Capítulo 6

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-¿Por qué, Anne? -la voz de Alexander me partía el alma.

No sabía que decirle. No podía quejarme de él. Siempre fue tan atento, tan romántico, tan lindo, en fin, era perfecto.

-Es sólo que no me siento preparada...
-Esperaré el tiempo que necesites -me interrumpió-. Aplazaremos la fecha de la boda indefinidamente.

Vi las lágrimas en sus ojos y pronto aparecieron en los mios.
Al ver que no contestaba, habló.

-¿Éstas segura de que es lo que quieres?
-Sí -murmuré-. Te mereces a alguien mejor que yo.
-¿Pero que dices Anne?, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Esas palabras se clavaron en mi corazón como una daga. Limpié las lágrimas que había en mi mejilla.

-Alex, por favor, no hagas esto más difícil.

Un silencio sepulcral se hizo en la sala. Ninguno dijo más, pero en ese momento Alexander subió a la habitación que compartíamos e instintivamente lo seguí.
Comenzó a sacar sus pertenencias de los roperos y las puso en unas maletas que había sobre la cama.

-¿Qué haces? -pregunté lo obvio.
-Me voy. Tu decisión está tomada.
-Pero no te puedes ir, ¿dónde vivirás? Ésta casa era tuya mucho antes de que nos comprometieramos.
-Puedes quedartela -seguía guardando cosas-. Yo me iré a un hotel en lo que consigo algo.
-No tienes porque -lo tomé de las manos haciendo que se detuviera-. Mirame por favor.

Hizo caso omiso a mi petición y trataba de soltarse de mi agarre.

-Ésta es tu casa -dije aunque él no me miraba-. Yo iré con mi padre, ahí puedo quedarme el tiempo necesario. Por favor, no puedo quedarme aquí.
-Tampoco yo -por fin fijó su mirada en la mía-. No soportaría despertar en está misma cama y no tenerte a mi lado.

Esa era casi la misma razón por la que yo no podía quedarme. Tal vez no había llegado a amar verdaderamente a Alexander pero, todos los recuerdos de casi año y medio que vivimos aquí me atormentarían.

-Entonces, ¿qué haremos?
-La venderé. Si ninguno la quiere, no veo el porque tenerla.

Después de pensarlo unos segundos parecía lo más sensato. Comencé a guardar también mis cosas en otras maletas y cuando ambos acabamos nos sentamos en la cama.

-Gracias por todo -mis palabras lo tomaron por sorpresa-. Sé que lo que te estoy haciendo te esta destrozando pero prefiero hacerlo ahora que cuando sea más difícil.
-No te preocupes, sólo quiero verte feliz, aunque no sea a mi lado.

Lo abracé, no supe que más hacer. Por suerte correspondió mi abrazo.

-Aún podemos ser amigos -dijo cuando nos separamos.
-Por mí no hay problema.

Y era cierto. Por mi no había ningún problema. Confiaba en que Alexander encontraría a alguien que realmente lo mereciera y sería muy feliz con esa persona.

Llegué a casa de mi padre y no se sorprendió al ver la maleta.

-Entonces lo hiciste. Cancelaste el compromiso.
-Sí -dije en el umbral de la puerta-. ¿Podría quedarme en lo que busco un departamento?
-Claro, mi niña. Tú cuarto sigue justo como lo dejaste.

Entre en mi viejo hogar. Visitaba constantemente a mi padre pero, desde que me había mudado con Alexander, no había dormido ahí.

-Sube a dejar las maletas a tu alcoba y bajas, tenemos que hablar -sentenció.

Hice una señal afirmativa y corrí a mi cuarto. Al entrar, como dijo papá, todo estaba tal y como lo dejé. Aún habían pocas cosas que no creí que volvería a usar.
Me apresure a dejar las cosas en la cama y bajé.

-Ahora sí, dime la verdadera razón para que dejaras a Alexander -ordenó mientras nos sentábamos en la pequeña isla de la cocina.
-Ya te dije, no me sentía prepara, eso es todo -mentí.
-Vamos Michelle, eso no te lo cree nadie, debe haber algo más.

