El calor agradable, la brisa que acaricia el alma, y en lo hermoso de la vista; Víctor parecía el rey del lugar agradable. Yo, con un vestido cómodo que podía jugar, corría de forma recta para estar en sus brazos, debajo de la sombra del árbol que nos protegía.
—¿Miranda? —cuestionó Víctor o eso yo escuchaba a lo lejos.
—¡Víctor, Víctor! —gritaba de la emoción. Él era la razón de mi felicidad, el de tener esperanza.Sin aterrizar, salté hacia él y caí en su pecho marcado y cálido. Sin pedirlo me abrazó, de tanto tiempo de ausencia. Lo miraba a los ojos y me acurrucaba en él.
—Miranda... Tengo algo que decirte —De alguna razón, mi emoción se interrumpía. Algo serio debía de ser o algo por el estilo. Me separé de él y me puse de pie, su mirada ya no era la misma — .Tienes que tomarlo de manera congruente.
—¿Congruente?, ¿A qué te refieres?
—De que esto debe llegar a su fin.
—¿Qué? — cuestioné y una lágrima escapó de mi ojo, como si mi cuerpo ya hubiera recibido la respuesta.
—Tienes que saber que esto es muy peligroso, que te esta distrayendo, que... que esto es solo un sueño.
—¿Pero qué?, tú eres real, eres el amor de mi vida.
—Ese es el problema. Que confundes este sueño y los que has tenido en una posible realidad que tu lo deseas en el corazón.
—Ve directo al grano —exigí groseramente y Víctor se calmó, me dio la espalda y no me quería mirar —. Perdón, no era mi intensión hacerte daño.
—No. Yo soy el que te está lastimando. Por eso quiero despedirme de ti. Para que ya no sufras más.
—Por favor, no te quiero olvidar. Te amo... Eres la razón de mi sonreír —suplicaba que no me abandonará pero veía su rechazó a mí.
—Y la razón de tu tortura.
Me quedé muda y dudosa, no sé a que se refería con eso. Víctor insistía en retirarse de mis sueños por mi bien. Aún con mis suplicas, algo iluminaba mucho que las luces vivientes provocaban ciegos a los cerros, lo poco que podía ver era la sombra de Víctor caminando hacia adelante. Se detuvo, dio vuelta para mirarme y solamente se despidió.
El sueño terminó, sentía que estaba despierta pero no lo veía porque la oscuridad de mis ojos... estaba vendada y secuestrada. Murmullos era lo que podía escuchar, como si fueran ratonsillos escondidos. Deseaba y trataba de ser paralizada, pues no sabía que sucedería si supieran que ya había despertado. Pero su plan estaba en desarrollo, algo querían hacer conmigo; una muerte, un secuestro prolongado, o algo más que eso. Solamente sé que esto es una de las consecuencias de la maldición.
—Maldita. Por su culpa todo esto empeoró más —decía la voz de Julieta, aunque fingía estar dormida.
—Por favor Julieta. No tienes que culparla, acabo simplemente...
— ¿Simplemente qué Alan?
Al parecer, Alan se quedó mudo. Las palabras de Julieta le arrancaron su lengua. Las pisadas me anunciaban que la discusión se acabó. Otra vez sola, en la oscuridad y expuesta al peligro.
Horas y horas, ver la oscuridad me hacía estar ciega. No escuchaba a nadie, estaba sola, como si fuera una carnada. El cuerpo me dolía, sentía hormigueo en la piel, estar en la misma posición, las muñecas amarradas y los ojos vendados, sin hacer ningún esfuerzo físico aún me cansaba hasta el alma.Algo hambrienta, con mucha sed, cada vez me acostumbraba a estar secuestrada, a solo conocer oscuridad y siendo ciega.
—Miranda... No te muevas —decía Alan con voz baja y desamarrandome.Sentía que me quitaban peso en las manos y me regalaban la luz. Acariciando mis manos por el dolor, apenas recuperaba los colores de la vida.
—Alan. ¿Por qué me ayudas?
