Dulce María P. O. V:
Los nervios comenzaron.
Me hise dudar por unos segundos, ¿qué hago?
¿Lo busco?
¿lo vas a dejar solo?
Es verdad...
— Si, vengo a verlo... ¿Qué le pasó?
— Tuvo un accidente de coche hace 1 hora junto a una chica quien no quizo decir su nombre, afortunadamente ella salió ilesa. En cuanto a él, los exámenes indican alcohol en su sangre y probablemente la policía llegue en unos minutos. Pero, solo puedo informarle medicamente: tiene algunas lesiones graves en el cráneo y seguimos estudiándolo, todavía está en revisión.
— ¿Puedo verlo?
— Aún no, no tenemos un diagnóstico completo y puede...
— No importa si no puedo pasar, solo lo quiero ver. —la interrumpi.
— Lo siento, pero no puedo permitirle eso. —culminó y se marchó.
No podía remediarle, tuve que sentarme en la sala de espera y... Esperar.
Esas cuatro paredes largas y blancas eran agonizantes, lo hacían todo más difícil. No sabía si agradecer por estar sola entre las sillas o angustiarme por no tener una compañía desconocida, quien estaría igual que yo.
Mis pies golpeaban el suelo al compas de mis dedos pensantes, quienes bailaban en mis piernas temblorosas, si, estaba nerviosa, no solo por su bienestar, también por si tomé la decisión correcta.
No he hablado con él desde hace días y créeme que me a costado martener su número de teléfono en favoritos y no escribirle los típicos "Buenos días, mi amor" o "Te amo, nunca lo olvides".
¿Qué pensará cuando me vea?
Hipócrita, de seguro.
No.
Podré aún guardar rencor, pero no quiero que piense cosas que no son.
Sería justo, tu creíste la mentira más obvia que hayas podido ver.
Creo en lo que mis ojos vieron.
— Disculpe... —interrumpió una señora— ¿Puede levantar los pies? Estoy en mi hora de trabajo.
La señora de unos 80 años parecía cansada de repetir lo mismo una y otra vez, pero no tenía cabeza para pensar en algo así, por lo que obedeci con pesar y flexione mis piernas, dándome calor a mi misma, mientras la escoba pasaba por debajo de mis pies.
Al terminar su molesto trabajo, la señora se marchó y me quedé sola otra vez entre mis pensamientos, mi posición empeoraba el ambiente, sentía que el miedo me atacaría y acabaría conmigo, pero solo tengo a mis piernas como escudo y a una molesta conciencia gritándome desde hace minutos, los cuales parecen que nunca acabarían.
No puedo más.
Necesito verlo, necesito terminar con mi angustia. Me levanté del agónico lugar y visualice a la secretaria, quién hablaba por teléfono muy entusiasmada. Entonces tenía que tomar una decisión:
1- Pregunto por él y su respuesta me hace volver a la silla del pánico en la sala de espera.
2- Escabullirme y ver que sucede.
Mis nervios pueden delatarme al escabullirme, debo de quedarme y controlar mi anciedad, antes de volverme completamente loca.— ¿Qué haces? ¡Corre! ¡Ahora! ¡Es la única opción!
— No puedo hacerlo, puede salir mal.
— Creí que te preocupaba Ucker, ¿o quieres seguir escuchando tu agonía?
Pensé con inteligencia y opté por el camino lógico: escabullirme.
Me agaché y gatee lo más rápido y silencioso posible frente de su escritorio, y por suerte logré lo que quería.
Ahora el dilema... ¿en qué habitación está?
Todas las puertas estaban abiertas, solo una guardaba su interior. Ahí estaba.
Caminé, o eso creí, parecía que me encaminaba hacia un precipicio. Pero me obligué a entrar...
En segundos ya estaba dentro de la habitación y sin terminar de entrar ya estaba preguntándole todas las preguntas que mareaban mi cabeza desde que me enteré de la noticia.
— Ucker, ¿cómo estás? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo... —digo casi sin respirar, pero al verlo mis palabras cesaron, estaba dormido.
Otra vez me encontré en una discusión conmigo misma. ¿Lo despierto? ¿Me acerco? ¿O solo espero?
Podía actuar con inteligencia, pero aun no superaba el amor que podía llegar a sentir hacia él; algo masoquista de mi parte. No obstante, el corazón me ganó y cada paso que dí hacia él era una gota de emoción para mis venas.
Llegué a su lado y con sumo cuidado me senté a la orilla de la camilla, entonces lo observé. Estaba mucho más palido, sus labios resecos, sus violaceas ojeras marcadas y sus manos sin fuerza a centímetros de mi.
El verlo domido era algo confuso, me alegraba volverlo a ver, pero el miedo me impedía seguir ahí hasta que me devolviera la mirada. Aun así, mis pensamientos me quitaron tiempo y entre pequeños roces de mis dedos él despertó.
— ¿Qué... Qué haces aquí? —apenas pudo decir.
— Escuché que estabas aquí solo y decidí venir a... apoyarte. Pero si quieres me voy y llamó a Germán, se que...
— No... —me interrumpió— no lo molestes. Lo siento, solo que... no esperaba verte.
— Bueno, emm... ¿qué fue lo que pasó?
— No lo recuerdo bien, solo recuerdo haber salido en mi coche para dejar a Natalia en su casa.
— ¿Natalia?
— Disculpe señorita, no puede estar aquí. —entró un doctor.
— Lo siento, ya me voy. —informé y me dirigí a la puerta.
— Dul... —lo escuché decir.
Hice caso omiso a su respuesta.
¿Ahora qué? ¿Se va a arrepentir de haberme contado? No me interesa. Solo salí del hospital, tapé mi rostro con mi cabello y me dirigí a mi tan querido árbol del parque, que parece esperarme en cada mal momento que sucede.
Para evitar más lios en mi cabeza cogí un libro y comencé a leerlo, ésto me distrae lo suficiente e incluso me hace mentalizarme en la realidad: no puedo volver a estar con él.
Sin ni siquiera haber leído dos líneas, dos manos taparon mis ojos.
— ¿Quién es? —pregunté.
— ¿Qué? ¿Cómo no te acuerdas de tu amigo de toda la vida?
*____________________*
¿Quién será ese amigo?
Chau chau XD
"Love vondy forever"
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I'll Be There For You (Vondy)
FanfictionTodo cambia de una manera increíble y eso mismo es lo que pasa en esta historia. Los problemas, conflictos y lagrimas en una vida que todos creen perfecta. Dulce María, después de un trágico problema, vuelve a encontrarse con el castaño de hace 10 a...