Capítulo 2.

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Vale, estoy en Bronx.
Las probabilidades de que me asesinen un par de negros matones no bajan del 49%.
Pero, me vale un carajo.
Comencé a caminar sobre un callejón casi vacío. Las fachadas de las casas no variaban, todas estaban descuidadas y con la pintura destartalada. Estaba seguro que de noche era aún más tenebroso.
-¡Hey, blanquito!- Murmuró una sombra oscura dentro de una casa con las ventanas rotas.
Me va a matar. Vale, quizá no. Tenía que guardar la calma... Pero, hay que ser realistas, me va a matar.
Yo no debería estar aquí.
Me giré sobre mis talones y comencé a correr con todas mis fuerzas.
Escuché un rechinido y cuando me giré en dirección contraria, ese cabrón me estaba siguiendo agitando los brazos.
Sentía que mis piernas se quemaban y ya no me respondían.
Entonces tropecé con una estúpida lata de cerveza.
No alcancé a meter las manos así que ahora tal vez me hagan falta un par de dientes y pronto me aparezca un moretón en el pómulo.
-Eh, blanquito- Se acercó con la respiración acelerada. -Se te calló esto- Me entregó la pequeña bolsita transparente de cocaína.
-Eso... No es mío... Yo...- Sonrió mostrando todos sus dientes. Cabrón. Sus dientes parecen perlas perfectamente alineadas. Vale, eso sonó un poco marica.
-Tranquilo, white. No soy la policía- Me ofreció su mano y la tomé torpemente. No es que conviva con negros todos los días.

The Smoker. { Álvaro CotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora