Capítulo 2: Ese mayordomo, provoca.

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La luz del crepúsculo impactaba contra las sábanas de seda con una belleza excelsa.  Pero Ciel estaba demasiado preocupado de sus propios problemas como para prestarle atención a los pequeños bellos detalles de la vida.

El muchacho daba vueltas en la cama, pensado en lo ocurrido. Desde hace un año o más que había existido esa tensión entre él y su mayordomo. Desde que las hormonas adolescentes de Ciel habían empezado a hacerle cosas raras en el cuerpo, que había empezado a sentir este ambiente sugerente. Pequeños roces discretos, alguna broma insinuante. Una atmósfera pesada, con los ojos escarlata  de Sebastian mirándolo con disimulo pero respetando la barrera  invisible que había entre los dos. Ahora, la barrera estaba rota. Estaba rota y Ciel no sabía que hacer. Habían cruzado el límite imaginario, el pequeño hilo de distancia se había cortado. No más disimulo ni discreción. No necesidad de echar una rápida y culpable ojeada a su mayordomo cuando se estiraba a abrir las cortinas.

Sinceridad.

Estúpido Sebastian.

"No debí preguntar algo tan estúpido, el cariño es una estupidez que no quiero ni necesito" se repetía el chico, intentando de convencerse a sí mismo. "No necesito sentimientos inútiles" se decía. "Es imposible que un demonio pueda sentir emociones humanas" se volvía a mencionar. Era imposible que  lo que sintiese hacia Sebastian fuese afecto; no era nada.  Él no haría algo tan insensato como desarrollar sentimientos de su mayordomo. Solo le había hecho esa pregunta para ponerlo en aprietos, no porque realmente le interesara su respuesta, no porque estuviese interesado en tener nada con un ser tan mezquino.

Y así su tren de pensamientos y situaciones hipotéticas en su cabeza se empezaron a poner cada vez más complicados, pero ya cuando el sueño empezó a tranquilizarle un poco y pudo dejar de  pensar en la estupidez que había hecho, se durmió. 

A la mañana siguiente, su mayordomo entró a vestirlo como de costumbre, le dijo lo que tenía planeado para el día, como de costumbre, le dio el desayuno, le acomodó el lazo de la camiseta, le puso las botas, e iniciaron el día, como siempre lo hacían. El muchacho estaba distante y más frío de lo normal. Evitaba tener un diálogo con su mayordomo que no fuera de trabajo y estaba lacónico en general.

En la mañana, después de desayunar, Ciel tuvo clases de matemáticas con su mayordomo, y seguido de eso, clases de política con un distinguido profesor particular.

Ya era la tarde, a eso de las seis y media, y el mayordomo acompañaba a su amo en una importante reunión con un empresario belga. Era un hombre de aspecto amable que tenía espeso y grasiento cabello negro. Se veía a leguas que el negocio no le convenía para nada a la compañía Funtom. Ciel valiéndose de buenas caras y educación forzada, trataba de rechazar la oferta. 

— Como le he dicho, conde, este negocio ayudaría a enriquecer y a mejorar la reputación de ambas compañías, usted también sacaría ventaja de este proyecto.

Decir que Ciel estaba hastiado.sería poco. Solo quería decirle ¿Tú crees que soy tonto?  y marcharse sin decir nada más. Su mayordomo le dedicaba de tanto en tanto miradas de tranquilícese, sea paciente y amable, Pero el chico ya estaba perdiendo la paciencia. 

Sebastian, viendo el humor de su amo, decidió ayudarlo.

— Disculpe mi descortesía, en mi humilde puesto de mayordomo no me corresponde intervenir ni opinar, pero creo que mi joven amo ya a rechazado la oferta. Le reitero que disculpe mi atrevimiento, pero no creo que usted deba insistir. Las decisiones de mi amo son absolutas —Dijo, con fingida amabilidad.

En resumidas cuentas fue un rotundo lárgate de todos modos.

 El hombre con gesto de resignación se despidió de Ciel y dejó que el servicial demonio lo escoltara a la salida. Cuando el mayordomo cerró la puerta detrás de él, su amo lanzó un prolongado suspiro de alivio y cansancio.

Ese mayordomo, tentado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora