de la habitación. Anker, solo de vuelta, esperó hasta poder salir de la casa. Solo en ese momento se dio cuenta que realmente no quería irse y se fue a dormir. Realmente no entendía que le pasaba en cuanto mentalidad se trataba, pero aparte de paranoia comenzaba a tener bipolaridad.

"Ya veremos cuanto aguantas sin que te domine completamente", escuchó en su cabeza antes de quedar dormido.


Trifuerza Corrupta: ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora