capituló 4: Asechados.

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-Que haremos?- inquirió el muchacho en un susurro más tenue que antes-. ¿Crees que puede vernos además de oirnos?

-No con esta luz, siempre y cuando nos mantengamos quietos- responde Klais-. Pero ¡mira! Se está acercando una nube. Aguardaré hasta que cubra la luna, y entonces marcharemos hacia la derecha tan silenciosamente como podamos, para descender hasta la playa. En el peor de los casos podemos ocultarnos entre las dunas.

Aguardaron hasta que la nube tapó la luna y entonces, primero al paso y luego a un suave trote, se encaminaron hacía la la orilla.

La nube era mayor y más espesa de lo que parecía al principio y la noche no tardo en tornarse terriblemente oscura. Justo cuando Jayce se decía así: "ya debemos de estar cerca de aquellas dunas", el corazón le dio un vuelco debido a que un sonido horroroso se había alzado de la oscuridad entre ellos; un largo rugido, melancólico y totalmente salvaje. Klais se desvío a un lado sin pensarlo dos veces y empezó a galopar tierra adentro otra vez con todas sus fuerzas.

-¿Que es?- jadeo Jayce.

-¡Lobos!- respondió Klais.

Después de aquello yo no hubo más que un frenético golpe durante algun tiempo. Finalmente chapotearon a través de un ancho arroyo poco profundo y Klais fue a detenerse en el otro lado. Jayce se dio cuenta de que temblaba y sudaba de pies a cabeza.

-Esa agua tal vez la haya hecho perder nuestro rastro a las bestias- jadeo Klais cuando consiguió recuperar parcialmente el aliento-. Ahora podemos aflojar un poco el ritmo.

Mientras andaban Klais siguió diciendo.

-Jayce, estoy avergonzado. Tengo tanto miedo como cualquier otro cobarde de BrighHolls. Me siento como uno de ellos, no como un guerrero. No temo a espadas, lanzas y flechas, pero no puedo soportar a esas criaturas. Me parece que tomaré un tiempo para calmarme.

Al cabo de unos minutos, no obstante, volvió a iniciar un galope con su caballo, y no era de extrañar, pues el rugido volvió a dejarse oír. En esa ocasión a su izquierda desde el lugar donde el bosque.

-Son dos- gimió Klais.

Después de galopar varios minutos sin oír nada más a los lobos, Jayce dijo:

-¡Oye! Aquel otro caballo galopa ahora junto a nosotros. Está solo a dos pasos.

-Mucho me... Mejor- Jadeo Klais-. Lo monta un jinete del desierto... Tendrá una espada... Nos protegerá a todos.

-Pero ¡Klais!- protestó el muchacho-. Casi prefiero que nos maten los lobos a que nos atrapen, sobretodo a mí. Me colgarán por robar un caballo y a ti te descuartizaran por conspirador y ladrón.

Tenían menos miedo de los lobos que Klais porque jamás se había tropezado con uno; Klais si lo había hecho incontables veces.

Klais se limitó a resoplar como respuesta pero se desvío a su derecha. Curiosamente, el otro caballo pareció desviarse, pero a la izquierda, de modo que en unos pocos segundos el espacio entre ambos aumentó considerablemente. No obstante, en cuando eso se sucedió se oyeron otros dos rugidos de lobos, que sonaron inmediatamente uno tras otro, uno a la derecha y el otro a la izquiera, y los caballos empezaron a acercarse de nuevo. Al parecer, eso mismo hicieron Los lobos. Los rugidos de las bestias situadas a cada lado sonaban cada vez más cercanos y éstas parecían capaces de mantenerse a la altura de los galopantes caballos de Jayce y Klais sin problemas. Entonces la nube se alejó, y la luz de la luna, asombrosamente luminosa, lo alumbró todo como si fuera pleno día. Los dos caballeros y los dos jinetes galopan casi cabeza con cabeza y codo con codo igual que si participaran en una carrera. Como dijo Klais después, lo cierto era que no se había visto nunca una carrera mejor en BrighHolls.

El Mundo de Arlor: La Guerra de los Trasgos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora