Con Ana Rosa fuera del juego, solo quedaban doce rogantes que buscaban desesperados una de las seis salidas.
Galilea miraba atónita la escena de ella y su madre discutiendo en su habitación. Se mantenía alejada, mirando como su madre le gritaba de su rebeldía y como ella le respondía que no le importaba. Galilea estaba de pie, cerca de sus recuerdos, reviviendo lo que pasó aquella noche. La discusión se intensificó hasta que su madre salió de la habitación, dispuesta a llamar a una correccional de menores. El recuerdo de Galilea viajó al pasillo, en donde todo se complicó.
Mateo o como le gustaba que lo llamasen Matt, iba con cuidado y alerta a cualquier sonido. Sus pasos resonaban por el oscuro pasillo haciendo un eco escalofriante. Podía escuchar el latido rápido de su corazón en sus orejas pero se mantenía a raya. El silencio era perturbarte e intimidante, ni un solo ruido, solo el de sus pies al andar. Al final del pasillo alcanzó a ver una silueta que corría de un extremo a otro. Frunció sus cejas y se echó a correr atrás de la silueta, atravesó el largo pasillo hasta llegar al lugar donde vio la silueta.
— ¿Hola? Te vi. — gritó a la nada. No obtuvo respuesta.
Una traviesa risa se escuchó desde la mitad del pasillo, al girar, ahí estaba, una linda muchacha, con un vestido celeste sucio y el cabello revuelto lo miraba desde su posición. Jugando con sus dedos y moviendo sus pies descalzos con timidez.
— Hey. — alargó juguetón. — ¿Quién eres tú? — dijo tranquilo mientras se acercaba a ella con paso decidido.
— Dana. — respondió la muchacha tímidamente. —La chica que secuestraste, violaste y mataste el 18 de Noviembre de 1897. Yo era tu vecina, ¿Me recuerdas? — dijo ella con inocencia.
La sangre de Matt se congeló tanto que no pudo moverse. Tartamudeó algo inentendible e hizo lo primero que vino a su mente, empujó a la chica intentando tirarla al suelo, pero ella desapareció al momento haciendo que Matt caiga al suelo que se convirtió en tierra y hojas.
Humberto estaba abrumado, recorriendo los pasillos y preguntándose ¿Dónde rayos estaba? ¿Por qué no podía simplemente abrir los ojos? ¿De verdad era un sueño? Frotó sus manos y sopló aire caliente con su boca. El lugar estaba helado, leves brisas heladas golpeaban contra su rostro cada tanto tiempo. Solo quería estar en su casa, quizá beber un poco y recordar a su esposa mediante su hija.
— ¡Basta! — un grito desgarrador fue captado por los oídos de Humberto. — ¡Detente, papá por favor! — él conocía esa voz.
— ¿Mireya? — dejó en un susurro. —Mireya ¿Dónde estás? — llamó a su hija.
— ¡NO! ¡Por favor...! Para... — la voz se fue haciendo lejana y distorsionada.
Humberto corrió siguiendo la voz de su hija. Abrió la primera puerta que se encontró y allí estaba ella. Envuelta en una sábana, con lágrimas recorriendo sus mejillas rojas, golpes se esparcían por su rostro y sus brazos, las rodillas rojas y el cabello desordenado. Le miraba con terror, negando con la cabeza mientras más lágrimas salían de sus ojos.
— No...— susurró. — No me hagas daño. — suplicó. —Por favor.
Humberto miraba desde su posición, como su hija se encontraba afectada por lo que él le hacía cada noche, por el maltrato.
Roxana estaba quieta en su lugar, llorando de miedo, con sudor frio en su cuerpo. En el inicio de 4 pasillos con cruce en X, estaba perdida. Ya había corrido por los cuatro pasillos y llegaba a donde mismo: al centro. Pasos resonaron haciendo eco, con cuatro pasillos a su alrededor, no sabía de donde provenían los pasos. Las pisadas se fueron acercando, tan rápido que el corazón de Roxana latió a una velocidad inhumana. Roxana sintió que en cualquier momento, lo que fuese que estuviera corriendo hacia ella la golpearía o la empujaría. Se preparó para el impacto, pero nunca sucedió; en cambio, los pasos se detuvieron, y por unos largos segundos no se escuchó nada más. Giro sobre su eje, con miedo de toparse con algo tenebroso que le saltara en el rostro, con miedo de ver que era lo que se había acercado, pero no había nada ni nadie en los pasillos. De improviso, mas pasos se escucharon, haciendo eco y torturando la mente de Roxana. Pudo identificar de donde provenían los pasos: 3 de los cuatro pasillos que la rodeaban. Su respiración se detuvo cuando los pasos, que ya se escuchaban lo suficientemente cerca, se detuvieron. Silencio sepulcral y tortuoso. Roxana comenzaba a sentirse asfixiada. Tenía ese presentimiento, en el que en cualquier momento algo sucedería. El silencio, la calma, la sensación de miedo, de ser observada y de inseguridad se apodero de su cuerpo. En cualquier momento colapsaría.
