La Sombra observaba con atención la lista de los rogantes. Estaba bastante conforme con su elección.
Felicia, de España. Sus hijos pagaban los platos rotos de su madre.
Mateo de Colombia. Una escoria. La Sombra, se encargaría de hacerle el camino muy difícil. Tantas vidas quitadas, no iba a ser tan fácil perdonarle.
Amanda. Venezuela. Había estado allí antes, sin embargo, parecía que no había aprendido la lección.
José de Guatemala. A su corta edad. Era decepcionante que estuviese allí con tan solo 15 años.
Galilea, Argentina. Otra joven niña. Su madre pago el precio de sus berrinches al caer por la escalera.
Eduardo, es puertorriqueño. Con una larga lista de violencia intrafamiliar.
Ana Rosa de Paraguay. Sus celos enfermos la llevaron hasta allí. Lo triste de su historia, es que dice no arrepentirse de lo que hizo.
Trent, Estadounidense. Un suicida peculiar. Si él quiere morir, La sombra puede ayudarle con eso.
Roxana de Chile. Su amor está en el dinero, no en el marido de 67 años que se consiguió para tener una excusa y abandonar a su madre enferma y su hermana de 15 años.
Marcus de Perú. Fue un accidente la muerte del policía, pero últimamente estaba dudando de dicho "accidente".
Tania. Cuba. No tenía el 100% de la culpa, su padre y hermanastro la abusaron, pero mato a su padre apuñalándolo repetidas veces. Escondió el cuerpo y nunca nadie se enteró.
Humberto, panameño. Su pobre hija vive un infierno cada vez qué él se emborracha. Desde que su esposa murió, él la ve reflejada en su hija de 17 años.
Y por último, Ignacio, de México. Su hermano está en la cárcel, cumpliendo una condena que no le toca. La mencionada condena, le toca a él, él fue quien asesino a su madre, él fue quien inculpo a su hermano, él fue quien sonrió victorioso al final del juicio.
Los rogantes corrían, llorando desconsoladas sus penas. Buscando con desesperación la salida.
Ana Rosa caminaba despacio por un pasillo oscuro. El temor invadía su cuerpo, sabía que el haber envenenado a su novio no era la solución a una infidelidad. Los ojos se le llenaron de lágrimas al recordarlo y su visión se volvió borrosa. Un color rojo inundó su visión. Parpadeó repetidas veces y limpió con sus dedos sus mejillas mojadas. El aire se atascó en su garganta al ver que las lágrimas que lloraba, eran lágrimas de sangre. Un grito de espanto dejó su garganta, asustada de ella misma corrió por el pasillo sospechando ser perseguida. Sus sospechas se hicieron realidad cuando miro hacia atrás por un segundo. Alex, su novio, al que ella misma mató, la seguía. La preocupación se filtró por sus poros y corrió tanto como sus débiles piernas se lo permitieron. Gritando de terror al mismo tiempo que le gritaba entre llantos "Lo lamento" a su difunto novio. El pasillo se hizo tan largo que Ana Rosa se cansó de correr y bajo la velocidad. Grave error, pues Alex logró alcanzarla, y con una simple mirada vacía, se llevó su alma, dejando el cuerpo muerto en la entrada del pasillo, ella nunca se movió de allí, jamás corrió, solo no supo enfrentarse a sus errores.
Eduardo vagaba por el lugar sintiendo un frio extremo. Una puerta alta de metal estaba frente a él, y se debatía entre abrirla o seguir su camino por otro lado. Estaba consiente que era un sueño, por lo cual no le importaba mucho esa extraña pesadilla. Es una pesadilla ¿No? ¿Qué consecuencias podría tener al abrir una puerta ridículamente alta? Con toda la fuerza que tenía empujó la puerta, era más pesada de lo que parecía pero logró abrir una abertura por la cual podría pasar perfectamente. Al cruzar la puerta y ver hacia afuera pudo apreciar un patio tenebroso. Estaba en el exterior. Dio un par de pasos cuando escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas. Giró para verla y esta había desaparecido, una impenetrable muralla de cemento o lo que sea que fuese muy resistente, estaba en su lugar. Sin darle la debida importancia se aventuró a explorar el lugar, en donde a lo lejos, podía divisar un lago grande.
José se sentó en una esquina de la primera habitación a la que entró. Sus lágrimas empapaban su rostro por la escena que veía frente a él; su madre lloraba desconsoladamente sentada en la cama, lloraba por su hijo, quien la había agredido y se había escapado de casa. Ella estaba preocupada, aunque era un delincuente era su hijo, y todo se le fue de las manos. José se sintió mal por ver en ese estado a la mujer que le dio la vida, sin embargo no era real, y no podía pedirle disculpas ya que al intentar tocarla, solo la atravesaba como a un holograma. Escondió su rostro en sus rodillas sintiendo pena y se juró que no iba a volver a agredir a su madre, ni volvería a golpear a su pequeña hermana.
Un fuerte mareo termino por derribar a Felicia. Y un suave susurro la hizo volver en sí. Conocía esa pequeña y chillona vocecilla. Levantó la vista mirando frente a ella a su pequeñita hija de apenas dos años. Un vestidito rosa la vestía, sus ojitos cafés cristalizados la miraban con miedo y tristeza.
- ¿Mami? - la pequeña niña repitió lo que en un principio dijo.
Felicia sintió una tristeza inhumana invadir su cuerpo y la culpa se la comió por dentro. Su pequeña hija, la más chiquita e inocente, era testigo de cuantos hombres llevaba su madre a casa, de los trastornos que sufría y los ataques de nervios que a diario la perjudicaban.
Recordaba la última vez que la vio, el día que se la quitaron junto a sus dos hermanos. Las lágrimas de la pequeña y la indiferencia que sentía en ese momento. Jamás le importaron sus hijos, solo luchaba por conseguir dinero para seguir comprando lo que se había convertido en su adicción y muy pronto en su perdición.
Una puerta se abrió frente a Trent. Sin pensarlo mucho se adentró con curiosidad. Cuidado Trent, la curiosidad mató al gato. La oscuridad no le dejaba ver más allá de sus narices. La habitación se iluminó con la llegada de un sonido sordo que sobresalto a Trent. Las paredes eran manchadas con sangre y suciedad. La habitación parcialmente vacía solo adornada con una soga colgada del techo, una bañera y una navaja dentro de esta. Trent pasó saliva ruidosamente y rápidamente quiso salir de allí, la puerta estaba trabada desde el otro lado. Trent se apoyó de espaldas en la puerta, mirando al interior de la habitación. Estaba atrapado allí, y sabía que nadie iba a salvarlo esta vez.
Ignacio, huía corriendo por los pasillos, escapando de la realidad, de las mentiras y los errores cometidos. Su madre lo acusaba en su cabeza, gritándole blasfemias, reclamando su muerte y llorándole por su hermano. Ignacio sabía que su hermano era inocente, y no tenía por qué estar preso, pero a él le gustaba su libertad y ni en un millón de años confesaría ser el asesino de su madre.
La Sombra gozó la primera muerte; Ana Rosa. La muerte más rápida de la historia. Sentada sobre su regazo el alma en pena de Ana Rosa, lloriqueando y rogando La Sombra la contemplaba, y en un segundo, se unió a las millones de almas de rogantes que yacían en la celda de bocadillos de La Sombra, ¿Quién será su próxima cena? ¿Quién será aquel que le brinde una muerte satisfactoria? Está en sus manos decidir a su próxima presa.
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Sueños Siniestros. (Pausa)
TerrorEs un sueño no común. Podrías estar en el limbo. No sabes que sucede y tienes miedo. Si llegaste hasta aquí... tu vida no ha sido del todo buena, probablemente seas un maleante, o hayas hecho algo mal. Este es tu castigo. Disfrútalo. Hay seis salid...