—Es por... Algo que nunca te he contado.
—¿De qué hablas?, ¿Qué no ves que todo lo que estoy sufriendo es por está estúpida maldición?
—Sí, lo sé —decía Alan y bajaba la cabeza —. Esto no es tu culpa... Es la mía.
—No entiendo, ve al grano — exigí con amabilidad y duró un largo segundo de silencio.
— fue el mero día de su muerte. Brandon y yo nos paseábamos en el precipicio. Nos encontramos a Julio, sentado encima de una roca, admirando el precipicio. Con un amuleto o un tipo de collar que poseía en su mano, estaba muy tranquilo y concentrado. No sé por qué pero ambos nos ocultamos en un arbusto, al parecer queríamos hacerle una broma. Brandon se acercaba silenciosamente a él, con un simple "buu" se asustó y nos miró a nosotros. Empezamos a tener una pequeña Charla con él, y nos despedimos pero Brandon lo asustó una vez más, no midió su causa.
—¿A qué te refieres a eso? —pregunté comprendiendo todo.
—Julio tropezó y cayó en el abismo del precipicio. Lo veíamos como era golpeado con las rocas y la sangre volaba, hasta que su caída fue interrumpida por una rama... Escuchamos como la rama se penetraba en el cráneo de Julio.—¿Así es cómo murió?
—Mmm... Sí.
No podía hacer nada, él murió por un accidente. ¿Pero por qué permitiría una maldición?, la historia nos detuvo que escuchábamos silbidos... era Diana apresurandonos. Alan se olvidó del tiempo y retomando el ambiente tenso se apresuró, me tomó de la mano para salir de una casa abandonada casi en ruinas. La noche no era nuestra aliada, Diana reclamaba por la tardanza pero todos tenían que escapar, Diana sostenía una lámpara en la mano para llegar a la residencia.
Todos Caminábamos apresuradamente, pero en medio del camino nos encontramos a Julieta.
—¡Alan!, ¿Pero qué haces? — preguntaba Julieta— Eres un idiota, un hijo de puta.
—¿Qué no entiendes que Miranda no es la culpable de está maldición? Es simplemente un fenómeno paranormal.
—¿Deja de decir idioteces? Ella es la culpable de todo lo sucedido, de las muertes, de la maldición, de mi locura.
—Estás pendeja, yo no soy responsable de tu cordura —aclaré. De un momento inesperado, Julieta fue sobre mí y me atacaba brutalmente, olvidando que una vez fue mi amiga.
Alan y Diana nos separaban, Julieta trataba de liberarse de Alan pero en cambio, el chico nos ordenó a Diana y a mí que corriéramos a la carretera, ambas lo obedecimos.
Con la falta de iluminación correcta, ambas pudimos llegar a la carretera, la atravesamos y me detuve para espererar a Alan. Él llegaba a la carretera, algo vulnerable. Al atravesar, Diana preguntaba por su estado. Julieta perseguía a Alan, maldiciendo por todas partes, corría para seguir con la pelea. Sin desearlo, ví a Julio con la misma imagen, en medio de la carretera. Julieta se detuvo en medio de la autopista, me miró fijamente sabiendo que sufría una visión, cambió su posición maldiciendo la difunta presencia de Julio.
—¡Julieta, cuidado!— grité para advertirle, pero detrás de ella apareció un automóvil sin medida de velocidad, atravesó a Julieta de una manera violenta y horrible, dicha velocidad acabó con su vida y el automóvil se detuvo para saber lo sucedido. Alan y Diana me tomaban de las manos para alejarnos de la escena. De esa forma, la lealtad es algo importante, pero la compañía es algo peligrosa para la soledad, porque la traición llega en los momentos menos indicados.
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Desearía ser tu amigo
Paranormal¿Recuerdas a ese tipo o tipa que era el marginado de la clase? ¿No te ha tocado tener un admirador demasiado obsesionado a ti? ¿No te has preguntado de esa persona que siempre ignoraste? Años después, Miranda se vuelve a mudar a su casa de la infanc...