En la misma noche, mientras deseaba que Víctor fuera real, ví un espejo de pared al lado de mi ventana. El contorno de mi cuerpo me llamó la atención. Me levanté de mi cama y me dirigí al espejo lentamente para después ponerme de rodillas y tocarlo. Pero la luz de la noche se penetró en mi ventana y los rayos luminosos se chocaron al reflejo; este era invisible, en el espejo estaba ensangrentada por todos los rincones de mi cuerpo, desde el cuero cabelludo hasta donde la sangre derramaba el suelo como una cascada. Me perturbé tanto que sentí que mis cuerdas vocales se habían cortado. Parpadeé rápidamente y mi reflejo se cambió a la imagen de Julio, me asusté más y por una extraña razón sentí que tomaron mi cabeza para que me golpearan en el espejo y quedar inconsciente. El suceso se cumplió pero con la excepción de que no quede inconsciente, y mirando el espejo destruido con sus ruinas. La tortura se apodera de mí.
– ¡Miranda! ¿Pero qué te sucedió? –preguntó mi madre abriendo la puerta con precaución.
–Nada. Sólo me paré, me resbalé y choqué con el espejo.
– ¿Espejo?, ¿Cuál espejo? –preguntó mirándome raro.
Le señalé el espejo y al mismo tiempo miré donde señalaba pero no había nada más que gotas que salieron de mi cabeza.
–Había un espejo... o sólo fue un sueño... no lo sé –contestaba muy desesperada.
–Tranquila –dijo mi madre caminando y abrazándome –. Lo que me preocupa es el golpe en tu cabeza y el insomnio que sufres. Acuéstate, volveré pronto.
La obedecí y me cubrí con la cobija hasta la cintura, apenas salió en segundos y regresó en cinco minutos con medicamentos, agua y una crema especial. Primero fue la pastilla y el vaso con agua para después aplicarme la crema. Al terminar se despidió, me dio un beso en la frente y se fue. El sueño regresó pero Víctor no asistió.
Me desperté como a las diez, hice las mismas actividades matutinas. Al llegar al comedor mi madre y mi abuela me preguntaron del cómo amanecí, les contesté la típica respuesta... "Bien". Deseando que el día fuera rápido, esperé que fueran las cinco de la tarde para salir de la casa y sentarme encima de la banqueta.
Antes de salir de la casa, ví por la ventana de la sala a Diana observando la casa con su atuendo otoñal. Abrí la puerta gritando su nombre y ella se retiró, abrí el portón y pude detenerla.
–Diana, necesito hablar contigo sobre tu hermano.
– ¿Ah sí?, ¿Quieres humillarme como se lo hiciste a mi hermano? –preguntó Diana con enojo.
–Diana. Lamento haberle hecho daño a tu hermano, no pensaba bien en ese tiempo...
–Es la misma respuesta que me dicen. ¿Por qué la gente no piensa en las consecuencias?, ¿Y por qué la gente se arrepiente cuando sufren las consecuencias? –preguntaba Diana en el aire.
–Diana. En serio, lo lamento –insistí en pedir disculpas.
–No. No sabes lo que viví –me dijo.
–Eso ya lo sé, sufrir la pérdida de un hermano...
–No es eso. Es... más que eso.
– ¿En serio?, ¿Y por qué lo dices? –le pregunté.
–Cuando tenía ocho años, mi padre se fue de la casa. Julio trataba de ser estudioso y aplicado, mamá buscaba trabajo como sirvienta... Oh se me olvidaba, Julio trabajaba vendiendo donas.
–Eh... la última parte si te creo, porque lo veía vendiendo donas en esos tiempos.
–Sí, lo admiraba mucho... que siempre deseaba su suerte aunque él ocultaba su tristeza.
No podía creerlo, ver la hermana de Julio que siempre estaba agradecida de Dios por el hermano que cualquier persona desea. El arrepentimiento provocaba que llorara.
– ¿Estas llorando? –preguntó Diana.
–Em... sí. Las apariencias siempre engañan.
–Bueno, al menos abres los ojos.
Las dudas surgieron, quería llegar al punto más doloroso, la muerte de Julio:
–Esto te va a incomodar que a mí –le advertí –.Pero... ¿Cómo murió Julio?
Diana se quedó muda pero una lágrima brotó debajo de su ojo y argumentó:
–Según la policía, se encontró su cadáver en un precipicio cercano a la residencia –conozco ese precipicio, está cerca del parque; un lugar con piedras, rocas grandes y arboles espinosos –... Se piensa que se resbaló, se golpeó varias veces (una caída dolorosa) y una rama filosa interrumpió su aterrizaje, esa rama se penetró en la parte trasera de la cabeza que una enorme hemorragia que prevenía del cerebro produjo una cascada de sangre. Desde ese momento me cuesta trabajo aceptar la muerte de mi hermano.
Me petrifiqué, no podía reaccionar. ¿Cómo alguien tan bondadoso pudo morir de esa manera? El arrepentimiento se hace más grande que nunca y dos lágrimas son expulsadas sobre mis ojos.
–Lo diré otra vez, la mera verdad y en gran arrepentimiento y pésame, lo siento. Que me perdone tu hermano –expresé en lo profundo.
–No te preocupes. Si estuviera vivo te perdonaría.
En ese momento extraje el collar que hizo Julio y Diana sonrió, en lo siguiente se despidió de mí. No sabía bien si me había perdonado o no, pero valoro su experiencia.
–Miranda, por fin te encuentro –me llamó Fabián de sorpresa.
– ¡Fabián!, no asustes –le dije.
–No era mi intención asustarte, sólo quiero que me ayudes en algo.
–No me digas, prefieres que te ayude a ligar a Dulce a que me saludes –Adiviné su propósito.
–Digamos que... sí –tartamudeó.
–Ok, está bien. Te ayudaré.
Fabián, un sujeto inteligente y perfecto en videojuegos pero poco atractivo (porque tiene sobrepeso) era un buen amigo que se le podía confiar y ayudarlo en ciertas cosas, y en especial en momentos amorosos.
ESTÁS LEYENDO
Desearía ser tu amigo
Paranormal¿Recuerdas a ese tipo o tipa que era el marginado de la clase? ¿No te ha tocado tener un admirador demasiado obsesionado a ti? ¿No te has preguntado de esa persona que siempre ignoraste? Años después, Miranda se vuelve a mudar a su casa de la infanc...