Mitad oscura.

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Quería verme bien para él. Era tan sencillo como eso, un deseo tan viejo como el tiempo. Mirando atrás, me pregunto si era uno de esos momentos de encrucijadas. Si solo hubiera dejado que Ethan me vistiera veloz, o solo empujarme en un par de viejos pantalones o cualquier capucha libre que se suponía debía estar colgada en el gancho junto a la puerta. ¿Podrían esos pocos minutos extras haber cambiado algo?

¿Fue el destino o capricho guiándome esa noche? Aún me lo pregunto.

Cerré los ojos y deslicé la mano en lo más profundo de mi armario donde vivían mis vestidos, yaciendo en mi intensificado sentido de toque para elegir lo que usaría para Ethan. Desde que lo conocí, todo lo táctil se había convertido más placentero. Pensé en su piel porosa como una estatua viviente, y me pregunté si él experimentaba el mundo del mismo modo. Donde mis sentidos se intensificaban a causa de algo profundamente dormido en mi sangre, ¿llamado a despertar? ¿Estaba el Nefilim en mí despertando? ¿Era eso por lo que su presencia causaba tal sobrecarga sensorial?

En la doble oscuridad de mis ojos cerrados y el oscuro armario toqué terciopelo, algodón tan vagamente tejido era casi total, rígido satén liso; pana bien texturizada; dril de arena suave desgastado por la edad y el lavado. Y entonces lo tenía. Mis dedos se cerraron en satén pesado, y sonreí ante el recuerdo de ello. No necesito la luz para verlo. Lo recuerdo.

Una pesada, casi a la altura del tobillo, falda de satén plateado. Las cintas eran lo suficiente largas como para atar alrededor de la cintura varias veces y todavía colgar sobre los generosos pliegues de la falda. A su lado colgaba una camisa a juego de cuello redondo y mangas tres cuartos ligeramente acampanadas. La había usado solo una vez antes, en mi graduación de la secundaria. Logan y el Sr. Mason había venido, ya que mis padres no podían. Me paré frente a la fuente en Blind Springs Park y giré para la cámara, la falda fluyendo a mí alrededor como una bailarina española, capturando las luces multicolores entre sus pliegues como un prisma. Logan era alto y fuerte, y los ojos llorosos al verme crecida. Fue la primera vez que alguien me dijo que mis ojos se veían como plata con las luces de la fuente. 

Ethan fue el primero que me dijo que mis ojos en realidad eran de plata. 

Al final me gustó la contradicción que me devolvió la mirada desde el espejo de cuerpo entero. Del cuello a la rodilla cubierta de plata satinado, con una chaqueta de cuero negro ligeramente maltratada que empezaba a sentirse como una segunda piel. Zapatillas de ballet plateadas asomaban por debajo del dobladillo de la falda. No tenía tiempo para hacer nada con mi pelo a excepción de cepillarlo y ponerme un poco de brillo de labios.

—Me gusta —le dije a mi reflejo—. Elegante. Sexy.

Boté un poco sobre las puntas de mis pies y cerré las manos en un puño y las metí en los bolsillos de mi chaqueta.

—Problemática, pero con estilo.

—Diez minutos —dijo Ethan en voz baja desde mi umbral. Giré, mi falda girando como un círculo de luz a mi alrededor.

Me sonrojé porque él me había visto hablando con un espejo.

—Eso realmente fue bastante rápido, teniendo en cuenta... —le dije a la defensiva.

Cuando parpadeé al instante siguiente su mano estaba entre la chaqueta y el pesado satén de mi falda.

—Te ves muy bien —me dijo en voz baja al oído—. Lo digo porque quiero, no porque tú me lo dijeras.

Puso un colgante de cristal con forma de lágrima en una cinta de terciopelo negro alrededor de mi cuello.

—¿De dónde sacaste esto? —Seguí las facetas del cristal con aire ausente, torciendo a verlo colgando alrededor de mi cuello en el espejo.

Gifts of the blood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora