¡No, no y no! Que fastidio. Frunció el ceño y golpeó el molde del pastel una y otra vez en la mesa. ¿Por qué no le resultaba? ¿Por qué no podía hacerlo bien?
-Señor Yoshino, le pido de favor que dejé de dañar el material escolar. Si lo vuelve a hacer lo tendré que reportar. No es la primera vez que se lo digo.
Frunció los labios y dio una bajo asentimiento con la cabeza. Vio como el profesor comenzó a pasar por las mesas, revisando el pastel que debía tener con buen sabor y decorado. Pero solo tenia, prácticamente, una pastel quemado, de color oscuro, sin decorar y con mal sabor.
-De nuevo, no puedo creerlo -murmuró el maestro con fastidio -. Usted no está hecho para la cocina. Me denigra que venga todos los días a hacer este tipo de cosas.
Chiaki apretó los labios. Quería llorar. Él sabía que era malo en la cocina, pero quería esforzarse. Y ser mejor para Hatori. El timbre sonó indicando la salida. El profesor le indico a todos que saliera y que se llevarán su pastel, que lo compartieron con su familia.
-Ni piense en dejar su porquería de pastel, Yoshino.
Asintió, tomando el pastel en sus manos. Chiaki sabía porque lo trataba así. Hace seis meses se había ingresado, y hace seis meses Hatori había amenazado, al profesor, con que no se le acercará ni dejará que nadie lo hiciera. Pero más allá de eso, su profesor era homofobico.
Salió del salón con el pastel en las manos. Le hubiese gustado le quedará como la chica británica, Elizabeth, su pastel había sido una verdadera obra de arte. Siguió caminando, se detuvo en una banca del jardín de su escuela y con pesar comenzó a comer el pastel. Tenía un sabor desagradable.
Lo tiró en el bote de la basura. Si llegaba con eso a casa, Tori no iba a estar feliz. Y a pesar de que ya no tenía permitido llamarle con aquél apodo, le gustaba imaginar que las cosas eran como antes.
Yuu no se había presentado. No había llegado a la escuela, internamente se preguntó si le había pasado algo.
Vio el reloj en su muñeca, 13:17. Aún tenía diez minutos antes de que Hatori llegará. Buscó en su bolsillo un poco se dinero.
Cuando llego a casa, faltaban cinco minutos para que Hatori llegará. Dejó los chocolates en la mesa, quizá eso lo calmaba en lo que el preparaba la comida. Aunque sabía que iba a ser un desastre.
A veces le hubiera gustado seguir dibujando. Volver a ser mangaka. Pero, según Hatori, era él quien debía ocuparse de la casa. Antes hubiera protestado, pero ahora todas sus ofensas quedaban escondidas en alguna parte su cuerpo y era reemplazado por el pánico.
Abrió la alacena, buscando algo con lo que pudiera cocinar. Pero nada, estaba vacío a excepción de unas cuantas latas. Pero no era algo con lo que supiera cocinar. Escuchó la puerta de un auto cerrarse.
Dio un respingo y dejo todo lo que estaba haciendo para ir a recibir a su esposo.
Apenas la puerta se abrió, sintió unas terribles ganas de llorar.
-Hatori, la comida... No he tenido tiempo. La escuela y todo...
Pero sólo lo escuchó gruñir, molesto. Y luego sintió un golpe directo en su cara. En la mejilla, siendo más específico.
Chiaki apretó los puños, a los lados del pantalón. No se atrevió a replicar, sólo dejo salir una suave queja.
-Toma el puto dinero y ve a comprar algo. Eres un inútil. Ni siquiera pensaste en comprar algo.
-Sí lo...
-¿Te di permiso de hablar?
Chiaki negó y salió con el dinero que siempre guardaban en la mesilla. No pudo ni decirle que había comprado chocolates, para que los comiera mientras hacia su mejor esfuerzo por cocinar. Pero sabía que a Hatori no le importaba eso. Que lo único que quería era un esposo que mereciera el título.
Se detuvo a pensar que le gustaría a Hatori. Hace mucho tiempo que dejaban eso de contarse cosas.
Pidió algo que pensó que sería del agrado de su marido y tras agradecer con un susurró volvió a su casa.
Cuando llegó a su casa, estaba en un silencio demasiado extraño. Quizá se había marchado a trabajar. Ruidos se escucharon de la habitación de arriba, la que compartía con Hatori. Dejó las compras en la mesa y subió las escaleras a paso lento.
Escuchó gemidos ahogados. Rogó en su mente que no fuera lo que pensará.
Abrió la puerta de su habitación y miró lo que no quería ver. Hatori estaba sobre una mujer, susurrando cosas dulces a su oído -cosas que Chiaki dejo de escuchar hacia ya mucho tiempo -, mientras le embestia. Soltó un grito ahogado. Y se echó a llorar ahí mismo. Hatori pareció percatarse y le vio. La mujer maldijo.
-No dijiste que no volvería -le recriminó la mujer.
-Con lo inútil que es pensé que tardaría más.
Con esas palabras Chiaki sintió estrujar su corazón. Soltó un sollozo mientras quería correr, pero no lo hacía. Sabía que si lo intentaba sus piernas faltarían y caería.
Hatori frunció el ceño tras escuchar como la mujer murmuraba algo que no llegó a oídos de Chiaki y tampoco le importaba.
La mujer se levantó y después de ponerse su ropa salió de la habitación, y de la misma casa, tras empujarlo y hacerlo caer.
Chiaki miró a Hatori. Como si pidiera con los ojos que le pidiera perdón. Por que le perdonaba todo, que le golpeará, que lo usará a su antojo, que le insultará, pero, ¿qué le engañará? ¿iba a soportar eso? Claro que sí, no tenía a nadie más, sólo a Hatori.
-Creo que alguien tendrá que reemplazarla. Y no quiero ir a buscar a nadie.
Aquellas palabras causaron un escalofrío en su cuerpo. Retrocedió. Pero llegó a las escaleras, un paso más y se caería.
-No, Tori...
-Ya habíamos hablado de ese apodo, Yoshino.
La poca calma que antes tenían se había agotado.
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Doméstico (Yaoi/gay)
RandomHatori Yoshiyuki tiene una relación con Yoshino Chiaki. No son la típica pareja, para nada. Chiaki sufre de los constantes abusos de su esposo, Hatori. Comienza a sentirse inútil, quiere liberar todo el dolor, pero no sabe que hacer. Violencia de...