Capítulo10.

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Luego de que la fiesta fuera un enorme éxito todos ayudamos a Yeaniss a acomodar el gran desastre que había quedado. El reloj marcaba las 06:23 AM cuando terminamos y cada uno partió hacía su casa. Yo me encargué de llevar a mis tres amigos y al chico de ojos grises (luego de que Jeanne rogará por ello como unas nueve veces). Al llegar a mi casa y guardar la minivan pase a retirarme y apoyar mi culo, ya bastante cansado, en mi no tan cómoda cama. Rogué a todos los dioses que mañana mis padres no insistieran en hacerme el gran y eterno cuestionario que comenzaría con la pregunta "¿Dónde has estado?", después de todo ellos ya sabían lo fastidioso que eran sus intensas preguntas para mí. 

Los pies si pudieran gritar pedirían constantemente auxilio, me recuerdo a mi mismo caminando de aquí hacía allá a toda velocidad, mis cabellos parecían más la gran melena del Rey León y mi ropa estaba más arrugada que un acordeón. Sólo quería dormir y que mi cuerpo descansará de la tan agotada noche que acababa de pasar y que mi mente pudiera olvidar la inquietante imagen de Jeanne coqueteando con el de ojos grises. Tal vez no sea mal chico, pero una gran espina pinchaba mi mente haciéndome creer que sí lo era. Yeaniss trató de convencerme de que Jeanne debía rehacer su vida y comenzar otra nueva relación. Y tal vez, sólo tal vez, yo debería hacer lo mismo, después de todo un año ya había pasado y ya nos habíamos superado (o éso decíamos). Aún así intente hacer creer a mi mente que todo estaba bien y cerré los ojos para dormir, no planeaba sacarme la ropa, el cansancio ya se había apoderado de mí.

A las 17:00 PM fui molestado por mi madre diciendo a los gritos que su nuevo y pequeño cactus había largado un pimpollo y que pronto florecería. Esta mujer es una gran obsesiva cuando de plantas se trata, desde que tengo memoria (que son muchos años) mi padre le regala flores para cualquier fecha que debe de ser festejada: Día de la Madre, Navidad, Aniversarios, Cumpleaños. Y mi madre sonríe como si aquel hombre le hubiera dado todo el oro del mundo. Que envidia. 

Levanté lentamente mi torso del colchón y luego de meditar la idea unos cuantos segundos levanté mi culo del mismo. Con los cabellos más desordenados que anoche baje a la cocina a buscar un enorme vaso de agua y algo para lograr hacer callar mi estómago que gruñía y gruñía. Mi tía Teresa se encontraba en el sillón con mi padre el cual dejo sólo cuando me vio y corrió a abrazarme. Apretó mis mejillas y desordenó aún más mi cabello y todo iba normal como siempre hasta que preguntó lo mismo que todas las personas de mi familia: "¿Cómo está tu novia, Jeanne?". 

Y justo ahí mi mente se dio cuenta de dos cosas:

1- Que la tía Teresa no venía desde hace mucho tiempo.

2- Que extraño a Jeanne más de lo que demuestro.



Todas las estrellas del cielo.  PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora