Involucrado.

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  El desconocido suspiró, pasándose los dedos por el cabello en laoscuridad, mientras miraba hacia mí. Miré ambas salidas, calculé suproximidad de las dos, y juzgué que mis posibilidades de conseguirpasarlo fuera cero. Yo era muy consciente del enorme desgarrón en ellado de mi camiseta, dejando al descubierto mi lado al aire libre, y paraél. Traté de tirar de los bordes del rasgón juntos con la muñeca vendadae hice una mueca de dolor cuando se torció de forma inesperada. 

  Hizo una mueca cuando lo hice. 

—¡No hagas eso! Te lastimarás más.

  —Me di cuenta de eso —le espeté—. ¿Por qué sigues aquí? No meimporta lo que tengas que decirme. —Fruncí el ceño y me mordí el labioinferior, porque eso no era del todo cierto. Estaba casi tan curiosa comocuando me alarmó que mi dibujo cobrará vida—. Más o menos, lesmentiste, haciéndoles pensar que eras solo un espectador atento, yahora piensan que estoy loca. Yo no necesito eso. Mi hermano nonecesita eso. —Formé cada palabra con cuidado, con precisión enojada,caminando hacia los lados hasta que me puse de pie en medio de mihabitación. 

Él consideraba mis palabras.  

  —Todavía estoy aquí porque lo siento. Quiero asegurarme de queestás bien. Insisto en ello, en realidad. Y porque quiero saber por quétienes tanto miedo de mí. —Levantó las manos ligeramente y lasextendió abiertas, como para demostrar que no estaba escondiendonada. Las sombras de mi habitación oscura ondearon por su espalda. 

 Tomé diminutos y cuidadosos pasos hacia atrás hasta que choqué contrami barnizado tocador de tienda de segunda mano. Sentí cautelosamentea lo largo de su lijada superficie encalada hasta que encontré mi pequeñalámpara de cuentas entre montones de joyas, libros, velas y artículos dearte. Él no se movió cuando encendí el interruptor y bañé la habitacióncon poca luz. Incliné mi cabeza y lo miré, lentamente, tratando de notener miedo en este momento, racionalizando que tanto Logan como elSr. Mason vendrían corriendo si gritaba lo suficientemente fuerte.Entrecerré los ojos y traté de verlo como si lo pudiese atraer con cuidadoy atención, en vez de conjurarlo enormemente a un lugar desconocidoen mi cabeza.

  Él se quedó inmóvil, receptivo a mi mirada pero no relajado. 

 Mi pequeña lámpara iluminaba solo un lado de él, dejando la otra mitaden sombras. El efecto era sorprendente. Una mitad de él prácticamentebrillaba con vida y color, mientras que la otra parecía rígida y fría. La luzluchando con la sombra, la oscuridad amenazante; él era una criatura enguerra consigo mismo. Sus ojos azul verdosos eran del color de losocéanos; vetas de oro moteadas en su cabello castaño.

  Incluso su piel parecía ligeramente dorada. Las líneas de sus rasgosexigieron lápiz en lugar de grafito grueso o carbón. Sus labios pidieronuna serie de curvas suaves, con curvas de plumas para capturar laslíneas correctamente. Sus pómulos y la mandíbula necesitaban líneasrectas firmes para transmitir su fuerza angular. Un poco de sombra enlas mejillas y el mentón podría suavizar los rasgos y mostrar el indiciode la vulnerabilidad, de la confusión que vi. En la penumbra vaga de mihabitación, vi que mi bosquejo anterior había conseguido todo lo malo,dando solo un toque de su apariencia. No es de extrañar que Amberlynno lo reconociera. 

 —No sé lo que eres, aparte de una señal que no entiendo aún —admitífinalmente—. Pero lo que es más importante, no sé lo que quieres decir.—Él se limitó a levantar una ceja.

  Levanté un dedo para silenciarlo antes de que pudiera interrumpirme. 

 —Mira, soy muy mala articulando esto, así que ten paciencia conmigo.—Tomé una respiración profunda—. A veces, dibujo el futuro.

Gifts of the blood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora