10 -Todo es injusto.

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Esto ya es un extremo, inconsciente en un día, escuchando en secreto que necesito ir a un hospital psiquiátrico, me mata esa maldición pero no sé si enfrentar al problema que me he entrometido o cobardemente abandonar la situación.

A muerto Alexa, Mauricio, Brandon y Fabián. Pero por qué surgió esto, una pregunta que busco en la caja que me prestó Diana, lo único que encuentro es la historia que escribió Julio y el collar que él mismo hizo.

Un día después de que salí del hospital, mi madre me prohibió salir a la calle simplemente porque pensaba que me volvía más loca o algo por el estilo. No la culpo, sé también Cómo se siente, pero ¿Por qué razón esta maldición me obsesiona cada vez más? Una estupidez infantil que cobra sus efectos.

Entre las cosas de la caja especial de Julio, leía su cuento extraño una y otra vez. Pero entre los objetos raros que demostraban recuerdos desperdiciados, encontré una hoja dañada por el tiempo, un escrito bien oculto que al parecer no quería ser leído, pero cierto misterio necesitaba ser revelado. Lo tomé, trataba de descifrarlo porque la letra era extraña, parecía ser un diario o una anécdota; leía cada palabra y me sentía mal, culpable e irresponsable. Al terminar, miraba mi recámara, los póster de los Guns N'Roses, el color rosa y negro que ambientalizaba, los adornos infantiles de mi niñez, incluso en el espejo nuevo que mostraba a una Miranda reflexiva y arrepentida. En esta vida, piensas que tú alrededor es el mejor, pero ignoras que no todos tienen la oportunidad de disfrutar el significado de las existencias. Es la razón por la que el mundo es sólo un desperdicio de tristeza y dolor.

Diana y Dulce me visitaron dos horas después, pensé que era por preocupación, así que permití que pasaran a mi recámara.

—Miranda, espero y estés bien — dijo Diana.
—Te sería sarcástica pero tengo que decirte que es la locura lo que me domina —argumenté.
—Bueno... Dulce te quiere decir algo acerca de Fabián —advirtió Diana, como sí lo tomara algo malo.
—No entiendo nada, ¿Qué tiene que ver la muerte de Fabián con todo esto?
—Sabía que dirías eso — adivinó Dulce —. Es por eso que quiero decirte que él no murió por la maldición...
— ¿Ah no?, entonces... — quería exigirle pero me controlé pensando en cómo relajarme.
— El se suicidó. Yo le gustaba amorosamente pero ya sabes... No era mi tipo.
— ¿Y cómo fue eso?, explicame.
— Fue antes de que muriera Brandon, aproximadamente un día antes. Fabián me buscó afuera de mi casa, mis papás me insistían en recibir la visita, hasta que no pude tolerar sus protestas y los obedecí. Abrí el portón que cubre el patio de mi casa. Él se comportaba muy seguro y desesperante, tenía una rosa blanca y un libro (creo que era uno de esos que valen sólo veinte pesos), y me contaba un discurso "amoroso" para concluir con una declaración de amor hacia mí. Pero lo rechacé. Le dije cosas estúpidas que no pensé que lo lastimaría, al final se retiró muy decepcionado, no me importaba a mí, pensé que pronto lo comprendería. Hasta que me enteré que se quitó la vida tomando veneno, incluso escribió una carta que era dirigida para mí.
—¿Y la leíste? —pregunté.
—Sí, solamente tengo grabado la frase Tú eras mi vida, no sabes como te amo, y tengo que saber que debes ser feliz sin mí, y eso me lastima.
Dulce se quedó quieta, permitiendo que se escapara una lágrima en el ojo. Diana y yo la consolábamos, sabía bien lo que estaba pasando, el mismo error cometido por otra persona. Como si fuera una cadena maldita que no tiene bendición para romperla.

Las horas pasaron y las chicas se tenían que retirarse. Dulce agradeció la compañía, pero necesitaba decirle algo a Diana pero lo dejé pasar. Sola una vez más.
Dormí demasiado temprano. El deseo invadió mi sueño. El mismo paisaje que visitaba, tenía un vestido color blanco pureza, en el mismo árbol estaba parado Víctor. Caminaba sigilosamente y  lo asusté tapando sus ojos.
—Miranda, ya basta.
—Basta uno, basta dos, basta tres...
—Jajaja, que graciosa — reía Víctor sarcásticamente.
—Te he extrañado — le recordaba al mismo tiempo que le daba besos en la mejilla.
— ¿Creés que yo no?
Lo miraba a los ojos, ese chico que no se les ve en los demás, su mirada era tan tierna que sentía que me mataba de amor. Ese chico me provocaba muchos latidos, mariposas en el estómago y hormigueos en las venas. Ese chico me volvía loca y viva.
—No sé si decirte eso, pero creo que me estoy Enamorándome de ti. Y es lo más hermoso que he sentido en mi existencia.

Sus palabras me tranquilizaban, me motivaban de alguna manera. Pero desperté una vez más, no toleraba lo mismo, reclamaba otra vez mi mundo, mi lugar de felicidad. Con lágrimas de desesperación, miraba la ventana nocturna. Todo era injusto, incluso los sueños me lastimaban por no ser reales. Al parecer, la vida siempre será injusta.

Desearía ser tu amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora