Prólogo

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Observé el paisaje por última vez e irónicamente me percaté de lo hermosa que se encontraba hoy... O tal vez, siempre lo fue. La nieve vestía toda Seúl de forma elegante y presumida. Saqué mi mano derecha intentando atrapar un pedacito de esa belleza y me di cuenta de mis propias intenciones. De alguna manera, quería llevarme este presente conmigo, este presente que se me escurría de las manos desde que abrí los ojos por primera vez.

Una débil sonrisa asomó de mis labios al apreciar la humedad. Claro, la nieve se derrite. Ella también era efímera. Me sentía comprendido por ese manto pálido que todo el mundo espera y, al final, nadie se para a observarlo.

Me pregunto si alguien me estará observando, si alguien se ha parado a observarme y si alguien espera que no me derrita. Era estúpido, no quería que nadie lo hiciera, no por mí, al menos. Para mí el sol aparecería muy pronto dándome fin.

Cerré los ojos respirando el helado ambiente de la ciudad que me había acogido con tanta calidez y, tras dejar mis huellas en ese sitio como despedida, me adentré en el puerto de mi destino.

"Última llamada a los pasajeros.''

¿Sabes lo que se siente al hacer algo por última vez? Es una sensación de arrepentimiento que taladra mi corazón desde lo más hondo. Ahora es cuando me paro a pensar en lo poco que valoramos todo aquello que nos convierte en nosotros y la falta que nos haría si desapareciera. Sonreí por mi propia analogía.

Hacía muchos años que no volvía a recorrer el angosto camino que desde niño me había impedido perder el rumbo. Iluminado débilmente, las casas ambientaban mi paseo de vuelta. Aquel cielo oscuro que me juró eternidad alguna vez y no resultó ser más que hipocresía. Pero de la misma forma que lo hice cuando decidí aprovechar mi vida y me aventuré a sentir, lo hago hoy de vuelta por última vez.

Levanté mi cabeza para fijarme en el número y saber que era el correcto. Mi mano abandonó con recelo mi bolsillo y me odio por sacarla a tan baja temperatura. Toqué sin ánimo la puerta de roble y tan solo unos segundos después, la nueva realidad me golpeó sin remordimiento.

Mi madre me recibió con los brazos abiertos. Reparé en su enorme esfuerzo por no llorar, por aguantar sus ganas ante mí, por querer parecer fuerte, pero mi sonrisa echó todo eso a perder. Me abrazó tan cálidamente que por un momento mi mente pareció viajar hasta el día de mi nacimiento, cuando ella me recibió de la misma forma, pero a diferencia de ese momento, esto no era un nuevo comienzo, ni si quiera una nueva vida:

- Taehyung, amor mío –deshizo el abrazo para mirarme con toda la pena del mundo. Me acunó el rostro como si le hubieran dicho que podía desvanecerme en el aire-. Estarás bien, ¿verdad? Yo sé que lo estarás, yo estoy contigo.

Mis lágrimas desistieron y se perdieron en la bufanda que me cubría el cuello. Sonreí mirándola y sujeté sus manos tiernamente:

- Mamá, no sabes mentir –le dije con toda la pena en mi voz.

Ella sollozó al negar y soltó una de mis manos para intentar disminuir el llanto:

- Cariño, te amo. Te amo con todo el corazón que una madre puede darle a su hijo.

- Yo también te amo –le coloqué un mechón detrás de la oreja y vi la culpa en sus ojos-. Mamá, no me arrepiento. Logré vivir mi vida sin arrepentirme, sin agonía, sin desespero. Que mis mañanas sean menos que las del resto no quiere decir que sea peor, solo... -no pude evitar sollozar ante el recuerdo de lo corto que había sido-. Solo cuenta lo que haya hecho y como me he sentido. He sido feliz, y ¿sabes qué mamá?

- Dime, hijo –me limpió las lágrima de ambas mejillas.

Tragué con dificultad el nudo que me oprimía la garganta:

- Conocí el amor –dije con una sonrisa.

- Taehyung... -pronunció con un tono devastado.

- Tenías razón, es el sen-timien-to más her-moso del mun-do.





Corrí con todas mis fuerzas por aquella calzada resbaladiza. Me adentré con brusquedad entre tanta gente para observar en el gran reloj... Que había llegado tarde. Apreté mis puños con fuerza y ahogué un grito cargado de todo el dolor que se había instalado en mi pecho tras recibir la noticia.

Él no podía irse, no quería que se fuera, no después de todo, no después de haberme prometido que iba a estar a mi lado, no después de haberme mirado con aquel brillo en sus ojos, no después de haberme sonreído así. Tan solo... No podía irse después de haberme iluminado las noches más oscuras:

- ¡Jimin! –me gritó Hoseok-hyung desde la entrada.


Quería que él lo supiera, quería decírselo y aún estaba a tiempo.

Última llamada [VMin] {10/10}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora