El Viaje

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21 de octubre, 1849

Mi querido hermano David...

Ya ha pasado más de mediodía desde que mi viaje hacia Edimburgo ha concluido. Un viaje un tanto espantoso, a decir verdad, pues el traqueteo de las ruedas del carruaje tan sólo dolor de cabezas podía causar. Y por desgracia también del sueño me había privado. Suerte la mía que nos topamos con un viejo hostal por el camino hace un par de días. Y a esta ciudad llegué sobre las 8 de la mañana, a tiempo para el desayuno.
No tienes ni la menor idea de cuan asombrosa es New Town. Un gran trabajo el que ha hecho Craig. Me atrevería a decir que hasta la arquitectura de los nuevos edificios me es más agradable a la vista que la de mi querida Londres. Y desgraciadamente, no puedo describir con total precisión cuán maravillosa es esta ciudad. Espero que, cuando la vejez algún día nos alcance, decidamos partir en un pequeño viaje que incluya esta ciudad como parada, pues con mucho gusto te la presentaría.
El cochero se perdió con su tan ansiada paga entre los locales más frecuentados por los amantes del alcohol. Que Dios ayude a ese pobre hombre en lo que le queda de vida, pues si sigue fumando dudo mucho que la señora Muerte se haga de esperar. Y yo mientras tanto te dedico estas letras sentado en una cafetería, la cual está un par de calles al norte de Charlotte Square. Que por cierto, establecimiento más acogedor que este jamás he conocido. Quizás el café no esté tan bueno como el de Louis, pero aún así sigue estando en lo más alto del podium. Y lo más encantador de esta ciudad son las personas. Personas de nuestra clase. Me he topado con abogados bien conocidos por estas tierras y algún que otro aristócrata propietario de una cadena de tiendas que hay al este de la ciudad. Calles llenas de hombres bien vestidos. Y seguro que tu interés por las mujeres será más que satisfecho entre estas tan hermosas edificaciones. Quizás aquí encuentres a alguien mejor que aquella harpía del verano pasado... Supongo que ya discutiremos este tema en un momento más apropiado. También he mantenido alguna que otra conversación con unos obreros irlandeses, cuyo interés es trabajar en Londres. Y créeme, estos obreros son los que buscas. En cualquier caso, ya les he hablado sobre tus ansiadas reformas, y se han mostrado muy ilusionados por querer trabajar para ti, por lo que les he entregado tu dirección para que podáis poneros en contacto. Quizás así pronto terminarás las reformas. Y no te preocupes por el dinero, pues pienso poner algo de mi parte.
Y en cuanto a noticias de mi trabajo, desgraciadamente, no hay mucho que contar. Me ha llegado una carta, la cual junto a mi café está, de la señora Smith, anunciando que ha enviado un carruaje para recogerme cerca de Charlotte Square. Espero que tal acción sea fruto de su amabilidad. Y esa mujer no sabe cuán agradecido estoy por ello. También he conversado con algún que otro cochero que solía trabajar por los alrededores. Mucha información sobre Redington no me ha podido otorgar ya que tan sólo solía frecuentar aquel pueblo, de media, una vez cada tres meses. Eso signfica que tan sólo me podré orientar con los rumores y algunos que otros recortes del periódico.
Mucho tiempo ya no me queda, pues el carruaje estará al llegar y me gustaría subir a Calton Hill, pues he oído que las vistas desde esa impresionante acrópolis escocesa merecen la pena ser contempladas. Recibiré noticias tuyas, si es que algo me has enviado, al llegar a Redington. Y espero, por tu bien y por el de Johnon que el tuerto de mi gato con vida siga. Cuídate y abstente de frecuentar tanto los bares...

Atentamente, tu hermano Jacob.


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