3- ¿Qué haces ahí?

28 4 0
                                    

El chico de mis sueños no asistió, el insomnio estuvo presente en mi recámara oscura. Sólo miraba el exterior de mi ventana imaginándome lo maravillosos de la noche. Abrazando mis rodillas y las miradas perdidas, empezó a sonar mi celular en la mesa de noche. Lo tomé, lo miré y era estática en la pantalla del celular.

— ¿Pero qué carajos...? —me expresé y sentí que alguien estaba en mi habitación.

"¿Quieres ser mi amigo?", surgió una frase conocida. Ignoré mi celular para buscar la voz.

En frente de mi cama estaba Julio con su apariencia sangrienta, pero las hemorragias también surgían en su cabeza. Parecía sudor de sangre, su apariencia terrorífica me petrificaba. Se acercaba conmigo subiéndose de mi cama. Casi nuestros rostros juntos se atrapaban las miradas, y sin hacer nada deseé que se fuera.

"¿Quieres ser mi amigo?"
Su pregunta se escuchó como dos demonios y salte de la cama para ir al baño.

Encendí la luz y me lavé mi rostro para después verme mucho tiempo en el espejo del baño, nada interesante.

Me dirigí a la sala, encendí la televisión y me acosté en el sofá. Me quedé dormida hasta las ocho de la mañana.

— ¡Miranda!, ¿Qué haces aquí dormida y con la televisión encendida? —preguntó mi abuela.

—Am... soñé una pesadilla y quise ver televisión para distraerme —le contesté —...No miré la hora.

—Descuida hija, sólo tienes que estar tranquila.

Mientras conversábamos la abuela y yo, mamá tomó el control de la televisión para enterarse de las noticias locales.

—Muy buenos días -comenzó el conductor de noticias —. Ayer a las 12:05 a.m. se encontró a una adolescente de 15 años de nombre Alexa Josefina Cruz tirada en la entrada del fraccionamiento El Picacho. Fue llevada al hospital y según los médicos murió por sobredosis de drogas minutos después. Al parecer los que la conocían dicen que "consumía drogas ilegales" y otros piensan que fue víctima de una supuesta leyenda urbana que surgió en la residencia mencionada...

No podía creer. Alexa, mi vieja amiga que me advirtió sobre la leyenda, ha muerto.

Quedé sin voz, me dirigí a mi recámara a recordar sobre la maldición. No podría creerme sobre la muerte de Alexa, comencé a llorar nostálgicamente. De repente me llegó un mensaje de mi celular, en el mismo lugar donde lo dejé en la madrugada. Era de Julieta:

"Hola Miranda, sólo quiero decirte que te invitan al funeral de Alexa el jueves, el entierro será a las 10 a.m..."

Al leerlo, pensé un poco y le conteste:

"Si iré, trataré de no faltar".

No puedo creer en esto. ¿Cómo puede suceder estas cosas? Esto sólo aparece en historias y películas.

Llegó el día. Un panteón cercano a la residencia fue enterrada Alexa; áreas verdes, pocos árboles y escasas tumbas que inauguraban el lugar. No toleraba el llanto, las lágrimas y los lamentos de tristeza. Familiares, amigos, unían recuerdos y solidaridad por la vieja amiga, no toleraba ver como enterraban su ataúd y los recuerdos que rodeaban su lapida, decidí taparme los ojos y no recordar de esto.

Después de que se terminó; Brandon, Julieta, Mauricio y Alan me ofrecieron su compañía pero me negué y decidí caminar yo sola.

Tomé el único camino terroso y de repente vi una lápida miserable, me llamó la atención. Me dirigí hacia la lápida y leí el nombre del dueño, "Julio Antonio Montreal Ramírez". Quedé en shock y mis palabras se acabaron.

— ¡Ey tú! —gritó una niña y volteaba a muchos lados — ¿Qué haces encima de la tumba de mi hermano?

Al encontrar esa voz infantil pero fría, una niña de apariencia de doce años, cabello castaño oscuro, ojos marrón color otoño y algo parecida a Julio se acercó a mí alzando los brazos de reclamo.

—Lo siento —le dije —, no era mi intención ofender al muerto... perdón, a tu hermano.

—Si como sea, ya estoy harta que hablen mal de él y de su supuesta maldición.

Tenía el temor de decirle mi nombre, así que solo le di un amuleto de cruz de plata y le di mí pésame, ella me agradeció.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Diana. Mi nombre es Diana.

Le agradecí, me despedí, caminé adelante pero volteé mi cabeza y Diana sacó unas flores que tenía escondida en su abrigo, se puso de rodillas y las dejó con su hermano. Yo sólo la admiré y después seguí caminando aún con el dolor en el corazón.

A veces es peligroso el arrepentimiento.


Desearía ser tu amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora