Luz y promesas.

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El aire nocturno era más frío que lo normal para principios de otoño en el sur; mi respiración creaba vagos espirales de neblina que desaparecían rápidamente en el viento. En una noche común, hubiera tomado el camino más directo por el parque para llegar al banco, luego volvería con mi hermano y me daría un largo baño para desvanecer lo último que quedara del terco aroma a café. Pero esta noche, tenía a Ethan. Quería privacidad y tiempo suficiente a solas para forzarlo a responder mis preguntas. Ninguno habló mientras cruzábamos la calle y nos dirigíamos al parque. Tenía tantos interrogantes que apenas registré el silencio entre nosotros, tratando de revisar y priorizar las cosas que más quería saber.

Intencionalmente nos conduje a uno de los senderos que era apenas más que una senda finamente cubierta de hojas que serpenteaba entre zonas de oscuridad y árboles débilmente iluminados. La borboteante fuente de tres niveles, alumbrada vivamente, con sus gárgolas, ninfas y quimeras de mármol se desdibujó mientras nos guiaba más adentro del arbolado y deshabitado sector del parque.

Es gracioso cómo pequeños detalles como el camino que elegí para recorrer el parque esa noche o el orden en que hice los mandados o incluso el tipo de bolso que llevé cambió la vida de tanta gente.

Probablemente no debería haber confiado en él. No lo conocía, este casi desconocido que me desequilibraba y libremente presagiaba peligro. Yo sabía que era mejor no caminar por el bosque luego del anochecer con extraños, incluso si solo estábamos en el Parque Blind Springs y a poca distancia de mi hogar. Pero no sentí alarma ni miedo alguno mientras sacaba mi mano de su brazo, deslizándola por el largo de su oscuro suéter hasta que encontré su cálida y extraña mano y la tomé. Mantuve mis ojos fijos en las puntas de mis marrones botas de montaña mientras entrelazaba mis dedos con los suyos. Su piel contra la mía era tan áspera que era casi abrasiva. Al frotar mi pulgar con el suyo pensé en piedras porosas, en estatuas desgastadas por el tiempo. Mis músculos se estiraron y tensionaron cuando él se convirtió en un peso que arrastrar tras de mí, no renuente a seguirme pero sí un poco resistente, como si no estuviera seguro de cuál era mi propósito. Era suficiente para hacerme ir más lento y molestarme.

—Caspia.

Mi nombre viniendo de sus labios sonaba lleno de advertencias y arrepentimiento. Mis dedos se enredaron desafiantemente a los suyos frente a la tensión en su voz. Él era una sólida presencia detrás de mí. Esa noche obtendría respuestas, me prometí, o nunca más lo volvería a ver.

—¿Qué? —Era apenas un murmullo, más débil que el vapor de mi respiración en el viento. No me dejaría doblegar, confundiéndome con su imposible presencia y la sensación de que, mientras estuviera cerca suyo, todo era seguro. No lo era; nada era seguro y él era aún más peligroso por hacerme olvidar eso.

—Tienes tareas que cumplir, y un hogar esperándote. —Se inclinó hacia mí, susurrando sus palabras contra mi cabello—. No deberíamos permanecer aquí, en la oscuridad y por fuera del sendero. Muéstrame la plaza mayor de tu ciudad.

Era tentador. Dios mío, era tentador. ¿Cómo podía alguien sentirse como primavera estando en el medio de la estación opuesta? Estar cerca de él era como estar rodeada por una neblina seca y cálida, o por plumas, o arena blanca como el azúcar.

—El Parque Blind Springs es lo más seguro que hay —le dije, finalmente volteando para verlo. Sus ojos eran luminosas muestras de preocupación—. Llevo jugando aquí sola desde que pude caminar. Y aparte... —Usé mi mano vendada para tratar de alisar su ceño fruncido. Al darse cuenta, solo lo frunció aún más—, nunca pasa nada en Whitfield.

Más tarde entendería su extraña expresión de remordimiento.

Con nuestros dedos enlazados fuertemente y el viento y el frío como una fina barrera entre nosotros, de repente supe que si lo dejaba hablar él haría desaparecer el miedo y el sentimiento de pérdida y la oscuridad que guardaba dentro mío desde la muerte de mis padres y aun más desde el diagnóstico de Logan. Me di cuenta entonces, bajo el cielo y las sombras, que tenía el poder de exorcizar de dentro mío todo lo que me había mantenido funcionando por incontables meses. Podía alejar mi enojo, mi ira, mi miedo y si se fueran estaría obligada a sentir cosas y reconocer mi impotencia de nuevo y no quería hacerlo, ni siquiera podía; necesitaba mi oscuridad como los guerreros necesitan sus armaduras. No podía enfrentar cada día viendo mi mundo venirse abajo sin mi armadura.

Gifts of the blood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora