Una mañana amarga, esa caja no tiene lo que necesito. No he visto a ese fantasma que provoca mi locura. Siempre me ilusiono con mis sueños, mi deseada segunda vida, siento que me enfermo por sólo sufrir, nada tiene propósito. No duermo lo que debo, mi cabello ya no es lo hermoso que solía ser, siento que los ojos miran cosas que mi mente ignora, mi alrededor solamente da molestias.
Mi teléfono sonó, miré ese mensaje que buscaba alegrar el día o algo así; era de esperar de de Diana:
—Bueno.
—Miranda, Dulce te necesita.
—No puedo salir, estoy castigada. Ya te lo he dicho —le recordaba la prohibición.
—Pues tendrás que desobedecerlo, al parecer te necesita muy urgente.
— ¿En serio?, ¿Qué tan urgente es?
—No lo sé, solamente ve a su casa, yo ahí estaré.
No sabía la urgencia que pedía Diana, o Dulce. Desobedecer a mi castigo era un atrevimiento que no valdría la pena. Solamente me vestí un pantalón de mezclilla y una camisa a la zar. Mi madre y mi abuela estaban distraídas con la televisión así que caminé sigilosamente y abría la puerta evitando hacer ruido, casi una eternidad para abrirla. También hice lo mismo con el portón, pues era más ruidosa pero de día es menos notable. Caminé por toda la calle principal y llegué a la casa de Dulce, ella estaba afuera protegiéndose del árbol preferido para leer.—Dulce, me necesitabas. ¿Qué era lo que tenías que decir? —preguntaba pero no recibía respuesta. Dulce aparentaba tener insomnio, algo la perturbaban tanto o la lastimaban. De piel mestiza a una gris pálida, los ojos sin descansar, algo le sucedía a Dulce.
—¿Dulce, qué tienes? —preguntaba pero aun así miraba al suelo como si no existiera. Pero de un segundo me miró de manera penetrante, me incomodaba su posición tétrica y bizarra que aún ocultando sus palabras me culpaba de algo.—¿Yo?, nada importante —me contestó de manera fría.
—Entonces, ¿Por qué éstas así?
—La pregunta tiene una respuesta larga. Si no fuera por ti, nada de esto hubiera pasado — hablaba Dulce aumentado el tono de su voz — Nada de esto hubiera sucedido si no mencionaras a Julio.
— ¿De qué hablas?, me empiezas a asustar.
— La misma respuesta, Julieta tiene razón, no dejas de meterte en problemas.
—Hola chicas, ¿Qué hacen? — llegó Diana de manera amigable pero Dulce arruinó el optimismo maldiciendo su presencia.
—Dulce ¡Ya basta! —grité para cambiar su actitud.
— ¿Por qué defiendes a la hermana que provocó todo esto? Por la culpa de su hermano muerto todo se va al carajo.
—Dulce piensa en la maldición —tranquilizaba Diana.
—¡A la mierda con la maldición! Ya nada tiene valor. Ese muertito ha arruinado la vida. Julio es un puto fantasma que merece estar en el Infierno.— Dulce, por favor. Estoy hasta la mierda que ofendan a mi hermano. Él sólo quería una vida feliz.
— Vida feliz al carajo... tu puto hermanito debe estar en el Infierno. ¡Infierno!
una vez más el silencio nos dominó, Diana miraba a Dulce con decepción. Pero la traición se paga, Dulce respiraba poco a poco. "Dulce... ¿Estas bien?" pregunté y eso la afectó, Dulce respiraba de manera horrible, no podía comunicarse, alguien le robaba el aire que mantenía su vida. A Dulce se le dificultaba respirar y eso provocaba ser atraída por el suelo. Diana marcó desde su teléfono a emergencias, solamente le decía cosas para que se tranquilizara o algo por el estilo.
La hora pasó, Diana y yo estábamos en el hospital para saber el estado de salud de Dulce. Ambas no sabíamos que conversar. El silencio parecía que nos dividía a las dos, miraba la hora del reloj publico. No sé que otra cosa sucedería, pero las cosas empeoraban cuando mencionaban a Julio.
—Es un simple rumor... pero se piensa que es el origen — habló Diana regresando a su tono frío, solamente la miré para saber de que hablaba — .Cuando murió mi hermano, su accidente era el tema principal de las conversaciones de la residencia. Era tan hablado que parecía una mala lengua. los periodistas difamaban la imagen, el amarillismo que ofendía todo, sin importar a quien lastimara. Mi hermano era tan ofendido tanto por los periodistas como los vecinos. Un misterioso día se dio como justicia; un hombre fotografiaba la lapida de mi hermano, se entrometía tanto en la vida de mi hermano que ignoró que los muertos deben descansar en paz, el hombre se retiró del cementerio y caminaba tranquilamente... pero una rama se convirtió en una bala de madera, dicho fragmento penetró el cráneo del sujeto y murió. Ahora era de lo que se hablaba en la residencia, pero aún así ignoraban el respeto de mi hermano muerto, y lo cuál surgió otra muerte, todos pensaban que era una coincidencia. Las muertes surgían cada vez más hasta darse cuenta que era una maldición. Desde ese día nadie mencionaba la palabra "Julio" por temor a morir. Igualmente, mi madre y yo somos muy cerradas con los vecinos. Todo es algo que sin desearlo, debió obligar a pensar y apreciar la vida.
La miraba como una estatua, sabiendo que pertenecía a una maldición seguía con su vida como si nada pasara nada.
La madre de Dulce llegó a la sala de espera acompañada de Doña Mirgo; ambas se murmuraban algo y después Doña Mirgo me señalaba. Pasando segundos, ambas se acercaron con migo.
— ¡Maldita escuincla! Todo esto es tu culpa — gritaba Doña Mirgo.
—Disculpe, yo no tengo nada que ver — trataba de defenderme.
—Mija, primero con mi único hijo... ¿Y ahora con Dulce?, de veras que eres una descarada al saber que la pobre chica tiene asma y tu con tus tonterías.
— ¡Disculpeme! No me meta en el suicidio de Fabián, solamente trataba de ayudar a ser el amigo de Dulce. Y con ella solamente se arrepintió de las palabras dolorosas que le dijo a él. Así que, no soy la responsable de lo que sucede — defendía mi postura con razonamiento. Pero apareció el doctor para dar alguna noticia.— ¿Familia Valles? — preguntó el doctor, solamente la madre de Dulce contestó —lo lamento... Ella no pudo sobrevivir al ataque de asma. Ella falleció. Lo siento mucho.
Todos nos sorprendimos, aunque ya sabíamos que esto sucedería. La madre de Dulce comenzó a llorar, me miró y me golpeó en la mejilla. Y por necesidad, apareció mi madre acompañada de la madre de Diana; mi madre la empujó y reclamaba a causa de la agresión. La locura se convirtió en demonio y fue poseída por la mujer triste, está se dejó llevar por sus impulsos y trataba de matar a quien sea. Por órdenes del doctor, enfermeros la controlaban para evitar un escandalo. Mi madre me ordenó acompañarla al igual con Diana. Ya sabía lo que me esperaría.¿De qué sirve arriesgarme si no conoceré mi futuro? Solamente conoceré miedo y vergüenza.
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Desearía ser tu amigo
Paranormal¿Recuerdas a ese tipo o tipa que era el marginado de la clase? ¿No te ha tocado tener un admirador demasiado obsesionado a ti? ¿No te has preguntado de esa persona que siempre ignoraste? Años después, Miranda se vuelve a mudar a su casa de la infanc...