La Sombra dio una última mirada a la lista de jugadores, o como le gustaba llamarlos "rogantes" Todo estaba listo, era hora de empezar.
Las 13 personas que conformaban la lista cayeron de improviso en un profundo sueño, no importando donde estaban, con quien estuvieran, o en que parte del mundo vivieran y que horas eran. Todos cerraron sus ojos, para abrirlos en un lugar oscuro.
— ¿Qué chucha...? — reaccionó Roxana.
13 personas eran las que se encontraban ahora en aquel sueño, del cual iba a ser muy difícil despertar. Todos se miraron entre sí, eran muy diferentes.
Los murmullos no tardaron en escucharse.
— What the hell, man? — susurró Trent para sí mismo.
Todos lo miraron, sus rostros confundidos. Estaban confundidos, desorientados.
— ¿Qué co...? ¿Dónde coño estoy? Este tío me dio el equivocado, joder. No le volveré a comprar. — Felicia se quejó.
Los murmullos siguieron hasta que un estruendoso ruido los hizo callar a todos.
La Sombra hizo su aparición, los presentes no movieron un musculo. El frio se intensificó y por alguna extraña razón, hasta el más rudo sintió terror.
—Ustedes no se conocen, pero están aquí porque yo los traje. Hay un motivo, y es que me gusta divertirme. — habló La Sombra.
Los rogantes miraron en su dirección. Estaban temerosos y aún más confundidos que antes.
—Todos ustedes están dormidos, esto es un sueño, pero eso no significa que esto no sea real. Vamos a jugar. Como en todo juego hay reglas, y este no es la excepción. Están parados en medio de un laberinto que yo mismo construí, los muros están hechos de huesos y lamentos, el techo ha sido colocado estratégicamente de manera que si alguien llegara a cometer el error de buscar su salida por ahí este colapsaría llevándose la vida de todos. Las reglas son: Están por su cuenta. No deben ayudar a nadie. Hay seis salidas diferentes y trece personas. Sus nombres han sido cambiados por números. Cada salida puede ser utilizada una sola vez, por lo cual siete personas se quedaran aquí. Las seis personas que encuentren la salida ganan, y su premio es despertar de este sueño. Las siete personas que se queden, serán mías y no despertaran jamás, o pueden jugar en la siguiente ronda y lograr salir. No respondo preguntas ni doy pistas. Resuélvanlo ustedes mismos.
La Sombra desapareció, dejándolos a todos con dudas. Volvieron a mirarse y se encogieron de hombros.
— ¿Vos sabes dónde estamos? — se dirigió Matt, a Ignacio.
— ¿Me ves cara de saber dónde chingados estoy? — respondió con tono molesto.
Una chicharra resonó por el lugar, aturdiéndolos. Y una voz sombría simplemente vociferó Encuentren la salida
Una de las paredes comenzó a moverse, con el único propósito de aplastar a los rogantes. Galilea, quien era la más asustada se echó a correr hacia el primer pasillo que vio. La oscuridad del lugar le ponía los pelos de punta. Observo puertas y decidió entrar en una de las tantas habitaciones.
Marcos decidió explorar el lugar, no sabía qué diablos pasaba, pero no veía motivo para alarmarse. Sin embargo, al ver con atención a su alrededor, su piel se erizó. Cuadros colgaban de las negras paredes, pero no eran cuadros simples, había algo que los hacia únicos y escalofriantes. Marcos se acercó para ver uno de los cuadros. En dicho cuadro estaba una fotografía, no cualquier fotografía. Una imagen sangrienta y conocida estaba enmarcada; El policía, tenía como título. A Marcos se le heló la sangre, eso tenía que ser una broma. Él estaba en dicha foto, junto a dos de sus amigos, el sostenía el arma que mato al policía de la foto. Dicha arma era solo para asustar, pero una bala salió matando al oficial de policía. Marcos sintió tanto miedo que corrió hasta que no pudo más.
— Oh, mierda. — susurró Eduardo cuando, al ver al interior de una habitación, miro de espaldas a su esposa llorando de rodillas en el suelo.
Los sollozos se detuvieron cuando él se adentró en la habitación. Una risa baja y macabra salió desde su esposa. Su cabeza se giró hasta alcanzar a verlo y el vello de la nuca de Eduardo se erizó. Sus ojos eran blancos, su rostro era pálido, lloraba sangre, ella no era su esposa. Un feto ensangrentado yacía entre sus brazos.
— Maldita sea. ¿Qué eres? — apenas salió su voz.
— Tu penitencia... — dijo la mujer con voz distorsionada y baja.
Eduardo quedó inmóvil. Ese feto, era el hijo que su esposa perdió cuando él la empujo contra un mueble, y todo porque su comida no estaba caliente como él quería.
Amanda corría asustada. Los años que tenía encima le complicaban el movimiento y con cada segundo se volvía más lenta. Ella sabía dónde estaba, había estado allí antes, más de una vez. Las reglas y salidas cambiaban constantemente y esperaba terminar con suerte como las veces anteriores. Abrió una habitación para terminar de una vez por todas.
La habitación que abrió Galilea, era su habitación. Se relajó notablemente y camino tranquila hasta su cama. Aunque no sabía porque estaba en su casa y no en casa de su tía. Detrás de ella, entró su madre, gritándole y regañándole por su llegada tarde ese día. Galilea se giró con miedo en todo su cuerpo, esto no podía ser, su madre... ella, ella estaba muerta. ¿Qué clase de broma era?
— ¿Mamá? — tartamudeó.
Su madre continuó con los regaños y ella reconoció el momento, fue justo como cuando al pelear y salir de la habitación, Galilea empujó a su madre por las escaleras, y esta cayó muriendo en el instante.
Todo se salía de control y los rogantes corrían y comenzaban a entender por qué estaban ahí. No importaba que habitación abrieran, todas contenían dentro los errores que los llevaron a ese extraño lugar.
La Sombra los observaba desde lejos, riéndose de ellos, de lo ingenuos y arrepentidos que estaban parecían. Todos asustados. Por eso les llamaba "los rogantes" porque dentro de poco tiempo, estarían rogando por salir de ahí.
Gritos y lamentos congelaban la sangre de todo aquel desafortunado que los escuchara. Las almas de quienes estuvieron en un pasado merodeaban por ahí, eternamente en pena por no haber sido capazas de salir, o de mejorar un tantito sus vidas.
Los rogantes andaban por el laberinto, buscando la bendita salida. Sin tener la más mínima idea o pista de cómo encontrar una salida, estaban desorientados y asustados, como un pequeño niño perdido por primera vez en el supermercado.
6 mujeres y 7 hombres protagonizaban la lista de La Sombra. Moría de ganas por saber cuál sería el primero en morir y el último en salir.
Trent, de Detroit USA era el más confundido. No solo por ser -al parecer- el único que hablaba otro idioma, si no, porque el lugar le parecía meramente conocido, quizá había estado ahí antes, o alguien le había hablado de un lugar parecido.
Tania, a donde quiera que volteara, veía a su padre, y eso era suficiente para temer. Ansiaba salir de ahí.
— No quise hacerlo... —hablo para sí misma. — Tú me obligaste. — susurro a la imagen de su padre. — Solo me defendí. — las lágrimas se acumulaban en sus ojos y su voz sonaba ronca y astillada. — Ibas a hacerme daño, de nuevo.
Al parecer, todos estaban dándose cuenta de lo mal que estaban sus vidas.
"No son buenas personas. Disfruten su castigo. Enfrenten sus miedos. Responsabilícense por sus actos, y les será más fácil salir. " Habló la misma voz que antes escucharon.
Algo era seguro. La pesadilla apenas empezaba, y no iba a acabar pronto.
ESTÁS LEYENDO
Sueños Siniestros. (Pausa)
HorrorEs un sueño no común. Podrías estar en el limbo. No sabes que sucede y tienes miedo. Si llegaste hasta aquí... tu vida no ha sido del todo buena, probablemente seas un maleante, o hayas hecho algo mal. Este es tu castigo. Disfrútalo. Hay seis salid...