— No lo soporto. — se susurró a sí misma. — Por favor. No tolero esta quietud. — lloriqueó.
Se dejó caer en el suelo, llorando de miedo. La sensación de incomodidad, y de no estar sola estaba presente, y juraba no irse de su cuerpo.
Amanda continuaba en su búsqueda sin éxito. Sabía a lo que debería enfrentarse. Sabia cuántas pesadillas la seguían y cuantos errores debería revivir, una y otra vez hasta que los supere, y los venza. Como había dicho, ella ya había estado allí antes, más de una vez, pero parecía que no le importaba, pero cada vez que se veía en la misma situación se arrepentía de no haber cambiado su vida, sin embargo eso era solo el tiempo que durara el sueño, apenas abría los ojos y se veía a salvo, continuaba con su vida. Esa había sido su vida siempre, y no la cambiaría por un estúpido sueño frecuente. Ya había salido antes ¿Quién dice que no pueda salir ahora?
23; El número de jovencitas que prostituía para volverse rica. Obtenía buenas ganancias y era dueña junto a su hijo -quien era el que "cazaba" a las jovencitas- de dos burdel. Ambos llenos de hombres asquerosamente ahogados en dinero que lo desperdiciaban en lugares repugnantes como esos. 23, era el número total de errores y miedos.
Eduardo se acercó al lago, internándose en el inicio de un bosque espeso y tenebroso, convenientemente invadido por niebla espesa. El lago se veía profundo, y verdoso. Eduardo se inclinó un poco a ver su reflejo, su ceño se frunció al no verse reflejado en la sucia agua. Alcanzó a divisar algo en el agua, algo que venía desde dentro, quizá estaba alucinando y solo era su reflejo algo distorsionado. En cuanto se dio cuenta de lo que estaba observando se tiró para atrás como acto reflejo. Se dio cuenta que una calavera lo observaba, y el torpemente creía que se trataba de su rostro reflejado. Cuando recuperó el aliento se armó de valor para echar un vistazo al lago y descubrir si lo que había visto había sido solo una ilusión. No, la calavera seguía allí, pero no se movía. Era un juego de su mente, su mente le jugaba una broma tonta. Acercó su rostro inspeccionando a la calavera. De un movimiento, una fuerza sumamente extraña lo llevo al lago, sujetaban sus pies para que no pudiera nadar de regreso a la superficie. Eduardo cerró sus ojos sintiendo pánico. No se dio cuenta que podía respirar bajo el agua.
Trent, mirando la cuerda que colgaba del techo, sentía escalofríos. ¿Por qué rayos había una navaja dentro de la bañera? ¿Qué sentido tenia? Entonces, lo supo. Encontró una de las seis salidas, todos le habían dicho siempre que esa era la salida incorrecta, pero aquí, en un lugar diferente, en donde no sabe lo que pasa o si lo que está pasando es verdad, esa era la salida correcta. Sabía que debía hacerlo, sabía que quería hacerlo, sabía que nadie iba a detenerlo esta vez y era completamente libre ahora. Era hora, había intentado muchas veces y ahora podría. Miró la cuerda en el techo, y esta cayó a sus pies, él sabía que la cuerda no era la salida, era la navaja, y la bañera. Ansioso, y con una sonrisa inexplicable en el rostro, Trent se metió en la bañera, sentándose, y cuando lo hizo, las luces empezaron a parpadear, iba a salir de allí. Iba a ganar este juego, iba a ser el primero en salir de ese lugar-sueño-pesadilla o lo que fuera. Estaba preparado para hacerlo. Relamió sus labios y con cuidado puso la navaja entre sus dedos. La emoción lo llenaba por completo. Por fin, por fin podría librarse de todo, de la pesadilla, de su vida, de sus errores, de todas las cosas estúpidas que hizo y de todas las cosas que le hicieron pasar. Con suma lentitud rozó el filo de la navaja por su piel en su muñeca, no hizo una herida, se lastimaba psicológicamente a sí mismo, era la forma más dolorosa y satisfactoria de hacerlo. Nervioso, volvió a rozar el filo con su piel sin cortarla. La navaja le hacía cosquillas, disfrutaría el sufrimiento. De nuevo, paso el filo por su piel, esta vez, cortando. El ardor se incrementó en esa zona haciendo sentir satisfecho a Trent. Su risa se volvió escandalosa. La sangre brotaba en pequeñas cantidades, no era suficiente, necesitaba más, quería ver ese color rojo oscuro, ese color tan especial, tan satisfactorio para él. Hizo un corte más profundo y mordió su labio cuando el filo besaba su piel. Había algo que no era suficiente, quería más. Sus ojos brillaban, y comenzó a beber de su propia sangre.
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Sueños Siniestros. (Pausa)
HorrorEs un sueño no común. Podrías estar en el limbo. No sabes que sucede y tienes miedo. Si llegaste hasta aquí... tu vida no ha sido del todo buena, probablemente seas un maleante, o hayas hecho algo mal. Este es tu castigo. Disfrútalo. Hay seis salid...