Por dentro me debatía sobre contarle o no a mí padre. Él era una de las pocas personas en las que realmente confiaba pero tenía miedo de que me juzgara.
Después de pensarlo sabía que era lo correcto.

-Muy bien, te lo diré -tomé una bocanada de aire-. Cuando llegamos a España, Bella y yo decidimos ir a conocer la ciudad y después pasamos por un helado. Todo iba bien hasta que, al salir de la heladería, choqué con una persona y le embarre el postre.
-¿Y eso qué tiene que ver? -me interrumpió.
-A eso voy. La persona a la que le embarre el helado era, John. Después de eso comenzó a molestarme, por decirlo así, y el día de la función, cantó en la fiesta. Y ahí fue donde todo terminó de encajar.
-Ya veo. Justo el martes, después de que abordaste, me encontré a James en el estacionamiento. Comenzamos a platicar y se le escapó decirme que John estaba en Madrid.

Callé, como tantas veces lo había hecho. Me levanté de mi asiento y me dirigí por un vaso de agua.

-Aún lo amas.

Comencé a toser. Estaba confundida pero tenía clara su afirmación.

-Así es, para que negarlo.

Dejé el vaso en el lavabo y me disculpé con mi padre. Me moría de sueño, tenía que dormir.

Al día siguiente, tomé un baño y estaba dispuesta a bajar para desayunar, cuando oí a mi padre hablando con alguien.

-Lo sé, acaba de cancelar la boda y esta arriba durmiendo.
-Robert, ¿crees que Anne quiera darme otra oportunidad? -me sorprendí tanto al oír la voz de John que casi caigo.
-Ella aún te quiere -afirmó papá-. Pero esta muy confundida, dale algo de tiempo y por lo pronto que no se enteré que estuviste aquí.

No quería oír más y subí sigilosamente pero la curiosidad pudo conmigo y me quede en la parte superior de las escaleras ya que podía ver y oír perfectamente todo lo que ocurría enfrente de la puerta de salida, que era donde se encontraban ahora.

-Mira John, sólo te puedo decir que me encantaría verte con mi hija, sé que han pasado muchas cosas pero debes darle su espacio.
-Robert, justamente ayer se cumplieron dos años de que nos separamos. No aguanto más sin tenerla a mi lado.

Cierto, el viernes fue doce de octubre. Hace dos años exactamente había dejado que se fuera. Me armé de valor justo cuando John estaba abriendo la puerta y comencé a bajar.

-John, espera. Necesitamos hablar -dije antes de que saliera.
-Anne...

Su voz me hizo estremecer. Mi padre entendió que necesitábamos espacio y dijo-: Iré por unas cosas a la cochera.

Ya estando solos, nos dirigimos a la sala cuando me tomó del brazo y me hizo girar. Sus ojos conectaron al instante con los mios y lo besé. Ya no hacía falta que me provocara. Pasaron varios segundos hasta que nos separamos.

-No podemos seguir así -dije cansada-. Tenemos veintiocho años y parecemos chiquillos de diecisiete.
-Tú aún tienes veintisiete.
-Newman, cumplo años el martes, prácticamente tengo veintiocho.
-Anne, ya has cancelado la boda, que más necesitas.
-Tiempo, sólo necesito tiempo.

Dudó durante un momento. Yo sólo quería que entendiera que estaríamos juntos pero no por el momento.

-John -tomé sus mejillas en mis manos-. Aún te amo y juró que muero por estar a tu lado y tener la felicidad que nos hemos estado privando todo este tiempo pero apenas ayer terminé mi compromiso con Alexander y se vería mal que estemos juntos de pronto.
-Parece que te gusta dejar a las personas los doce de octubre -comenzó a reír y le di un fingido golpe en el pecho-. Tranquila, sé de lo que me estás hablando, tomate el tiempo que necesites, ahora estoy más tranquilo al saber que en un futuro estarás conmigo, preciosa.

Me volvió a besar y comencé a jugar con su cabello. ¡Amaba a este hombre como a ningún otro!

Por Siempre Mi Falso Seductor [Reeditando] (John Newman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora