II

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 Una oscuridad espesa y profunda reinaba en dicha estancia, más un leve vislumbre de luz se dejó caer en una esquina ocultándome el final más no el principio de unos peldaños ascendentes. Con absoluta ignorancia del lugar donde podían reposar mis pasos, subí por aquella serpiente inclinada que llegó a conducirme ante un largo pasillo, donde las paredes de color morado contrastaban con el escarlata del suelo y una espiral dorada cruzaba el techo de punta a punta y que al parecer iba esbozándose a medida que formulaba mis pasos.


Así que, el diseño se formaba a medida que contemplaba el surrealismo de mí alrededor. Ante mí se presentaba un lugar donde mis reverencias se dirigían al gran y enigmático poseedor de aquel sitio. De pronto tuve la extraña sensación de que me seguían. Me giré al instante, pero nadie había tras de mí, seguí pero esta vez un tanto asustada. Mi incomodidad aumentaba a medida que me adentraba más y más al fin de aquello. Al final del pasillo se encontraban unas estrechas escaleras interiores que se escondían tras un muro.

De pronto, vi caer en un peldaño una pequeña bola blanca nieve, al examinarla detenidamente observé que la bolita, toda ella la cubría un blanco pelaje y que lentamente se esbozaban unas tímidas y diminutas orejitas, cuando me situé a su lado hizo un pequeño brinco. Pero la cogí a tiempo y resultó ser el conejito más insignificante que había visto jamás, sólo su tamaño cabía en una de mis manos.

Aquella criatura supuso para mí la rotura a mis temores iniciales y el renacer de una ternura somnolienta. Acariciándola, me senté en el tercer peldaño de la escalera para así poder admirar más de cerca a aquella hermosa criatura. Estuve un buen rato en esa posición y con tan entrañable compañía. Hasta que un impetuoso viento chocó contra mi espalda, me giré y allí estaba: una oscura y tersa figura que se erigía inmóvil tras de mi.

Tal fue el espanto que de un brinco salté toda las escalera y corrí despavorida pasillo a través. Pero, a medida que la excitación se desvanecía mis pies se detuvieron y pude ver que aquella figura correspondía a un hombre de mediana edad, con un atuendo un tanto irrisorio sacado al parecer, de un ropero estrafalario. Sus ropas formaban un juego de texturas y colores. 

 Un viejo sombrero hongo adornaba su cabeza,  su faz se presentaba blanca como la Robinia contrarrestando así con el negro azabache de su cabello que se deslizaba sutilmente hasta sus hombros. Sus ojos verdes como la esmeralda daban destellos por toda la sala. A su vez, un blanco puro iluminaba el interior de la vestimenta seguido con un chaleco verde-azulado con grabados dorados que se escondía a través de una gran casaca rojo cereza aterciopelada. Unos pantalones cobrizos cubrían sus piernas hasta llegar a la cúspide de unos tímidos zapatos. Y en su mano diestra reposaba un bastón cuya empuñadura obedecía la forma de un bello candado de oro puro.

Ese personaje parecía ser más de cera que de carne y hueso. Al ver que no respondía a ninguna función de dinamismo me acerqué pero sin darme cuenta sus hechizantes ojos cautivaron de tal modo mi atención que me hallé frente a él. Y de repente, con un grácil movimiento de mano, se quitó el sombrero y arrodillándose un tierno beso rozó mi mano. Sin titubear tomó su posición inicial y dijo: 

- Las bienvenidas no son gratas si las visitas son esperadas, y sin embargo, las no invitadas son las más deseadas.

- ¿Perdón, cómo ha dicho?

- ¿Vuestro nombre?

- ¿Y el suyo?

- Schopenhawer. Demasiado corto, ¿no es así?

- Creo que no... hasta es difícil de pronunciar.

- Cualquiera que se atreva a ignorar la legible pronunciación del nombre de alguien, no es digno si quiera de pronunciarlo. 

Creyendo que mi palabras habían sido ofensivas le dije:

- Mi intención no era, en modo alguno, agraviarle, no todos hemos adquirido la capacidad de pronunciar debidamente las cosas.

- Pues debería practicar, preciosa. Uno no practica sino comprende y si comprende tiene la capacidad apta para aplicar. Y lo mismo al revés, ¿no cree?

- Supongo que sí...

- Por supuesto que sí! Desafortunadamente si no damos por finalizada esta conversación esta visita será corta y tardía. Acompáñeme, por favor!

- Perdone pero ¿a dónde vamos?

- Oh, ¿quiere hacer el favor de dejar de disculparse? Es horrendo repetirse tanto.

Y sin más opción, me arrastró tras él sin saber el rumbo al que me dirigía.










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⏰ Última actualización: Feb 19, 2017 ⏰

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La puerta de SchopenhawerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora