Redington

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23 de octubre, 1849...

Hermano mío...

Tu carta la señora Smith esta mañana me la ha entregado, y te agradezco el que no me hayas reprochado mi falta de respeto hacia nuestro padre y que comprendieras mi ausencia. Y espero que ya le hayas comunicado al borracho de Johnson que no es al gato al que hay que regar... Al hombre más indicado tuve que darle tal trabajo... Y en cuanto al dinero: entiendo que no quieras cogerlo, pero aún así he de insistir en que lo hagas, pues sé que falta te hace y no me gustaría nada verte sufrir, hermano mío.
Com mucha pena en el corazón he dejado New Town, pues aquella ciudad había capturado por completo mi alma de aventurero. Te escribo, al fin, desde el escritorio pegado a la ventana de mi nueva habitación. Una casa muy acogedora. Incluso llega a traerme algunos recuerdos de cuando solíamos ir los fines de semana a la casa de nuestra abuela, que en paz descanse. El viaje hacia este peculiar pueblo que, como bien ya te he mencionado, a las afueras de Edimburgo está, fue más relajado que el primero que hice. Y el cochero me recuerda en cierto modo al felino que vive en mi piso, pues tuerto también estaba. Y en esos momentos fue donde deseaba la presencia del poco agraciado Jack. El tuerto era un gruñón cuya apetencia por escupir al suelo cada vez que terminaba de hablar sólo llegaba hasta a asombrarme. Al menos no ha maltratado mi equipaje como aquel mono francés durante mi viaje a Paris.
En cuanto a Redington, vuelvo a mencionar que es un pueblo un tanto peculiar. La arquitectura gótica es lo que más me ha atraído la atención, a parte de la gran torre de una iglesia que se alzaba al norte del pueblo. Llegamos justo a la entrada del hostal de la señora Smith. Un hostal maravilloso que resalta más la belleza de este pueblo. Y he decir que la señora Julia es más encantadora de lo que me esperaba. Hasta me ha ofrecido algo de té antes de acompañarme hasta mi residencia, la cual un par de calles más abajo de este hostal está. Es una mujer que se conserva bastante para tener la edad que tiene. Y resulta que es propietaria de tantas residencias gracias a la herencia que le habían dejado sus padres. Su familia tenía prácticamente todas las tierras que entran en los límites de este pueblo, y esta contribuyó a la construcción de la iglesia y del hostal. La única familia que le queda son sus nietos, que trabajan también en el establecimiento ya que la suerte no los ha acompañado en sus búsquedas de trabajo por las grandes ciudades.
Me ha mostrado el pueblo por el camino y me ha hablado un poco sobre los vecinos. Tampoco tenía algo muy interesante que contar... Casi todos los habitantes del pueblo eran personas que ya bien conocían lo que significaba la palabra "vejez". Pero por suerte, todo lo que me ha contado eran historias agradables y que, en cierto modo, me aliviaban, pues no me habría gustado nada que el historial de mis vecinos incluyera las palabras "escándalo" y "violencia".
Por desgracia, no vi la oportunidad de mencionarle aquello que tanto la atención me había llamado en los periódicos. Quizás tendría que habérselo comentado cuando se interesó por qué era aquello que me había traído a aquel pueblo, pero tan sólo le respondí que buscaba algo de paz e inspiración para trabajar en mis libros. Que, en cierto modo, es verdad. Quizás podamos hablar sobre el tema en la cena a la que me ha invitado y que con mucho gusto asistiré junto a unas cuantas personas más. Burgueses, según me ha comentado la señora Smith.
Mucho tiempo no me queda, y como siempre a prisas he de estar escribiendo estas cartas. Poco más de media hora tengo para presenciar la cena, por lo que la pluma he de dejar y la tinta guardar. Te ruego que tus próximas cartas me las envíes a la nueva dirección que he vuelto a dejarte al final de mis letras, pues estoy seguro de que, por muy amable que sea, la señora Smith tiene cierta curiosidad por meter la nariz en asuntos privados. E insisto una vez más que cojas el dinero que necesites dejando al lado tu "orgullo".

Atentamente, tu hermano Jacob.

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