La quietud era perturbadora, los sonidos eran escalofriantes, todo ponía a los rogantes a temblar.
Marcus revivía en su mente las imágenes de aquella noche. Estaba con sus amigos, pagando a sus patrones la mercancía que les habían dado a vender; oscuro y solitario, no había ni un alma en la calle aquella. Ninguno se dio cuenta de una patrulla, no muy lejos de allí, se mantenía en cubierta, con las luces apagadas, y un oficial de policía en el interior observaba con cautela al grupo de jóvenes. Marcus recuerda la sirena y todo volviéndose un caos, los patrones escaparon no sin antes advertirles que no abrieran la boca, él y sus amigos no tuvieron oportunidad de correr cuando el oficial les apunto con el arma solo para asustarlos, era muy fácil persuadir a chicos tan jóvenes. Uno de sus amigos sacó una navaja y despistadamente se la paso a Marcus. Todos levantaron las manos en señal de rendimiento excepto Marcus, quien era el más cercano al policía lo apuñalo en el estómago una vez tomándolo por sorpresa. El arma del policía cayó al suelo mientras el pobre hombre sujetaba dolorido su herida. Uno de los amigos de Marcus tomo el arma, y actuando como un completo y desalmado sicario disparó al policía en la cabeza, manchándolo todo de sangre. La imagen del policía cayendo muerto al pavimento le hizo sentir remordimiento, ¿Y si tenía familia?
— Eso estuvo mal.
Marcus alzó la cara. Ahí, de pie frente a él, a unos cuantos metros de distancia, un hombre en traje de policía, con un hoyo profundo en su frente y sus ojos negros, con sangre manchando su camisa blanca y piel pálida.
— Lo siento — susurró temeroso. —, perdón por favor, lo siento.
— Arrepiéntete, y goza el sufrimiento.
Un dolor inhumano invadió su cuerpo, agitándolo, levantándolo del suelo, se sintió en llamas. Sangre empezó a brotar de su estómago, una herida parecida a la del policía se había abierto a la mitad de su abdomen, vio sangre correr por su rostro, un hoyo en su frente apareció, y el dolor aumento. No estaba muriendo, lo estaba sufriendo.
Roxana se encontraba en la misma posición, llorando atemorizada, arrepentida. Los susurros inentendibles no dejaban su cabeza, tantas palabras y no comprendía ninguno. Cayó en la cuenta de que le hablaban en otro idioma. Se preguntaba que querían decirle aquellas voces, pero sus ojos estaban cerrados y tenía miedo de abrirlos, sabía que no estaba sola, había alguien con ella.
Susurros, susurros y susurros la volvían loca. Con sus manos cubrió sus oídos al tiempo que articulaba con sus labios un débil "Basta"
— ¿Dónde está tu amor?
Pudo entender aquello, pero ni así tuvo las agallas para responder, o para abrir sus ojos. "¿Dónde está tu amor? ¿Dónde está tu amor? ¿Dónde está tu amor?" Le repetían.
— ¡No! ¡Déjame en paz conche tu madre! — gritó hasta que las vocecillas se callaron.
Con la respiración agitada abrió lentamente los ojos. Dos hoyos vacíos la miraron, dio un respingo y salto hacia atrás de la impresión. Una sonrisa larga y amarillenta perturbo la tranquilidad que hace tiempo no tenía. Al retroceder, su espalda choco con algo, con temor, y un escalofrío recorriéndole en cuerpo miro hacia arriba, pasó saliva dificultosamente y un grito desgarrador lastimó su garganta cuando vio lo que estaba detrás de ella.
Las puertas se abrían para Ignacio, curioso y temeroso las seguía, e iba a donde le indicaban.
— Lo culpaste a él. — le repetía la voz de su madre, una y otra y otra vez. —Lo culpaste. Él es inocente. Eres una desgracia para la familia. No debiste haber nacido.
— ¡Cállate! — se detuvo un momento para gritar.
Miró en todas direcciones en busca de su madre. Ella no estaba allí, ¿Cómo la escuchaba? Estaba en su conciencia, ella era parte de su cabeza, ella era una parte de la penitencia.
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Sueños Siniestros. (Pausa)
HorrorEs un sueño no común. Podrías estar en el limbo. No sabes que sucede y tienes miedo. Si llegaste hasta aquí... tu vida no ha sido del todo buena, probablemente seas un maleante, o hayas hecho algo mal. Este es tu castigo. Disfrútalo. Hay seis salid...