Poco después la escena había cambiado. Don Cayetano, encontrando descanso a sus sublimes tareas en un dulce sueño que de él se amparó, dormía blandamente en un sillón del comedor. Doña Perfecta andaba por la casa tras sus quehaceres. Rosarito, sentándose junto a una de las vidrieras que a la huerta se abrían, miró a su primo, diciéndole con la muda oratoria de los ojos:
-Primo, siéntate aquí junto a mí, y dime todo eso que tienes que decirme.
Pepe Rey, aunque matemático, lo comprendió.
-Querida prima -dijo Pepe-, ¡cuánto te habrás aburrido hoy con nuestras disputas! Bien sabe Dios que por mi gusto no habría pedanteado como viste; pero el señor canónigo tiene la culpa... ¿Sabes que me parece singular ese señor sacerdote?...
-¡Es una persona excelente! -repuso Rosarito, demostrando el gozo que sentía por verse en disposición de dar a su primo todos los datos y noticias que necesitase.
-¡Oh!, sí, una excelente persona. ¡Bien se conoce!
-Cuando le sigas tratando, conocerás...
-Que no tiene precio. En fin, basta que sea amigo de tu mamá y tuyo para que también lo sea mío -afirmó el joven-. ¿Y viene mucho acá?
-Toditos los días. Nos acompaña mucho -repuso Rosarito con ingenuidad. ¡Qué bueno y qué amable es! ¡Y cómo me quiere!
-Vamos, ya me va gustando ese señor.
-Viene también por las noches a jugar al tresillo -añadió la joven-, porque a prima noche se reúnen aquí algunas personas, el juez de primera instancia, el promotor fiscal, el deán, el secretario del obispo, el alcalde, el recaudador de contribuciones, el sobrino de D. Inocencio...
-¡Ah! Jacintito, el abogado.
-Ese. Es un pobre muchacho más bueno que el pan. Su tío le adora. Desde que vino de la Universidad, con su borla de doctor... porque es doctor de un par de facultades, y sacó nota de sobresaliente... ¿qué crees tú?, ¡vaya!... pues desde que vino, su tío le trae aquí con mucha frecuencia. Mamá también le quiere mucho... Es un muchacho muy formalito. Se retira temprano con su tío; no va nunca al Casino por las noches, no juega ni derrocha, y trabaja en el bufete de D. Lorenzo Ruiz, que es el primer abogado de Orbajosa. Dicen que Jacinto será un gran defendedor de pleitos.
-Su tío no exageraba al elogiarle -dijo Pepe-. Siento mucho haber dicho aquellas tonterías sobre los abogados... Querida prima, ¿no es verdad que estuve inconveniente?
-Calla, si a mí me parece que tienes mucha razón.
-¿Pero de veras, no estuve un poco...?
-Nada, nada.
-¡Qué peso me quitas de encima! La verdad es que me encontré, sin saber cómo, en una contradicción constante y penosa con ese venerable sacerdote. Lo siento mucho.
-Lo que yo creo -dijo Rosarito, clavando en él sus ojos llenos de expresión cariñosa- es que tú no eres para nosotros.
-¿Qué significa eso?
-No sé si me explico bien, primo. Quiero decir, que no es fácil te acostumbres a la conversación ni a las ideas de la gente de Orbajosa. Se me figura... es una suposición.
-¡Oh!, no: yo creo que te equivocas.
-Tú vienes de otra parte, de otro mundo, donde las personas son muy listas, muy sabias, y tienen unas maneras finas y un modo de hablar ingenioso, y una figura... Puede ser que no me explique bien. Quiero decir que estás habituado a vivir entre una sociedad escogida; sabes mucho... Aquí no hay lo que tú necesitas; aquí no hay gente sabia, ni grandes finuras. Todo es sencillez, Pepe. Se me figura que te aburrirás, que te aburrirás mucho y al fin tendrás que marcharte.
ESTÁS LEYENDO
Doña Perfecta
ClásicosDoña Perfecta Benito Pérez Galdós Editorial Literanda, 2012 Colección Literanda Clásicos www.literanda.com Diseño de cubierta: Literanda Ilustración de portada: El Baile de la Vida, Eduard Munch, 1900 Tanto el contenido de esta obra como la ilustrac...