4. Vuelta a casa

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Caída la noche, Tim intenta relajarse en su

apartamento. Ha tenido un mal día. Ha tenido

saturación de trabajo, ha discutido con un cliente que

no hace más que darle evasivas cuando intenta cobrarle

y su entrenador personal le ha roto la nariz.

Pero ahora está en casa y es hora de olvidarse

de todo eso. Tim tiene buena habilidad para

desconectar. Ahora está en su dormitorio, vestido con

un pantalón de pijama y esperando a que Marta salga

de la ducha. En un espejo de pared observa su nariz

entablillada. Hace apenas dos horas que se la han roto y

ya no le duele. Piensa que seguramente le dolerá por la

mañana.

Escucha abrirse la puerta corredera del aseo,

que da directamente a la habitación. Marta pasa al

cuarto andando despacio. Tim piensa que Marta es una

de esas chicas que ganan muchísimo cuando están

desnudas. Su cuerpo totalmente depilado le parece

perfecto. No tiene uno de esos cuerpos de revista que

parecen artificiales. Es algo bajita, su cintura se marca

lo justo, sus hombros y caderas son algo anchos para su

constitución y su piel algo blanca, salvo en la cara y

hombros. Pero sus pechos son perfectos, redondos y

firmes, coronados por unos pezones amarronados y

poco abultados. Su piel es limpia y suave.

Tim sonríe al verla y se acerca a ella, olvidando

por completo la fractura de su nariz. La abraza. Sin

apenas esfuerzo, la levanta en peso, sujetándola con

una mano por su espalda y con la otra por su trasero,

moviendo los dedos despacio para acariciarla.

Ella le abraza. Acaricia su cabeza pasando los

dedos entre su cabello. A Marta también le encanta el

cuerpo de Tim. No es robusto, pero sus músculos están

marcados, como los de un atleta. También está

depilado. Marta sabe que eso no es algo que a él le guste

excesivamente y que lo hace por ella. Le sabe un poco

mal que lo haga por ella, pero le gusta, especialmente

en momentos como éste. Dejando que él la sujete, baja

sus manos, acariciando su pecho y su vientre. Introduce

su mano derecha en su pantalón y acaricia sus genitales

por encima de la ropa interior, notando su creciente

erección. Tras unos momentos de caricias, le baja el

pantalón y su ropa interior con una mano por alante y

otra por detrás, hasta los muslos. Con un ligero

movimiento de cadera, Tim hace caer las dos prendas

hasta sus tobillos. Con otro hábil movimiento de

piernas, se deshace de ellas.

Luego lleva a Marta en brazos hasta la cama y la

deja en ella delicadamente. Gateando un poco sobre la

cama, Tim se situa sobre ella y comienza a besar su

cuello, bajando poco a poco, acariciándola suavemente

con sus labios y, ocasionalmente, con su lengua. Llega

hasta sus pechos, donde se recrea un par de minutos,

mordisquándolos suavemente. Con su mano izquierda,

comienza a acariciar su estómago. Apartando su mano

ocasionalmente continua bajando con sus labios. Por su

estómago, sus muslos...

Entre gemidos, Marta acarica con su mano

izquierda la cabeza de Tim mientras que estira el brazo

derecho para alcanzar el interruptor y apagar la luz.

La ventana de la pared de su derecha tiene la

persiana levantada. La luna se encuentra en cuarto

creciente y algo de luz aún ilumina el cuarto. Mientras

disfruta del juego que Tim le proporciona, Marta

observa la curiosa iluminación de la ciudad. En el cielo,

unas nubes con los bordes de un brillo violáceo se

mueven lentamente. A ella le parece una vista

romántica a pesar de los desgastados tejados de los

edificios que tapan la lejanía, especialmente la azotea

que hay justo enfrente. En esa azotea, por un instante,

Marta ve una oscura sombra moverse rápidamente, con

un movimiento ágil y fluido, como el de un reptil.


LOS DIABLOS DEL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora