Capítulo 2: Salmos 34:18-20

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«Me asaltaron en el día de mi quebranto, 

Mas Jehová fue mi apoyo.

Me sacó a lugar espacioso; 

Me libró, porque se agradó de mí.

Jehová me ha premiado conforme a mi justicia; 

Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.» 

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Finales de septiembre es inusualmente frío este año; Harry decide esto mientras corre a la casa de Louis con la pulmones en llamas antes de que empiecen las clases, ya que se ha convertido en la norma en las últimas semanas.

Es como esto: cada mañana, Jay Tomlinson invita al amigo de su hijo a tomar el té cuando oye un golpe suave y tímido en la puerta. Al entrar, Harry espera en la planta baja, se apoya en la encimera de la cocina que está perpetuamente llena de facturas abiertas y revistas de niñas adolescentes, y escucha los sonidos entrañables de Louis revolviendo cosas en el piso de arriba ya sea para encontrar su, "maldita, maldita corbata", o un calcetín faltante de un juego impar. Harry sorbe su bebida caliente (dos de azúcar, sin leche) y espera a que Louis tropiece por las escaleras con los ojos apenas entreabiertos. El apenas consciente mayor entonces arrastra sus pies contra el piso de madera y cae en los brazos abiertos de Harry, hace movimientos de agarrar el resto del té en su mano, lo prueba, frunce el ceño ante el hecho de que Harry insiste en ponerle azúcar, y luego lo cambia por el suyo propio después de añadir un chorrito de leche. Son empujados por la puerta el segundo que Louis acaba de beber el líquido por Jay (o una de las cuatro hermanas menores de Louis que casualmente pasa a estar despierta) hacia el aire fresco de la mañana, y caminan con los brazos entrelazados juntos por el pavimento de la escuela.

Es una rutina cómoda en la que los dos simplemente caen en el plazo de seis semanas. Harry no está muy seguro de cómo esto había sido acordado verbalmente por los dos, pero incluso si toma quince minutos extra de su sueño para darse tiempo suficiente para hacer su camino a la casa de su amigo, Harry está contento de que lo hayan hecho.

Hoy, él está corriendo un poco tarde... bueno, muy tarde, y esto es atribuido a una serie de cosas. La alarma no se fijó bien, su uniforme no estaba donde él estaba absolutamente seguro que lo había dejado el viernes anterior, Nick había decidido llamarlo ebrio a las dos de la mañana para informarle las travesuras que Harry se estaba perdiendo en la ULeeds (¿Quién va a fiestas en una noche de domingo? Harry le había preguntado, a lo que Nick había contestado arrastradamente, cualquier persona que está dispuesta, ay-kay-ay, yo), y el sol no estaba vertiendo en absoluto la cantidad de luz solar necesaria entre las grietas de sus párpados cuando llegó la hora de levantarse. El cielo es de un gris nublado, cualquier indicio del sol escondido detrás de una cortina lúgubre que amenazaba lluvia, y por eso es que Harry está corriendo hoy con la esperanza de que su taza de té todavía estuviera caliente al tacto cuando llegue allí.

Louis está sentado en el escalón de la entrada en el momento en que Harry se tropieza sobre la acera en la unidad de los Tomlinson, su cabeza sobre sus dos manos en puños. Junto a él, en el último escalón están dos vasos de papel, ambos con creciente vapor que se puede ver incluso desde donde Harry se encuentra.

—¿Problemas levantándote? —Louis sonríe burlonamente, sacando una mano fuera de su barbilla para acariciar la escalera al lado de él. Su voz cruje como las hojas secas que Harry había pisado en su camino. Harry suspira en respuesta antes de lamerse sus labios agrietados y avanzar hacia el lugar donde se le había señalado.

allies in heaven, comrades in hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora