Capítulo 8: Ese mayordomo, decide.

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Era el fin. Era el final de todo.

El responsable de la muerte de sus padres al fin había muerto, el mismo había visto su lánguido y sangrante cadáver tendido en el piso. Había oído su alarido cuando su garganta fue cortada y escuchado los ahogados sonidos producidos al atragantarse con su propia sangre. Quién le había provocado tanto sufrimiento por fin había tenido lo que se merecía y no haría daño otra vez. Lo que Ciel no entendía era por qué se sentía así. Tan vacío, como un cascarón al que acaban de quitarle todo el relleno, como si su cuerpo fuese carente de alma. Se supone que debería estar feliz porque todo había acabado, ¿No era así? Entonces, ¿Por qué sentía un hueco tan grande y profundo en el pecho?

Nada había sido como él lo esperaba.

 Se decía a sí mismo no tenerle miedo a la muerte. Pero eso era una mentira.

Creía que iba a disfrutar de su venganza tanto como lo hacía de un buen pastel de chocolate. Pero se equivocó.

La venganza es turbia, amarga y fría. Dañar porque te dañaron no te hace sentir mejor, sino miserable. Patético porque jamás pudiste superar que la vida no fuera color de rosa. Asqueado, por haber caído al mismo nivel de quienes te hicieron tanto mal. Indefenso, porque no puedes escudarte cuando quien te tiene odio y repulsión eres tú mismo. Y sobre todo, como ha sido anteriormente mencionado: vacío. Muy vacío. Ese tipo de hueco que sabes que jamás podrá ser llenado por completo, no importa cuán duro trates de hacerlo.

Se había intentado mentir a sí mismo con respecto a todo. Primero, diciendo que no era una venganza, sino un tipo de "pago" impuesto por la humillación a su familia. Después, con respecto a su miedo a la inminente muerte que le acechaba si hacía un contrato con un demonio. Y luego de eso, para rematar, sobre sus sentimientos por su mayordomo.

Se sentía más patético y desdichado que nunca. Era más infeliz de lo que jamás había sido en su vida, y había sido muy, muy desgraciado. Decían que el odio curaba las heridas, que podía superarlo.

Pero no.

Él quiso llegar a más. Se negó totalmente a ser feliz y a dejar el pasado en pasado, por obstinación, por poca madurez. Porque cuando estuvo más desesperado, la venganza y el asesinato fueron las únicas armas que se le ofrecieron, porque era o tomar esa mano de garras oscuras, o morir sacrificado. Él quiso la venganza y eligió odiar a los demás antes de amarse a sí mismo, antes de dejar de lado todo el dolor que cargaba en el corazón para estar con quienes realmente le apreciaban. Prefirió encerrarse en sus juegos de azar y envolverse con la preocupación fingida de un mayordomo que solo lo acompañaba por un terrible y vulgar contrato. Un contrato que, una vez que finalizara su venganza, se llevaría sus últimas oportunidades de ser feliz en esta tierra. De redimirse y encontrar el amor que tanto necesitaba y anhelaba, ese que jamás sería capaz de pedir en voz alta y que buscaba desesperadamente en los brazos de Sebastian.

Ahora que su tan ansiada venganza había sido realizada, no le quedaba ninguna esperanza de seguir con vida, no había nada que pudiera hacer para salir de su miseria.

¿Cómo podía haber sido tan tonto?

Ahora es cuando sentía el peso de las palabras que le había dicho Madame Red. Ahora es cuando realmente se daba cuenta de las cosas, cuando abría los ojos por completo. Había aceptado el contrato creyendo que estaba salvándose de ser sacrificado. Salvándose de terminar de la misma manera que su hermano, muerto en esa asquerosa mesa de tortura que olía a sangre seca y a desesperación.
Pero de nuevo, se había equivocado terriblemente. Desde el momento en que cayó en manos de esos sujetos, estaba destinado al sacrificio, al dolor y la desgracia. Sí, se había salvado de la muerte. Pero... ¿De qué servía haber salido con vida de ahí si vivía únicamente impulsado por el odio y por la venganza? Alejó a todos los que poseían un cariño sincero por él y prefirió buscar consuelo en el que un día sería responsable de su muerte. En el que estaba esperando por comer su alma tal como lo haría un ansioso perro muerto de hambre por un pedazo de filete. Un filete oscuro y podrido que el mismo se había encargado de ensuciar.

Ese mayordomo, tentado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora