Capítulo 14

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Las calles de Londres seguían tal y como las recordaba. Claro, apenas habían pasado unos cuantos meses de que había estado ahí pero esta vez sería diferente. No venía por trabajo, ahora viviría aquí.
El vuelo había sido una tortura, a pesar de haber durado menos tiempo de lo normal. Once horas cansan a cualquiera.

-¿Estás bien? -la voz de John hizo que quitara la mirada del exterior.
-Claro, sólo estoy algo cansada.
-Es normal, el viaje a sido pesado pero ya pronto llegaremos a casa.

Esa frase me daba algo de miedo aún. ¡Dios Anne! Ya estaba ahí, a punto de compartir una vida con John. El taxi en el que nos encontrábamos guiaba a una camioneta con todas mis cosas y en menos de diez minutos ya estábamos bajándolas para poder entrar a casa de Newman.
Era una pasada, era más pequeña de lo que me imaginé, pero aún así era grande, John siempre sería sencillo, de eso no tenía duda.

-¿Qué te parece? -entró con la última caja que hacía falta y cerró la puerta a su paso.
-Es maravillosa -sentí sus brazos rodear mi cintura y recargó su cabeza en mi hombro derecho.
-Ahora es de los dos -las lágrimas picaban en mis ojos y sentí un cosquilleo en el estómago.
-De los dos -repetí en un susurro emocionado.

Me giré lentamente, aún en sus brazos, y lo besé. Era un beso lento y lleno de amor, un amor inexplicable.

-Vamos -John rompió el beso y comenzamos a recorrer la casa.

Cabe destacar que el blanco predominaba, los muebles y las paredes lo eran; nuestra habitación se encontraba en el segundo piso, la decoración no era diferente al resto de la casa, claro, blanca.

-Podemos cambiar lo que quieras -dijo al ver una mueca en mi rostro.
-No, está bien -sonreí forzada.
-Te conozco mejor que nadie Anne -tomó mi rostro entre sus manos y continuó-: y sé que no te gusta algo de la habitación.
-Es sólo que -reí nerviosa-. Es mucho blanco.

John soltó una carcajada que resonó en varias partes de la casa.

-¿Ese es el problema? -alzó una ceja y por algún motivo sentí mis mejillas arder-. Mañana mismo lo pintamos todo del color que quieras.
-Pero...
-No digas nada, haré cualquier cosa por verte feliz.

Oír eso último terminó de matarme, me sentía feliz, completa, llena... Él era lo mejor que me había pasado en la vida.
Cuando nos dirigimos al patio trasero me llevé una gran sorpresa ya que había un perro. No dude en acercame a él y acariciarlo, el animal era una chulada.

-Pensé que no te gustaban los animales -recordé una de nuestras tantas pláticas.
-No, pero a ti sí y después de nuestra separación lo compré -un leve color carmesí atravesó su rostro-. Sé que es ridículo pero sentí que debía hacerlo.

Con una sonrisa de oreja a oreja, me acerqué hasta el ojiverde y lo abracé. Amaba abrazarlo, era la sensación más reconfortante de la vida.

-No es ridículo, es tierno -reí suavemente y lo vi a los ojos-. ¿Cuál es su nombre?
-No tiene -solté una carcajada-. Eh, no te reías, yo sólo silbo y él viene a mí. Además, si tanto quieres que tenga un nombre, ponselo.

Umm... Era una buena proposición, ponerle un nombre a aquella criatura era fácil.

-Coby -dije con decisión.
-¿Coby?
-Sí, ¿apoco no es lindo?
-Claro, es perfecto.

Besó tiernamente mis labios y continuamos con el recorrido por un rato más.
Cuando dimos por finalizada la travesía, fuimos directo al recibidor para acomodar todo lo que había en las maletas.

-¿Tienes hambre? -pregunté mientras me tiraba en el sofá blanco de la sala.
-Sí, ¿pedimos pizza?
-Por favor.

La noche llegó y después de acabar nuestra comida/cena nos decidimos en ver una película. Estaba viviendo el sueño de mi vida, tenía al hombre perfecto, el mejor trabajo, vivía en uno de mis países favoritos...
No le podía pedir más a la vida.
Mientras la película avanzaba yo cerraba los ojos, el cambio de horario, el vuelo y la mudanza me habían dejado rendida. No supe más en aquel momento.

A la mañana siguiente desperté en la que era nuestra habitación, la luz del sol ya entraba por la ventana. Era un día hermoso.

-Buenos días, preciosa -John entró al cuarto con esos pantalones de pijama que me hacían gracia.
-Buenos días -regresé el saludo y me levanté de la cama para abrir la ventana.

La luz del sol entró de lleno a la habitación y me cegó por un momento.

-Anne -volteé al oír el llamado de John.
-¿Si?
-Tendré que salir por unas horas, ya sabes, cosas de la disquera y eso -parecía apenado.
-No te preocupes -le dediqué una ancha sonrisa-. De todos modos, pienso ir a comprar la pintura para el cuarto.
-Llevate la camioneta.
-¿Camioneta? -pregunté con asombro.
-Sí, o cualquier auto.

Lo miré asombrada. Pensé que sólo tenía dos deportivos, el que dejaba en San Diego y el que tenía aquí.

-¿A qué te refieres con "cualquier auto"?
-Tampoco creas que tengo docenas -rió fuertemente-. Sólo tengo una camioneta, dos convertibles y el deportivo.
-¿Enserio? -dije sarcástica-. Sólo cuatro, que va, cualquiera los tiene.

Rió aún más fuerte y me dedicó una de esas sonrisas que podían conmigo.

-En fin, me daré una ducha rápido para ir a desayunar juntos, después cada quien podrá hacer lo que necesita -sentencié.
-Suena tentador -su voz cambió de tono.
-¿Qué? -pregunté confundida pero curiosa.
-La ducha -ya sabía por donde iba la cosa-. Que mejor que hacerlo juntos.

Movió las cejas seductoramente mientras se acercaba a mí y sentí el calor en mis mejillas.

-Ni lo creas, se cuales son tus intenciones Newman -dije un tanto apenada.
-Vamos Anne, sé que también lo quieres.

Por supuesto que la idea no estaba mal, pero si accedía no acabaríamos a tiempo de ducharnos.

-Dije que no, ahora corre o se hará tarde.

Besé sus labios y me dirigí al baño.

Al terminar nuestro desayuno, fui directo a la tienda donde compraría la pintura, aunque debo admitir que fue muy difícil. Como primer punto, aún no conocía muy bien la ciudad y mi GPS no era de gran ayuda; y como segundo punto, el conducir del lado contrario es aún peor, debía acostumbrarme.
Me encontraba en el pasillo de la pintura para interiores cuando sentí una mano sobre mi hombro, al momento me giré para llevarme una sorpresa que jamás pensé llevarme.

-¿Qué demonios haces aquí? -fue lo único que pude decir.

Por Siempre Mi Falso Seductor [Reeditando] (John Newman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora