La Cena

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Mi querido hermano David...

La cena de esta noche, la cual se me hizo eterna pero agradable, ha llenado mi ya desordenada mente con más misterios y preguntas sin resolver.
Al llegar al hostal de Julia, sorprendido me he hallado pues aquel establecimiento parecía recibirme con los brazos abiertos. Jamás he visto a personas más amables e interesantes como las que en esta noche he tenido el placer de conocer. Tantas historias he escuchado, y tantas anécdotas se han contado en aquella mesa... Parecía como si hubieran vivido siglos. Todos los presentes en aquella mesa eran residentes del hostal, salvo algún que otro lugareño muy amigo de la señora Smith. Y también el cura de la iglesia estaba sentado junto a nosotros, aunque palabra alguna no compartió y mirando el plato se quedó tras terminar. Y estoy seguro de que absolutamente nadie le prestaba atención a aquel hombre tan peculiar. Y a decir verdad, yo tampoco lo hice, pues me había perdido entre risas y tantos relatos personales. Lo que más me había sorprendido era el enterarme de que estaba sentado junto a grandes hombres. Tan grandes que podrían desviar la economía de este nuestro país. Burgueses que se alzaban en lo más alto de su clase. Conocí a un tal Robert Coulson. Poseedor de grandes minas de carbón decía ser. Y le acompañaba su mujer, Victoria. Un nombre más que apropiado para la época en la que vivimos. También conocí al famoso Albert Brown, todo un monstruo en el comercio. Y ahí fue cuando mi cabeza comenzó a curiosear. Lo más curioso de aquello fue, como bien ya dije, que todos eran de clase alta. ¿Pero qué hacían hombres como aquellos en un pueblo como éste? Claramente esta pregunta tuve que hacérsela, pues la curiosidad me mataba. Resulta, mi querido hermano, que los padres de casi todos los presentes eran buenos amigos del señor Wade Smith, antiguo propietario de este hostal tan agraciado y padre fallecido de Julia. Y cómo no, estos venían de vacaciones con sus hijos a este pueblo tan peculiar. "Para alejarse del ajetreo", según me ha comentado el señor Coulson. Tuve el honor de hasta dar un paseo con el señor Brown y su esposa Eleonor tras terminar la cena. Por cierto, aquella cena era digna de dioses. Quizás exagerando esté, pero mi paladar disfrutó más que yo. El paseo resultó ser relajante y perfecto para atraer el sueño. Unas cuantas anécdotas más, alguna que otra historia y después conversamos algo sobre economía. Fue ahí cuando al fin entendí por qué tenía la fama de ser el "monstruo" del comercio. Y lo más interesante es que este hombre no tenía prácticamente estudios. Tan sólo fue al colegio y se dedicó a estar pegado a su padre durante lo que le quedaba a este de vida. Fue de ahí, supongo, donde aprendió a lograr tales hazañas y títulos. Y aquí viene lo más importante de la noche: cuando paseábamos habíamos pasado delante de la calle Warrington. Y ahora que lo pienso, creo que nunca te he mencionado esta calle y a qué se debe mi interés por ella... Bueno, podría comenzar por cierto periódico que leí. Me llamó la atención un artículo que estaba entre las últimas noticias. No preguntes qué tenía de especial, pues no tenía absolutamente nada. Tan sólo era un simple artículo cuyo título incluía la palabra "Misterioso" y aquello, como bien ya sabrás tiene cierto magnetismo en mí. Cómo no, me paré ante ella nada más reconocerla. La reconocí al recordar el dibujo que aparecía en el periódico: poco más de una media docena de casas, de las cuales sólo un par tenía un faro encendido en sus respectivas entradas, las tres primeras casas alcanzadas por el fuego y el resto tan sólo yacían en silencio en aquella casi temible oscuridad. Y qué habrá pasado ahí, te preguntarás. Como bien ya decía el título, algo misterioso. Casi todas aquellas casas tenían a alguna que otra familia residiendo en ellas. El caso es que, como si por arte de magia hubiera sido, estas familias han desaparecido. Así, sin más. Equipaje alguno no se llevaron y se marcharon. De ello se dieron cuenta cuando un vecino dio la alarma al ver las llamas del incendio. Nadie sabía nada, y la policía tampoco pudo sacar algo en claro al investigar aquel tan extraño suceso. Y es por eso por lo que estoy aquí. Para adentrarme en este misterio. Quizás saque algo para la novela en la que estoy trabajando.
Si te soy sincero, aquella calle me inspiraba terror. Y era una simple calle... Pero había algo más. O eso o no tuve que tomarme a la ligera el tema del vino. Acabé preguntándole al señor Brown si sabía algo al respecto, y aquí viene otra curiosidad: no sabía nada respecto al tema. Y eso fue lo que hizo preguntarme cómo es que no sabía nada al respecto, considerando cuán importante era aquel misterio. Es imposible no oír nada al respecto. Menos aún cuando el señor Brown suele visitar este pueblo un par de veces al año. Es verdad que algo de este tema se ha tratado durante la cena, pero tan sólo fue el tema del incendio el que reinaba aquella conversación. Y ni si quiera éste había durado, pues casi todos preferían evitar hablar de ello. Y para no estropear el ambiente, yo también evité darle vueltas a aquello.

Con un "Hasta mañana" me despedí en la puerta de mi casa del señor Brown y su esposa, y aquí estoy delante de la ventana, contemplando la estremecedora belleza de esta noche sin Luna a la par que te escribo. Espero poder sacar mañana algo en claro y no quedarme sin nada al terminar estas pequeñas vacaciones. Cuídate.

Atentamente, tu hermano Jacob.

Harvington StreetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora